Hey, Rubia

Capítulo 10 | Helena de Esparta

—Estoy bien ¿y tú que ocultas? –enrollando un dedo en mi cabello lo mire con una ceja alzada

AGUSTINA

—Estoy bien, ¿y tú que ocultas? —enrollando un dedo en mi cabello lo mire con una ceja alzada. Vivir dos años con Cassandra me había hecho aprender cuando las personas ocultan algo y como ponerla nerviosas con tan solo una mirada.

—¿Yo? ¿Ocultar algo? ¡Estás loca, rubia, no oculto nada! —elevo un poco la voz Brice y dentro de la casa comenzaron a escucharse murmullos y muebles que se movían. Sin dudas algo estaban haciendo y no me lo querían decir, por lo que tuve que hacer algo para distraer a Brice.

—Mira Brice, un zorrillo persigue al decano —señaló en un punto alejado de la casa para que el chico muerda el anzuelo. El castaño abandona la puerta para ver donde le estoy señalando y antes de que se dé cuenta de que es un engaño corro dentro de la casa.

La extrañeza por lo que estaba viendo en la sala fue más grande que el asombro o la vergüenza ajena. Cubriendo mi boca para no soltar una carcajada, veo a varios chicos de la fraternidad, incluyendo a James, vestidos como guerreros romanos. Soltando la carcajada veo a los chicos con los pechos aceitados, espadas que se ven demasiado reales y escudos con símbolos de guerreros.

En un trono improvisado con escobas y demás cosas que se encontraban por la casa, estaba sentado Valentino con una corona de plástico en su cabeza y una capa roja que cubría sus hombros como si fuera un emperador romano. Su cuerpo vestía una túnica color crema con un cinturón dorado, en sus manos cargaba un enorme libro con la cubierta lleno de recortes y sucio de pintura.

—Brice se supone que no debes dejar pasar a nadie —se queja un chico con la cara cubierta por un casco romano, con una cresta roja bastante exagerada.

—Perdón, ella me engañó —habla a mis espaldas el castaño de ojos verdes. Yo continuaba viendo incrédula a los chicos, no entendía si esto era una iniciación o era algo habitual en la casa. Se contaban relatos extraños acerca de la casa Alpha Gamma Rho, pero esto ya es demasiado.

—Ella puede ser nuestra Helena de Troya para el sacrificio de la virgen —habla el que reconozco como Joy y señalándome con su dedo hace que la vergüenza en mi cara se vuelva peor.

—Si puede ser ¿Qué opina el emperador? —escucho los comentarios entre ellos, mientras yo voy retrocediendo de manera lenta. Sin hacer mucho ruido, intentó salir de la escena para escapar escaleras arriba y atrincherarme si es necesario en la habitación de Alan. Preocupada por no hacer ruido, no veo si algo está detrás de mí, por lo que terminó chocando mi espalda contra un torso duro y aceitado.

—¿Intentando escapar Lemus? —me atoro con mi saliva al escuchar esa voz masculina que solo en mis sueños podía escucharlo, pronunciar mi nombre. Varonil, profunda y algo ronca, la voz de James me movió el piso si no es que el sistema entero. Girando sobre mis talones vi su hermosa sonrisa que me derretía como un helado al sol.

—Solo quería ver a tu hermano —mirando a sus bellos ojos azules mientras la piel de mi brazo se erizaba por el tacto de sus dedos sobre esta. Quería pellizcarme para saber que esto no es un sueño, pero en el fondo temía que si esto era solo un sueño se acabará demasiado pronto. —Alan paso... una mala noche —me costaba conectar las palabras para formular una respuesta coherente, su sola presencia me volvía torpe.

—¿Agus? —un sonido débil, pero claro hizo que mi sueño con James se esfumase como una nube de gas tóxico. Ambos dirigimos nuestra mirada a las escaleras donde un chico atlético se veía algo pálido y con el cabello alborotado. Con una sonrisa apenas asomándose por su pálido rostro, levanta su mano derecha para saludar sin muchas energías.

—Tenemos a nuestra Helena de Troya —tanto los hermanos Sullivan como yo giramos nuestras cabezas en dirección al emperador Valentino, al cual su corona se le estaba cayendo de su real cabeza. — Nuestro príncipe Paris será James comandando al ejército troyano y nuestro rey Menelao será Alan liderando al ejército espartano – los miembros de la fraternidad comenzaron a gritar como si de guerreros verdaderos se tratarán, golpeando contra el suelo sus lanzas improvisadas con palos de madera. Alan se colocó delante de mí como si fuera una gran muralla protectora o un escudo del cual me aferre con todas mis fuerzas.

—Agustina no es ningún trofeo ni tampoco será la doncella del sacrificio — aferré mis manos a los brazos de Alan escuchando su voz que él había elevado hasta casi llegar a gritar.

No estaba al tanto de todos los rituales de iniciación de las fraternidades, pero durante mi primer año sí había escuchado acerca del sacrificio de la Helena de Troya. Este ritual, o más bien iniciación, consistía en que dos grupos o guerreros competían en los juegos olímpicos de la fraternidad Alpha. El grupo que gane los juegos tiene como última misión el recuperar a Helena de Troya del equipo contrario y cuando lo hayan logrado deben llevar a la doncella al volcán. Una piscina de plástico con mucha espuma y luces led de colores rojos y naranjas están bajo el agua. La desafortunada doncella es arrojada por Paris o Menelao —Líder del grupo que haya ganado las competiciones —deslizándose por un tobogán con agua y jabón hasta llegar a la piscina donde finalmente sale exhibiendo un traje de baño dorado y una corona de laurel dorada.

—¡No es tu decisión novato! Solo la doncella es la única que puede aceptar o rechazar el honor de ser el sacrificio —gritó Valentino callando los murmullos que se estaban gestando a nuestro alrededor. Respirando hondo salgo del refugio que me proporcionaba Alan y mire al rey de los Alpha, su idea era algo ridículo, pero sabía que si rechazaba esto toda la universidad se enteraría y sería ridiculizada por ser una miedosa.




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