Hey, Rubia

Capítulo 6 | Vergüenzas de un café

AGUSTINAAGUSTINA

Acomode la falda viéndola caer con soltura hasta llegar a mis rodillas, si Bella me viera en estos momentos me diría que parezco una princesa. Ni siquiera sé por qué me arreglé tanto para ver a Alan, es solo un amigo. Aunque solo me había cambiado de ropa y acomodé un poco mi cabello hasta que sentí que me quedaba bien.

—Somos amigos, no hablaremos del beso, por lo cual relájate Agustina —le hablé a mi reflejo para tranquilizar esos nervios que me cerraron el estómago. Era un hábito que le hablara a mi reflejo en un intento por erradicar mi timidez.

—¿Engañaste al chico que acosas con su hermano? —di un salto al oír la voz de Cassandra que al girar me estaba viendo con una sonrisa de lado.

—No lo acoso y tampoco es engaño porque no estamos juntos —mis nervios fueron reemplazados por tristeza, James jamás me notara. Tomando mi cartera vuelvo a verme en el espejo en busca de una aprobación en mi reflejo.

—Sí, claro que no lo acosas —hablo Cassandra en voz baja, pero pude oírla porque siempre habla así —Deja a ese pobre espejo, ya no aguanta ver una princesita un segundo más —rodando los ojos, tome mi pequeño bolso donde coloque mi celular, algo de efectivo y gas pimienta por si surgía un imprevisto. Sin despedirme de Cassandra salgo de mi habitación caminando con pasos algo lentos para retrasar un poco mi llegada.

No quiero que piense que esto es una cita o algo así.

Pase mi mano desordenado, un poco mi cabello como si ese gesto bastará para darme valentía y entrar en la cafetería. El establecimiento no estaba muy lleno como es de costumbre, apenas algunos estudiantes leyendo o haciendo trabajos y otros pocos conversando entre ellos. Hacía mucho tiempo que no venía a tomar un café a este sitio con los trabajos de la universidad y el que trataba de evitar ver a James con alguna chica coqueteando por este sitio hizo que no quisiera salir de mi pequeño cuarto.

Patético lo sé.

¿Pero qué harías si el chico que te gusta está besándose de manera apasionada con otra delante de tus narices?

Mejor me voy, luego le diré a Alan que no pude ir porque tuve una reacción alérgica por alguna crema para la piel. Ya me pasó antes y no creo que el menor de los Sullivan se percate de mi mentira. Gire intentando escaparme, pero como mi suerte decidió viajar a las islas de Hawái dejándome votada termine chocando contra un pecho duro. Sintiendo mi cara arder mire a la persona que rodeo con sus manos mi cintura evitando que mi cuerpo termine acompañando al suelo en su soledad. Una mirada intensa, cargada de curiosidad y algo de diversión me veía desde las alturas.

—¿Escapando? —cuestionó Alan soltando el agarre de mi cintura para meter sus manos en los bolsillos de su pantalón. Me sentía mal, después de todo él se tomó la molestia de venir a tomar un café conmigo para que no esté sola.

—Ahora que estás aquí no puedo huir —pasando un mechón de cabello detrás de mis orejas lo observó por debajo de mis cejas. Ya no estaba incómoda estando en la cafetería, todo lo contrario es como si la vergüenza se esfumara.

—Qué bueno porque comenzaremos con el plan "conquistando a un Sullivan" —sin darme tiempo a reaccionar o decir algo, Alan me toma por los hombros haciéndome girar. Guiándome hasta una mesa apartada donde nos sentamos, dejó salir el aire de sus pulmones. —Mi hermano siempre que tiene una cita primero es en un lugar tranquilo para que la chica no se sienta presionada —aplanado mis labios en una delgada línea, intente no morderme mis cachetes al pensar que todas las veces que vi a James en esta cafetería con chicas era porque estaban en una cita. Mentalmente, estoy azotando mi cabeza contra la mesa para sacar esas imágenes de mi cabeza, pero no funciona.

—Buenas tardes, ¿qué van a ordenar? —frente a nuestra mesa estaba "piernas largas" o conocida coloquialmente por Kenzie, el ligue de James en la fiesta de Julieta. La chica nos miraba con una sonrisa mientras esperaba que alguno de los dos respondiera.

—Dos cafés cargados y ¿te gustarían unos panqueques con miel, Agus? —Lo incómodo pasó a un segundo plano para ser reemplazado por mi sonrisa.

Amo los panqueques. Son lo mejor que hay en el mundo y más cuando se acompañan de café.

—Que sean con extra de miel por favor —pedí a la chica que asintió anotando el pedido. El menor de los Sullivan arqueo una ceja mientras veíamos a la chica alejarse. —Me gusta la miel, no es un delito o acaso tú... ¿Eres un policía del azúcar? —pregunto de manera divertida, apoyando mis puños en mis caderas, intentando mirarlo de manera amenazadora. Lo único que conseguí fue que se riera en mi cara como foca retrasada hasta que paró secándose una lágrima imaginaria de la mejilla.

—Quede al descubierto, soy un agente del azúcar que busca reducir la dulzura de las chicas lindas —admito que me reí, pero estando roja de la vergüenza. Nuestra conversación continuó siendo animada y para nada incómoda.

Tomando café mientras saboreamos esos deliciosos panqueques con miel. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común y otras tantas que para ambos eran interesantes. Me dio consejos de qué era lo que le gustaba a su hermano de una chica y me aconsejo que no haga arruinar la cita.

Con el pasar de los días nuestras salidas a la cafetería se volvieron más frecuentes, al punto que hasta se volvió nuestro sitio predilecto de estudio y reuniones. Bella venía a nuestras salidas de vez en cuando para no sentirse como un mal tercio. Algo que me pareció ridículo, ya que no teníamos una cita o algo así, con Alan solo somos dos amigos compartiendo un café y una buena charla. También puede ser una excusa de Bella para salir con Dylan en secreto, podían esconderse de todos en la universidad, pero no de mí. Los había encontrado más de una vez debajo de las gradas de la cancha besándose como si el mundo se fuera a acabar.




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