Capital de Hexus, Nexes.
Era dorada, año 10.500.
Hexus se presentaba como una nación dividida en tres partes, conformada por tres ciudades opuestas. Nexes, Cygnes y Corvus. Estas tres ciudades no compartían nada en absoluto; la única conexión que antiguamente compartían era solamente la magia: la magia blanca, la oscura y la constructiva. En tiempos lejanos, durante la era del hierro, estas tres ciudades coexistían en armonía, hasta que unos invasores comenzaron a atacar sus tierras, apropiándose de ellas con violencia. Estas tres ciudades se unieron para combatir a esos atacantes que asesinaban sin compasión, sin saber que una de ellas traicionaría su confianza. Tres amigos y un traidor. Aquella batalla, donde máquinas y magia luchaban sin cesar, resultó en la trágica muerte de uno de los hijos de los líderes de esta hermandad, los que llevó a perder esa batalla. Con el paso del tiempo, lo que alguna vez fueron como hermanos se transformaron en enemigos, alimentando un rencor que perduraría entre generaciones.
Cada año, se seleccionaba a un individuo sin poderes mágicos, pero con una inteligencia excepcional capaz de crear objetos valiosos para el futuro. Hexus contaba con tres gobernantes: un robot que alguna vez fue humano, otro que había reemplazado algunas partes de su cuerpo, por partes robóticas, y un señor que permanecía completamente intacto. Este último era conocido como el "lamebotas de Hexus", el traidor. Por los actos de su padre, él y sus descendientes cargarían con esa carga durante toda su vida.
—¡Gente de Cygnes y Corvus! Me presento, soy Voralis Umbra, de Nexes—El hombre estaba visiblemente nervioso. Las presentaciones normalmente eran realizadas por los otros gobernantes, pero esta vez le tocó a él—. He venido aquí para elegir al mejor creador.
Cygnes asintió con resignación aplaudiendo; Corvus, en cambio, se vio obligado a hacerlo, ya que los collares en sus cuellos absorbían por completo su magia. Los tiempos habían cambiado, Cygnes era prueba de ello, ya que habían aceptado no seguir luchando, pero Corvus aún ponía resistencia a pesar de tener todo en contra. La evolución de la tecnología había roto en fragmentos su magia, dejándolos vulnerables. Miles de jóvenes participaron para ser seleccionados, pero solo uno sería elegido, y casi siempre eran de la ciudad Cygnes. Corvus solía ser desechado por desconfianza, especialmente debido al temor a que, a pesar del tiempo, su magia seguía intacta dentro de ellos. Aun así, entre los muchos participantes, fueron seleccionados dos hermanos que habían trabajado en conjunto; aunque eso iba en contra de las reglas, lo que habían creado dejó sin palabras a los gobernantes de Hexus, forzándolos a tomar una difícil decisión.
—Primero deben ser examinados, cualquier indicio de magia debe ser suprimido con alta frecuencia a través de sus collares —ordenó Uzeir, el líder de los tres; su cuerpo era de metal, sin ningún rostro relevante, la cual dejaba con muchas dudas a las personas al saber cómo era su antigua apariencia.
—Lo más prudente es elegir al segundo lugar, que corresponde a la ciudad de Cygnes, mi señor. Los de Corvus son un alto riesgo para la ciudadanía—replicó Marcus, el segundo gobernante.
Finalmente, Voralis, a pesar de saber que esos jóvenes eran de tal ciudad renegada, deseaba negarles cualquier beneficio. Pero, ante el asombroso trabajo presentado, decidió apoyar al primer líder. Marcus siempre se opuso a Voralis, ya que este último respaldaba constantemente a Uzeir, consciente de que sus decisiones a menudo llevaban a peligros inminentes a Hexus. Uzeir, con un gesto, ordenó a los androides que examinaran a los dos hermanos. El mayor, tenía 30 años, y la menor, 25. Sus collares podían neutralizar su magia, dejándolos inofensivos.
—Sus nombres, por favor.
—Soy Emrik Nobilis, y ella es mi hermana Zephyra Nobilis, señor —respondió el joven, haciendo una reverencia y asestando una pequeña patada en el tobillo a su hermana, que se negaba a imitarlo.
Uzeir ignoró el incidente y los examinó detenidamente. Ambos poseían piel morena, orejas puntiagudas y un cabello platinado que destacaba; la única diferencia era el color de sus ojos, el mayor los tenía rojos y la jóven de un intenso color morado, eso de alguna manera le disgusto, esos colores les traía viejos recuerdos. A lo lejos, el padre de los jóvenes observaba con las manos apretadas al enterarse de que sus hijos habían sido elegidos para Hexus. Al conocer sus apellidos, Uzeir recordó vagamente que esa familia había sido una de las más respetadas y temidas antes de su llegada. Sin embargo, al saber que ahora eran simples peones a su merced, no sentía temor alguno.
—Perfecto, vendrán con nosotros; tienen cinco minutos para despedirse de su familia —declaró Uzeir, antes de retirarse, dejando a Voralis con Marcus esperando a los jóvenes.
Los hermanos se acercaron a su familia, echando una última mirada a Uzeir. Su padre fue el primero en abrazarlos y susurrarles al oído: «No confíen en ningún Umbra, los traidores siempre serán traidores». Voralis, al escuchar esas palabras, no pudo evitar sentir incomodidad; no podía defender su apellido, ya que su padre lo había manchado de tal forma que, a pesar de sus esfuerzos, siempre lo verían como un traidor. La madre, lloraba al verlos cruzar las grandes puertas de la ciudad, que había arruinado sus vidas. Zephyra, al ver a sus padres en ese estado, sintió un nudo en el pecho. Emrik le dio una ligera palmada en la espalda, tratando de consolarla. Hexus estaba protegida por una gran muralla que impedía la entrada de cualquier intruso; antes, las puertas estaban abiertas a todos, pero ahora todo había cambiado. Al cerrarse las puertas, sus miradas pasaron de la tristeza a una mirada sin brillo. Fueron recibidos por guardias, entrenados desde pequeños y ahora adultos capacitados sin ningún temor. Sin embargo, al mirar a los hermanos a los ojos, los guardias sintieron escalofríos.