Hey idiota, te quiero.

1." Es un placer volver a verte".

La música siempre ha formado parte de mí vida. Había estado allí cuando me había sentido sumamente feliz, y cuando consideraba que era la persona más desdichada en todo el planeta Tierra.

Me había acompañado en cada logro que había conseguido y en cada desilusión amorosa. Básicamente no podía imaginar un solo día sin ella ni un solo momento sin ella, y es por ello probablemente que no entendía a aquellas personas que aseguraban que podían sobrevivir sin esta. No me entraba en la cabeza como eso podía ser posible, debían de sentirse muy miserables aunque no quisieran admitirlo.

Afortunadamente no había tenido que lidiar con demasiados individuos cómo estos en mis 24 años, ya que el universo había sido más que piadoso conmigo y me había puesto en el camino a seres humanos que compartían mí mismo pensamiento.

Solo una vez este se había equivocado, supongo que de vez en cuando podía cometer algún que otro desliz y que a través de este que le abrió en cierta forma la puerta a Keith Jacobs para que ingresara a mí mundo, y no precisamente para llenarlo de color y alegría, sino para ponerlo patas para arriba en el peor sentido que podía existir.

Keith era el típico chico que no tenía demasiados amigos, o al menos eso de lo que me había percatado cuando estábamos en la secundaria. La mesa en la que se sentaba durante el almuerzo no contaba con demasiados integrantes como las demás y en los recreos no lo veía acompañado de más de dos o tres sujetos con los que aparentemente compartía gustos. Por lo que había llegado a oír en alguna que otra ocasión los juegos de rol era lo único que lo movilizaba, algo que lo convertía en un nerd de primera categoría. Quizás esa era la mayor causa de su impopularidad.

Sin embargo yo no era quien para juzgarlo porque yo tampoco pertenecía a ese grupo de personas que iban a fiestas todos los fines de semana a emborracharse y que creaban grandiosas anécdotas para llevar el lunes a la escuela y contarselas a todos. No. Yo era la clase de chica que se quedaba en casa cada sábado, rodeada de sus libros y escribia las historias que pasaban por su mente mientras escuchaba las canciones favoritas de la Boyband del momento.

Jamás fui elegida reina del baile y como podrán suponer Keith tampoco llevo nunca la corona, y no porque no fuese guapo, lo era, a su manera, simplemente no era el tipo más sociable en el edificio y si recibía votos, estos no era más que una broma de mal gusto ejecutada por el capitán de equipo de lacrosse y sus secuaces.

A veces, solo a veces sentía lástima por él, ya que no podía imaginar cuán duro sería estar en sus zapatos. Su historia era de dominio público, desventajas de vivir en un pueblo chico. Su padre había ido a la cárcel y su madre no había podido continuar con su crianza por lo que su tío se hizo cargo de él y lo mantenía como podía. Algunos decía que para ayudarlo, vendía sustancias ilegales, otros aseguraban que lo habían visto recibir dinero de mujeres mucho mayores que él quienes se sentían solas y necesitaban de atención y cariño.

Yo jamás creí en ellos. Tal vez porque no me gustaría que los demás lo hicieran conmigo, odiaría que me catalogaron cómo algo que no era. Debía ser horrible tener que pasar por eso, y justamente por ello, en un arrebato de solidaridad y compasión, me acerque a él para aliviar aquella tortura. Cualquiera en mí posición habría odiado que la pusieran con el "rarito" a hacer un proyecto, yo encontré en esta situación una oportunidad para conocerlo mejor y por un tiempo fue maravilloso.

Descubrí que compartíamos más cosas de las que pensaba, como el amor por los helados de sabores extraños, la literatura y los films clásicos de terror. Él los veía por la calidad, yo por la adrenalina que me generaban.

Y no voy a mentir, fue magnífico encontrar a una persona que no me juzgase cuando le conté que aún llevaba a todos lados un diario conmigo donde anotaba mis pensamientos más profundos, o cuando le confesé que lo solía guardar en mí casillero por miedo a que mis padres lo encontrarán en casa y se enteraran de mis secretos.

Poco sabía yo que esto me jugaría en contra, y que había hecho muy mal en confiar en Keith cuando sabía muy poco sobre él, o sea, solo lo que él quisiera que supiera ya que a pesar de mis esfuerzos por sacarle más información, él seguía siendo más que reservado con algún que otro dato que yo intentase conseguir, por lo que eventualmente acaba dando por vencida.

Cosa que no sucedió con él puesto que con cada mañana que pasábamos juntos, este no dejaba de mostrarse más y más interesado en mí. Hasta llegué a pensar que estaba enamorado. Fui muy tonta e ilusa al pensar eso porque de los dos fui la única que se compró en ese cuento y cayó en el juego. Cuando me di cuenta, fue duro comprender que la que se había enamorado de los dos había sido… Yo. Y era demasiado tímida como para indagar y preguntar si esto era correspondido, en especial porque le temía a salir herida, por lo que volqué esos sentimientos en mí libreta, donde cree una historia en la que obtenía lo que tanto quería. Su amor.

Gran error. Gravísimo y ese solo sería el primero, uno que me dirigiría a la que puede que sea la tragedia más grande que he vivido hasta ahora. Una que nos remonta al día en el que durante el receso vi regadas en el pasillo de la escuela copias de mí diario al cual le había confesado mis sentimientos por Keith. Todos me miraban y se reían de mí.

Jamás me había sentido tan abochornada como en aquel entonces. Recuerdo buscar desorientada y desconcertada una respuesta en cada rincón, necesitaba encontrar al responsable de esto, y cuando vi como el directo Thewli lo llevaba del brazo a su oficina, regañandolo y poniéndolo al tanto de su castigo, entendí que había dado con el culpable.

En ese instante lo que sentía por él tomó un rumbo diferente. Ya no me parecía atractivo, me parecía desagradable, ya no lo amaba, lo detestaba.




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