—Entonces, empiezo la próxima semana, a las ocho de la mañana en el edificio principal, con mi portátil y merienda para la mitad de la mañana y dinero para almuerzo —estaba repitiendo por quinta vez todo lo que mis padres me dijeron cuando charlé con ellos sobre el trabajo que me darían en la empresa—. Y tendré que llevar poco porque mis padres me cortaron la mesada hace dos semanas y ya casi no tengo ¡coño!
Si… Triste pero cierto, mis padres me dejaron de dar dinero hace dos semanas y lo único que me dijeron fue una frase irónica, y no muy de muy gusto: “No te quejes que igual te mantendremos dentro de unos días”
(…)
Estaba frente a las puertas de vidrio del lugar, llevaba todo en mi mochila amarilla estampada con una cara de pikachu frente al compartimento principal. Entré con muchos ánimos, saludé a la recepcionista y según lo indicado, subí al cuarto y último piso, con la esperanza de encontrar al menos a mi padre trabajando en su —ya conocido por mí— escritorio.
Mi sorpresa fue encontrarme con una pila de papeles y libros en una mesa cercana al salón dedicado a reuniones importantes con los clientes, un espacio con una gran mesa de cedro en forma de óvalo. Seguí mi camino a la oficina de mi padre, entré y no encontré a nadie allí.
Salí y una señora con anteojos y el cabello recogido en un muy ordenado moño estaba sentada en la silla frente a la mesa llena de papeles, al verme sonrió y rebuscó entre todas sus cosas un papel que contendría —lo que según yo— debería decir el porqué de su ausencia y que debo hacer.
—Toma —me tendió una notita adhesiva amarilla—. Tu padre dejó esto para ti, dijo que lo necesitarías hoy.
—Gracias, Mayte —la secretaria de mi padre era una linda señora, tenía al menos veinte años más que yo, pero no perdía su encanto, fue mi niñera alguna que otra vez cuando tenía trece años. Y ahora, de vez en cuando, lo era de mis hermanos.
Leí lo que decía la nota: “_____, he salido hoy por una emergencia en Mallorca, uno de los hoteles tiene problemas con un anuncio que fue reproducido por error en una cadena ajena a la que manejamos, Mayte te dirá lo que debes hacer, espero que disfrutes el tercer piso.”
Vaya… Miré a Mayte y esta me tendió una carpeta con unos papeles dentro, bajé al tercer piso leyendo detenidamente los quehaceres de hoy en la oficina, algunas constancias y otros papeles menos importantes. Llegué a la última página, decía que yo trabajaría como la aprendiz de la jefa del departamento de diseño y manejo de mensajes, iba fuera de mi área pero lo podía manejar.
Además tendría que no solo ser la aprendiz, también aceptar ser tutora de algunos pasantes de diseño que llevan malas notas en la universidad, empiezan la próxima semana.
Caminé hasta el escritorio de la jefa del departamento y para mi suerte, no estaba allí, otra notita que decía que había salido a por un café. Supuse que acababa de salir, observé el escritorio y vi otra carpeta con mi nombre, la abrí y contenía más papeles.
Me dirigí a la pequeña oficina que se me había asignado junto a la oficina de la jefa, comencé a leer algunas cosas y llegué a las últimas páginas, un aviso importante dirigido para mí, decía que me necesitarían en Barcelona, porque… ¡¿Soy la vicepresidenta del departamento de diseño?! ¡En qué momento me dijeron esto mis padres!
Llamé tan rápido como pude a mi papá y esperé a que contestara, no me importaba si tenía una reunión importante en ese momento, entonces él habló:
—_____, estoy en un asunto importante, más te vale que no me hagas perder el tiempo —al parecer si estaba en algo serio, pero me importaba un carajo, estaba realmente enojada por no poder avisarme el cargo en el que me había nombrado.
—Du skylder meg en forklaring, pappa (Me debes una explicación, papá) —dije molesta, escuché como una puerta se cerraba al otro lado de la línea—. Forklar meg fordi jeg er visepresident i avdelingen, og jeg visste ikke engang (Explícame porque soy la vicepresidenta del departamento y yo ni enterada) —escuché un suspiro pesado.