AGUSTINA
Saboreó la textura helada en mi boca con pequeños trozos de galleta. Abro mis ojos viendo a Alan que espero a que adivine el sabor y con mi racha perfecta de cuatro sabores acertados este último definía quién paga la próxima salida.
—Es vainilla con trozos de galletas con chispas de chocolate y salsa de frutillas —Alan tira su servilleta a la mesa y sonrió victoriosa. —No llores bebé, esta vez pago yo —lo calmó. Yendo a la caja para elegir dos helados de los que más nos gustaron de las muestras gratis que nos dieron. Cuando la chica me entrega el pedido voy a la mesa sentándome frente a mi amigo. Pasaron dos semanas desde que abofeteé a James y perdone al menor de los Sullivan. También hablé con los chicos de la fraternidad y Joy estaba algo apenado porque era su responsabilidad decirme y confío en las palabras de su amigo.
—La próxima vez ganaré yo —me señala el castaño con su cuchara de plástico, algo de lo que pude aprender de Alan durante este tiempo que llevamos siendo amigos es que no le gusta perder. Supongo que la competitividad viene de familia porque su hermano es igual de competitivo que él.
—¿Seguro que ganarás la próxima? —comentó llevándome una cucharada de helado a la boca, fue la mejor decisión pedir el sabor mora.
—Claro que sí —contesta animado mi amigo, yo me rió colocando la cuchara sobre mi helado nuevamente, pero me detengo al ver a una persona que no veía desde que era una niña.
Riendo junto a un hombre cuarentón estaba, mi madre se veía algo distinta, su pelo creció un poco más, su cuerpo no es el mismo de hace años, pero se mantiene bien para su edad. La observo detalladamente cuando tuve que elegir qué estudiar, ella solo se comunicó conmigo por llamada queriendo que siguiera su carrera. Cuando decidí estudiar dibujo y pintura ella me llamó un par de veces para que desistiera, pero al ver que no lo hice dejó de llamarme. Su cabello rubio parece brillar por la luz natural del local y su risa la hace lucir más bonita.
En un momento ella deja de ver a su acompañante para pasear su mirada por el local hasta que me encuentra. Su sonrisa se apaga y cambia a la misma sombría expresión que tenía el día que mi padre me sacó de la corte luego de ganar mi custodia. Levantándose de su lugar, acomoda su elegante vestido, toma su bolso y sale del local seguida de su acompañante dejando sus helados sobre la mesa.
Tengo un impulso de ir detrás de ella, es mi mamá la persona que me dio la vida y quien me debería amar incondicionalmente. Desafortunadamente, no siempre la vida será justa con nosotros y nos enseñará que no podemos tener todo lo que queramos. Yo disfruté del amor de mi madre hasta que se divorció de mi papá y cuando el juez dijo que mi padre tendría la custodia, mi madre se divorció de mí.
—Agus se te está derritiendo el helado, ¿te encuentras bien? —la mano de Alan sobre mi palma me saca de esos oscuros y dolorosos recuerdos de mi infancia. Observo mi vaso viendo mis dedos manchados por el delicioso morado.
—Estoy bien, es solo que vi un fantasma de mi pasado —así es como papá le comenzó a llamar a mi madre porque no aparecía para verme, llamaba esporádicamente y me enviaba regalos. ¿Adivinen que me regalo para mis dulces dieciséis? Un hermoso vestido lila con el corsé lleno de pedrería en plateado y distintos tonos de violeta. Me hubiera encantado usarlo para mi fiesta, pero el problema es que era dos tallas más chicas que mi cuerpo. Recuerdo que me decepcioné tanto de ella ese día, pero como era mi cumpleaños lo dejé pasar y terminé divirtiéndome en una gran fiesta con gente que me quería de verdad.
—¿Quieres hablar sobre ese fantasma? —miré a Alan que estaba verdaderamente preocupado por mí. De mi madre hablé con dos personas nada más, mi mejor amiga del instituto, Patty e Isabella. Supongo que hablar con Alan hará que esté mal momento pase y pueda llamar a papá para decirle que vi a su exesposa.
—Mis padres se divorciaron cuando era una niña y mi padre se quedó con mi custodia. Luego de la audiencia por mi tenencia nunca más vi a mi mamá y no es porque mi papá se lo prohibiera. Al contrario, él la llamaba insistiéndole que me viniera a ver, pero eso jamás pasó. Durante años lo único que recibí de mi madre fueron llamadas con meses de diferencia y regalos en mis cumpleaños. Acabo de verla aquí, pero en cuanto ella me vio se levantó de su mesa y se fue —decir todas esas cosas, me hizo sentir un alivio en mi pecho, luego de tener tanto tiempo estos sentimientos amargos pude dejarlos fluir con libertad. Esta vez no lloré como las dos veces anteriores que conté mi historia, puede que haya madurado o ya paso tanto tiempo que no me afecta su abandono. Alan se sienta a mi lado moviéndome un poco en el sillón pasando su brazo por mi espalda, me atrae a su costado y me abraza.
—Esa mujer se pierde de ser la madre orgullosa de la chica más talentosa, inteligente, graciosa y dulce que haya pisado este planeta —una sonrisa aparece en mi rostro y me escondo en su pecho. El aroma de Alan me hace sentirme protegida, es muy extraño o tal vez cliché, pero así me siento cuando él me abraza.
Después de los helados, Alan me llevó a la residencia donde me dijo que pasaría por mí en la noche, me quería enseñar algo. Se lo conté a Bella, luego de decirle mi encuentro o más bien cruce de miradas con mi madre. Algo que me hizo sospechar de que algo raro pasaba es que mi amiga se apresuró a escoger un conjunto para la noche. Incluso le pidió ayuda a Cassandra que estaba por la habitación rara en ella haciendo tareas. Entre las dos me vistieron con un vestido negro corto pegado al cuerpo y con dos aberturas a la altura de mi cintura mostrando un poco de piel. Sandalias bajas de color negro con tachas y una campera de jean corta. Plancharon mi cabello con la excusa de que no sabía si iría a un sitio elegante, me maquillaron y arreglaron mis uñas a esas alturas, yo ya parecía más bien su muñeca. Cuando acabaron conmigo, ambas chocaron los cinco y me dejaron verme al espejo. Me veía muy linda, debo admitir que hicieron un gran trabajo entre las dos.
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Editado: 22.08.2024