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3:00 am
Me desperté, un sonido abrumador interrumpía mi sueño. Era el teléfono, una llamada entrante de un número desconocido, lo tomé y deslicé el dedo para ignorar la llamada; en cinco segundos, el tono de llamada volvió a sonar pero lo volví a ignorar. Me recosté, y entonces, el puto teléfono volvió a resonar en mi habitación, estaba cabreadísima con la persona que me despertara a estas horas, y finalmente, decidí contestar:
—¿¡Quien mierda se osa a interrumpir mi sueño a las tres de la mañana?! —Repliqué subiendo el tono de mi voz.
—Vale muyaya, no te enojes —una voz conocida respondió del otro lado de la línea, me confundí, y junto con ello me invadió un sentimiento de pánico.
—Disculpa, pero… ¿Te conozco? —Consulté con la voz ronca e insegura.
—Rubén Doblas, un gusto —imaginé como Rubius extendió la mano para saludarme y luego se daría cuenta que le saludaba aire—. ¡Qué estúpido soy! Extendí la mano como si realmente estuvieses aquí —ambos comenzamos a reír.
—Imaginé que harías eso —hablé mientras reía de manera inaudible—. _____ Álvarez, el gusto es mío, Rubencio —no escuché respuesta alguna del otro lado… ¡Un momento! ¡Estoy hablando con Rubén Doblas! ¡Mi ídolo! ¡Por teléfono! ¡Y le dije Rubencio!—. ¿Cómo conseguiste mi número? —Intenté sonar lo más tranquila posible, no quería arruinar ese hermoso milagro de la vida.
—Tú me lo diste —froté uno de mis ojos, los minutos despierta comenzaban a hacer que pidiera más de la maravillosa actividad de dormir—, o mejor dicho, yo te lo pedí la segunda vez que nos vimos, por que como soy tan gilipollas, no se me ocurrió pedírtelo la vez que te vi en aquel taxi.
—Y estabas en tu derecho —no recuerdo haberle dado mi número en la velada/borrachera—, no tienes que pedirle el número a cualquier criaturita que te encuentres por casualidad —intenté aceptar que yo le había dado mi número, tal vez el sueño hacía que perdiera la memoria, como en la película de “50 primera citas”.
—Temí no verte de nuevo ¿sabes? —Esa no me la creo, ¿qué persona que tenga la fama de Rubius querría ver de nuevo a una fan que se encontró en un lugar cualquiera?—. Y…
—¿Y…? —Pregunté tratando de no sonar odiosa o que no me importaba la conversación.
—¿Puedes ayudarme a grabar? —Dijo con finalidad, se notaba que necesitaba que alguien estuviese allí, su voz se cortaba en algunas palabras, tal vez, no quería que lo ayudara a grabar.
—Rubén, son las tres de la mañana, ¿y los vecinos?, ¿y tu novia?, ¿y si me roban de camino allá?, ¿y tu novia? —Ya sabéis por que mencioné dos veces a Irina, no quería revivir el problemilla que hubo la otra vez.
—Mira: los vecinos no están, si quieres puedo irte a traer a tu casa si tanto es el miedo —allí estaban sus infaltables bromas—, y con Irina… Digamos que las cosas no han estado funcionando bien —y esa, era la respuesta que contestaba mis dudas, de seguro estaba pasando un mal momento con ella y no le había comentado a nadie, se me hacía extraño, teniendo a sus amigos incondicionales, les hubiera dicho todo esto ya, y por lógica no necesitaría de mí.
—¡Oh! Lo siento —me sentí mal por él, no lo quería ver triste, no es una situación habitual en la conducta de los vídeos de elrubiusOMG. Me sentí desconcertada ¿Por qué ahora? Temí que fuese por mí y lo de aquella tarde.
—No te disculpes —habló enojado—, no es tu trabajo —guardé un pequeño silencio, era nuevo para mí escucharlo de esa forma tan fría y distante que cambiaba drásticamente a una arrepentida y melosa—. Lo siento, no debí contestarte así —entendí que necesitaba desahogarse, al fin de un debate contra mí y mi conciencia decidí ir.
—No te preocupes —sonreí aunque él no me pudiese ver—, llego en veinte —y colgué la llamada.
Y me percaté de lo que dije, ¿¡cómo mierda me voy a preparar en menos de cinco minutos y llegar a la casa de Rubén en quince?!
Corrí tan rápido como pude mientras me desvestía y me metí a la ducha, no lavé mi cabello para no perder tiempo. Me puse la ropa interior y un pantalón rasgado y botas, ambos negros y en la parte superior una blusa al cuerpo que dejaba ver un poco mi ombligo. Meta cumplida, cinco minutos en ducharme y vestirme, tomé una sudadera roja y otras cosas importantes como móvil y dinero, lo metí en una pequeña mochila que ya contenía otras cosas y bajé al garaje del edificio; me monté en mi motocicleta y aceleré, por suerte, ya conocía la dirección de Rubén.