7 Junio.
Mi héroe está muerto.Tiene su cara, su voz. Pero no es él; no puede ser él. Quien está aquí es un farsante, un extraño… Y yo no me he dado cuenta hasta ahora. Mi padre, el de verdad, jamás haría algo así. Jamás le haría daño de esa manera. Un grito que sucede a otro. Insultos. Y alcohol, mucho alcohol. Pero esto no.
Me he dejado las manos golpeando la puerta del dormitorio, la garganta dando gritos hasta romperme la voz. He llorado de impotencia por ser más débil que él y no poder pararle. Y solo he podido taparme los oídos para mitigar el sonido de los sollozos de mamá. Con un ojo morado y sangre en la nariz, me hice un ovillo en el suelo pidiendo en silencio que la dejara.
Le odio, muchísimo, y lo va a pagar.
19 Julio.
Aunque quiere ocultarlo la veo vomitar cada mañana. No soy adulto, pero tampoco un crío, y sé lo que eso significa. Muchas veces me ha contado lo que le pasaba cuando estuvo embarazada de mí. Pero me haré el tonto hasta que elija decírmelo o, si no, hasta que sea tan evidente que no pueda esconderlo por más tiempo.
Sé que le echa de menos y aunque me niegue a admitirlo frente a ella, yo también. Pero ese canalla se marchó aquella noche, la abandonó una vez más. Y en esta ocasión fue por iniciativa propia. A pesar de ello sigue esperándole y sonriendo cuando mira sus fotografías y relee sus cartas. Cree que no me doy cuenta cada vez que se encierra en el baño con un álbum bajo el brazo. Siempre sale con los ojos hinchados y enrojecidos. Sé que no quiere contármelo, así que le doy un abrazo tan fuerte como los que ella me da cada vez que se escuchan estruendos y gritos en la lejanía.
—Ahora me toca a mí cuidarte, mamá —siempre sonríe cuando se lo digo.
14 Agosto.
Myriam ha venido a pasar la tarde con nosotros. Desde que mi madre me dio permiso para contarle lo de su embarazo —no hará ni un par de semanas— ha venido todos los días a ver cómo está. En realidad se lo agradezco, porque está siendo un proceso complicado y lo cierto es que me siento un poco desbordado. El médico le ha recomendado quedarse en cama y hacer reposo pues tiene una cosa que se llama placenta previa. Así que tengo que cuidar de ella y evitar que se mueva. Comida, limpieza, ir a la estación de racionamiento… Así que la ayuda de Myriam me va a facilitar mucho las cosas. Tenerla cerca es una suerte.
Hoy se ha quedado a hacer compañía a mamá mientras yo iba a buscar carbón para la cocina y un par de cosas más. Después hemos cenado juntos y la he acompañado a casa, aunque antes dimos un pequeño paseo. Lo cierto es que me encanta estar con ella. Es esa compañía que jamás sobra. Podemos hablar durante horas o permanecer callados; pero nunca me siento incómodo. Noto algo especial cuando estoy con ella y creo que le pasa lo mismo conmigo. Hoy ha habido un momento en particular, justo al despedirnos, en que el cuerpo me pedía acercarme más. Quería alargar el tiempo del adiós, aunque fuera diciendo cualquier tontería. De repente me puse nervioso y tartamudeé. Desde fuera se me vería ridículo, estoy seguro. Fue vergonzoso. Quizá ella también lo notó porque hizo lo que yo no me decidía a hacer. Se acercó y me dio un beso en los labios, justo antes de entrar en su casa y perderse tras la puerta. Fue rápido y muy suave. Fue raro, pero me encantó. Debí salir de allí sonriendo y con cara de tonto.
No se lo diré a mamá, y aún menos a ella; pero creo que me estoy enamorando.
30 Agosto.
No pensé, después de lo que hizo, que llegara a afectarme tanto. Dicen que del amor al odio hay una línea muy fina, y con él, yo la he cruzado dos veces. Le quise, como a nadie; le odié, como jamás en mi vida. Y ahora vuelvo a quererle, tanto o incluso más que antes. Porque esta vez sé que no volverá. Que ya no. Que será en otro mundo, en otro tiempo. En otra vida.
Porque mi padre ha muerto. Se ha quitado la vida y lo ha hecho odiándose a sí mismo. No se ha dado la opción de escuchar el perdón de nuestros labios y también nos la ha negado a nosotros. Un paquete en la puerta con algo de condumio y una carta, una breve despedida de tu puño y letra. Un triste adiós rebosante de sincera y lacerante disculpa. Una súplica de redención. Pero nada más. ¿Cómo pudiste irte así, papá? ¿Cómo no te diste cuenta de que a pesar de todo te necesitábamos? No sé a dónde fuiste, si estuviste a kilómetros de esta casa o tan solo a unos metros. No sé si sabías lo del embarazo de mamá, que independiente a como fue, ella quiere a ese niño más que a nada solo porque es tuyo.
Vuestro. Fruto de lo que érais. Si tan solo hubieras reunido el coraje para volver a esta casa, lo sabrías. Que te perdonamos desde el momento en que te fuiste. Que te habríamos dado esa segunda oportunidad que tú mismo te has negado. Por miedo, por vergüenza…, por lo que sea. Habríamos vuelto a ser una familia.
Pero ya es imposible, porque has preferido escudarte en tu trastorno que intentar derribarlo. Sigo respetándote. Incluso te quiero, de una manera extraña y algo retorcida. Pero una vez fuiste mi héroe, el nuestro, y esa sensación sigue y seguirá viva. Porque en el fondo eras tú, el de siempre.
Hasta pronto, papá.
12 Septiembre.
He sido reclutado. En diez días debo estar en el campamento a las afueras de la capital; muy lejos de casa. Me cuesta aceptarlo, entenderlo; no puede ser, no tiene sentido. Yo no puedo luchar, simplemente no sé. Tengo miedo, mucho. Estoy aterrado de pensar que este es un camino sin retorno. Querría tener la opción de callar, de no decir nada y que el hecho de ignorarlo hiciera desaparecer esta realidad como si nunca hubiera existido. Desearía quedar rezagado, olvidar levantarme, perder el autobús y no llegar a tiempo. Cualquier cosa que evite esa realidad, esa que volvió loco a mi padre y ha destrozado la vida de tantos, y que aún destroza ¿Soy un cobarde? A lo mejor sí. Pero, es que de verdad que no valgo para esto. ¡Por el de amor de Dios, ni siquiera he cumplido los dieciséis aún! No soy capaz de afrontar esto.