Hey, Rubia

Capítulo 8 | Obra maestra

Sentada bajo el viejo gran árbol de la universidad leía un libro que hablaba acerca de las pinturas de Frida Kahlo

AGUSTINA

Sentada bajo el viejo gran árbol de la universidad, leía un libro que hablaba acerca de las pinturas de Frida Kahlo. Sus obras me gustan y algunas de sus frases las tomo para inspirarme cuando siento que todo me está yendo mal. Justo a mi costado estornuda Alan que no se ve para nada bien el día de hoy. Estuvo expulsando gérmenes todo el día y desde que nos juntamos para hablar un poco me estornudo en la cara dos veces.

—Alan, creo que es hora de que vayas a descansar un poco, no has dejado de estornudar —cerrando el libro, lo guardo en mi bolso para levantarme del suelo. Ayudando a mi amigo a ponerse de pie comenzamos el camino a las residencias universitarias.

—Mi hermano me dijo que se encontró contigo ayer y pensó que éramos novios. Pienso que quiere invitarte a salir —comenta Alan con voz cansada.

Tuve que tomar su brazo y contener las ganas de gritar como una loca en medio del campus. Saber que James le habló de mí a Alan es un gran paso, al final puedo poner en práctica lo que he aprendido con el menor de los Sullivan.

—¿Crees que sea buena idea? Bella y Cassandra opinan que no debería salir con James —colocando un mechón que me molestaba tras mi oreja gire la cabeza para ver a Alan. Este estornudó de nuevo sobre un pañuelo para luego tirarlo al basurero más cercano.

—Mi hermano es un mujeriego Agus y tú lo sabes muy bien, pero si él conociera a la chica que eres... —detuvo sus palabras ante una falsa alarma de estornudo al ver que no salpicó gérmenes continuos —Tal vez pueda llegar a sentar cabeza en una relación seria —el estornudo finalmente salió, pero ni eso detuvo a la vocecita en mi cabeza que festejaba como loca la idea de ser la "relación sería de James Sullivan".

—Vamos a tu fraternidad para que te acuestes en la cama y yo te prepare sopa de vegetales. Y no quiero escuchar una excusa más o te arrastraré hasta tu cama yo misma —lo amenazó señalándole con el dedo para verme más intimidante. Y viendo al chico tan pálido y con una fiebre más alta que hoy cuando hablamos en el almuerzo lo ayudó a llegar al estacionamiento. Subimos a su auto, dejándolo subir al asiento del acompañante y yo me subo al del piloto -tengo mi carnet de conducir porque en mi casa voy manejando porque no quiero correr ningún riesgo viendo el estado de Alan.

No tardamos casi nada en llegar a la casa donde se está quedando Alan, es exclusiva para hombres, pero siempre anda alguna que otra chica de la hermandad Sigma Chi. Cuando entre ayudando a Alan a nadie pareció molestarle, mi presencia es como si fuera invisible o algo así. Lo llevé hasta su habitación con su guía y lo ayudé a meterse en la cama, su temperatura aumentó, cosa que me preocupó un poco y viendo las pequeñas gotas que corrían por su frente, quise tomarle la temperatura con un termómetro.

La casa Alpha Gamma Rho estaba tranquila, demasiado para ser una de las más problemáticas y bromistas de todo el campus. Siempre hay movimiento, ya sea de estudiantes corriendo detrás de personas de la fraternidad o fiestas que comienzan a surgir de la nada. Ahora el lugar parecía desértico con el sonido de mis tacones retumbando por los pasillos de la casa. Baje las escaleras viendo a algunos chicos de la casa verme de reojo, pero enseguida volvían a sus conversaciones ignorándome por completo. En serio, si un asesino viene a la casa puede salir impune si nadie le dice nada a todos los extraños que andan por la casa. Con esta libertad que tenía de deambular por la casa busco la cocina que por el aroma de comida casera encuentro enseguida. Ni bien entré en el cuarto, mis ojos se abren de par en par y un sonrojo me sube desde la garganta. Me tapo los ojos con la palma de mi mano y siento una opresión en el pecho.

—¿Acaso nadie sabe lo que es el pudor? —preguntó en voz alta con algo de nerviosismo y casi en un tono histérico.

Hay cinco chicos en la cocina y... ¡Todos están en calzoncillos!

—Mi cuerpo es una obra maestra que debe ser admirada por todos los ojos mortales —escucho que me responde un chico haciendo que tenga que sacar mi mano de mis ojos. Un chico de ojos marrones, pelo rubio ceniza y cuerpo trabajado me veía con una sonrisa y apoyando contra la heladera como modelo de ropa interior masculina.

—No es excusa para no usar pantalones —con las manos en mi cintura luchó porque la vergüenza no me gane y termine corriendo escaleras arriba para encerrarme en la habitación de Alan.

—Siempre estamos así por la casa, es algo normal —habla un segundo chico con ojos grises, cabello rubio en las raíces y rosa claro en el resto de su cabeza. Levanta la mirada un segundo para verme y luego la baja hacia la sartén que tiene algo que desde donde me encuentro huele delicioso.

—¿Entonces no utilizan pantalones? —pregunto ya sintiendo menos vergüenza, no es la primera vez que veía a un chico en calzoncillos, las fiestas en la universidad son muy alocadas. Pero si sería la primera vez que estaría con cinco chicos sin pantalones en una cocina.

—Si utilizamos, pero estando fuera de la casa, ¿eres una calzón fóbica? —Hablo un tercer chico de cabello marrón, ojos verdes y calzoncillo de patitos. —Porque de ser ese el caso podemos estar también sin calzoncillos —con un dedo entre el elástico de su calzoncillo y la piel lo movía de manera juguetona.

—¡No soy calzón fóbica! —grito histérica con la cara ardiendo por la vergüenza.

—Grítalo más alto linda, en Uruguay me avisaron que no te escucharon —se burló un pelirrojo de ojos cafés, cuerpo de Adonis y calzoncillo con corazoncitos.




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