Hey, Rubia

Capítulo 17 | Hierro

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AGUSTINA

Voy corriendo cargando muchos libros que debo devolver antes que la biblioteca cierre o me van a sancionar porque entregue fuera de fecha. Los pasillos de la universidad están desérticos por la hora, ya es bastante tarde y yo recordé que debía devolver los libros. Cuando veo la puerta de la biblioteca contengo el aire y acelero mis pasos. Mis zapatos resbalan con el suelo y terminó cayendo al piso con los libros pegándome en la cara. Al sentarme en el suelo noto el piso mojado y comienzo a insultar en voz baja al conserje que no puso un cartel avisando que el piso estaba mojado.

—¿Estás bien? Te diste un buen golpe —arrodillándose frente a mí estaba el mayor de los Sullivan. Siento mi cara arder por la vergüenza, pensé que nadie me habría visto caer, no había mucha gente a estas horas.

—Descuida, estoy bien, no me fije por donde iba —comienzo a juntar los libros, rápidamente no puedo dejar que la biblioteca cierre sin tener estos libros dentro. James me ayuda a juntar mis libros y cuando se los voy a quitar él no me lo permite.

—Yo los llevo, déjame ayudarte —terminó aceptando y ambos caminamos a la biblioteca que aún sigue abierta. Entregó los libros y salgo sintiendo un peso menos sobre mis hombros. Estaba tan inmersa en mis pensamientos sobre mis proyectos de clase que no me percaté de que James aún seguía acompañándome. —Agustina no quiero que pienses que soy un cretino porque en verdad sé que hice las cosas mal y me arrepiento de ello. Por eso me preguntaba si podemos empezar desde cero, darnos una oportunidad de ser amigos —mirándome a los ojos, sentí que los nervios y esas mariposas que sentía desde hacía años revivieron. Doy un paso mordiendo, mi labio inferior tenía mis dudas, pero todos merecemos una segunda oportunidad.

—Comencemos desde cero —extiendo mi mano hacia él —Hola, soy Agustina Lemus estudiante de pintura y dibujo —el chico de ojos azules toma mi mano y besa mi dorso.

—Un gusto conocerte Agustina, soy James Sullivan estudiante de periodismo deportivo —soltando mi mano me mira a los ojos y se me acerca para dejar un beso en mi mejilla. —Nos vemos pronto —en cuanto lo vi doblar la esquina pude respirar con normalidad y tuve que sostenerme de la pared o me caería. No estaba segura de si me arrepentiría o si algo bueno salía de todo esto, pero no puedo vivir enojada toda mi vida, sería dedicarle mucho tiempo a un sentimiento que a la larga me destruiría más a mí que al otro.

Cuando pude sentir mis piernas de nuevo comienzo a caminar rápido antes de que comience a caer el sol y las calles estén oscuras. Salgo de la universidad caminando hasta la bicicleta que dejé encadenada a un poste de luz. Montándome en ella conduzco hasta la residencia entrando directo por el garaje para guardar mi bicicleta y subir desde ahí.

En el cuarto están Bella y Cassie discutiendo por algo que no sé lo que es ni tampoco me molestaré en saber. Paso delante de ellas, tirándome de lleno en la cama y cerrando mis ojos para dormir. Últimamente, duermo demasiado, la cabeza me duele todo el tiempo y cuando corro o ando en bicicleta me duele mucho el pecho. Los nervios de ver a mi papá me están dejando agotada.

🍭🍬🍭

Despierto tarde, otra vez. Corro de un lado a otro en la habitación buscando mi ropa, una remera negra, por encima un suéter marrón claro. Medias de nylon negras, un overol de short negro corto y botas negras con hebillas. Peino mi cabello en una media cola alta, sin tiempo de maquillarme me pongo unos lentes de sol negros y tomo mi bolso. Cuando bajó al estacionamiento voy directo por mi bicicleta andando a todo lo que me permitan mis piernas y el dolor en mi pecho crece.

Ya en la universidad dejo la bicicleta encadenada a un poste y corro por los pasillos hasta el salón 2 A. Entró agarrándome del pecho por el intenso dolor y sintiendo los latidos de mi corazón retumbar en mis oídos. Doy un paso cuando la profesora Flores corre hacia mí, viéndome preocupada.

—¿Lemus se encuentra usted bien? Se ve muy pálida, ¿no quiere ir a la enfermería? —estoy por responderle cuando la clase comienza a darme vueltas y puntitos comienzan a nublar mi vista.

Al abrir mis ojos veo un techo color azul claro con la cabeza aun dándome vueltas, giro a mi costado viendo que estoy en la enfermería de la universidad. La señora regordeta que nos atiende alegremente está escribiendo algo en un papel de espaldas a mí. Toco mi cabeza porque duele mucho y mi mano fría logra calmar un poco los mareos. Siento que acabo de subirme a una calesita y mi cabeza continúa dando vueltas.

—Veo que despertaste cariño —retirando la mano de mi rostro, miro a la enfermera que ahora está frente a mí con su planilla. —Le diste un buen susto a la profesora Flores y a tu novio, ¿te sientes mejor? —intente levantarme, pero ella puso una mano en mi hombro obligándome a recostarme.

—No tengo novio, siento que estoy subida en una calesita que no deja de dar vueltas —hablo tocando mi cabeza despacio y la enfermera no dice nada.

—¿Desayunaste antes de salir? —me interroga con voz calmada y dulce la enfermera.

—Si me comí una manzana algo apresurada —respondo con la verdad —Y anoche cené pasta con salsa de calabaza, soy vegetariana desde hace algunos meses —dije apoyando mi mano fría sobre la frente, la cabeza aún me daba un poco de mareos.




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