—Te agradezco por haber hecho el sacrificio de llevarme hasta tu casa, y en mi estado… —Me mordí el labio inferior un poco avergonzada y él me sonrió.
—No hay nada que agradecer, _____ —dijo manteniendo su sonrisa, una linda sonrisa de conejo—. Solo dame tu número y todo bien —asentí y él me dio su teléfono para que yo pudiera apuntar mi número.
—Listo —sonreí y le devolví so móvil—. Me escribes ¡Eh! —Alcé una ceja y él rio. Con una risa un tanto peculiar, pero no tanto como la de Alex—. Vale, me voy.
—Claro, que te vaya bien —me despedí con la mano y me coloqué mi casco.
Aceleré y me incorporé al tráfico matutino de Madrid, escuché que me gritaba “¡Cuidado que te vas a caer!”, pero cuando volteé a ver, él ya no estaba, solo habían unas cuantas personas caminando por ahí. Además de una figura encapuchada pero no me alarmé, cerca había un grupo de braek dance así que supuse que vendría de ahí.
Llegué a mi casa y aparqué mi motocicleta frente a la puerta del garaje, miré la casa de al lado con algo de nostalgia, pues verla, me traía infinidad de recuerdos. Las cortinas de todas las ventanas estaban cerradas, así que me impedían ver hacia adentro, me sentí peor que los días anteriores. Iba a caminar hacia la puerta de mi casa, pero algo llamó mi atención: el encapuchado bajando de su auto estacionado frente a la otra casa.
Hicimos contacto visual unos pocos segundos, hasta que él se acercó a mí y me besó de manera brusca y torpe. Sentí un sabor salado, producto de sus lágrimas, y las mías no tardaron en unirse. Aunque me sentía dolida por lo del día anterior, correspondí su beso. Pero algo no estaba bien, podía sentir el odio contenido en su tacto. Profundizamos el beso dejando que nuestras lenguas recorrieran el espacio del otro; sus manos pasaron por mi cintura y las mías por su cuello.
Nos separamos con lentitud, pero mantuvimos la postura. Él me sonrió con desgane, y yo memoricé las facciones de su rostro: Ojos rojos e hinchados por tanto llorar, labios un poco agrietados —que hubieran estado más de no haber sido por el beso—, nariz roja, rastros de lágrimas sobre sus mejillas sonrojadas, cabello despeinado. Quité con mi pulgar la última lágrima escurridiza que bajaba por su cara
—Tenemos que hablar, Rubius —él sonrió con ironía y finalmente me soltó, alejándose de mí y negando frenéticamente.
—No hay nada que hablar, _____ —lo miré incrédula, sentí como poco a poco todo se desmoronaba de nuevo.
—¿Por qué me besaste? —Dije en un hilo de voz, casi inaudible. Él me miró sin entender y yo repetí—. ¿Por qué me besaste? —Hablé más fuerte con el ceño fruncido.
—Simplemente no quiero que esto termine —un sentimiento de esperanza nació en mi interior, porque tal vez me escucharía, porque tal vez aun existiera un nosotros, porque tal vez podríamos ser lo de antes—. No sin antes tener un último recuerdo —pudo haber dicho “de lo nuestro”— de lo que tuvimos —pero no lo dijo.
Entonces, se fue.
Suspiré frustrada y empecé a llorar, luego de calmarme hice varias llamadas, no seguiría viviendo junto a Rubén por más tiempo, me mudaría lo más pronto posible, puse a mis padres al tanto de todos lo que pasó, ellos estuvieron de acuerdo, dos semanas después ya estaba todo listo para irme, solo falta esperar al camión.
—¿Por qué te vas? —Decía Alex por el teléfono, él ya lo sabía todo, no porque yo quisiera decírselo—. Rubius está destrozado, _____. Esto solo le hará más daño.
—Él no me dejó explicárselo, así que ya no me importa. Solo quiero alejarme de él por un tiempo, o tal vez por toda la vida —escuché el camión estacionarse fuera de mi casa y abrí la puerta para que comenzaran a llevarse las cosas.
—¿Qué harás? —Preguntó algo triste, él tampoco quería que me fuera.