—Peaches and cream, sweet than sweet, chocolate cheeks and chocolate wings —cantaba mientras ordenaba unos libros en la librera que se encontraba en la sala—. ¡Y luego salto como magikarp!
—¡Así te quería encontrar, puerco! —Saltó Itzel desde la puerta de la cocina hasta estar un poco más cerca de mí mientras me señalaba, logrando asustarme y que diera un saltito.
—What the fuck?! —Le dije asustada mientras me detenía del librero con una mano y con la otra en el pecho—. ¡¿Qué te pasa tía?! —Le dije alzando los brazos.
—Sabía que algún día ibas a cantar una canción de los chinos —empezó a hacer un baile raro, comencé a reír pues Itzel terminó el baile con una carcajada chillona, muy aguda para su voz mientras alzaba los brazos y se arrodillaba en una pierna—. ¿Ya es la última caja? —Señaló la caja donde estaban los libros cuando se levantó.
—Sip —contesté feliz y seguí acomodando los libros.
—No pensé que todos nuestros muebles juntos llenarían toda la casa —hizo una pausa—. En serio, cuando llegamos me dio miedo la inmensidad de la casa —asentí sin mucho interés—. ¿Es Game of Thrones? —Me arrebató el libro de las manos y se lo llevó. Bufé y continué.
La tarde pasó rápido. Hoy llegarían los chicos para conocer mi nueva casa, Alex se molestó un poco cuando le dije que Rubén ya sabía dónde quedaba mi casa y no me habló por una semana hasta que llegué a su apartamento y le expliqué que era mi vecino.
Itzel estaba emocionada, se había encerrado en su cuarto hacía hace una hora, pensé que estaría eligiendo algún atuendo. El timbre retumbó dentro de la casa y corrí a la entrada, abrí la puerta y encontré a cuatro chicos entre risas haciéndose bromas, los invité a pasar y otro auto se estacionó frente a la casa.
De él salieron mis dos mejores amigos, a Abby ya se le notaba un poco el bulto, atravesé el jardín para ayudarle a bajarse, ya que Nathaniel seguía sin ser muy servicial y no me cansaba de reprenderlo por no ayudar a la futura madre de su hijo. Entramos a la casa e Itzel se acercó a nosotros para saludar a Abby y Nathaniel.
—¿Cómo está la pequeña Hana? —Le habló al vientre de la pelirroja, ella la miró con una sonrisa.
—Su nombre es Hanna, Itzel —le dijo con cierto tono burlón.
—Lo sé, pero admitan que ese nombre se parece a Hana —le respondió—. Y no esperen que le diga Hanna, para mí, toda su vida será Hana.
—Tú y tus nombres coreanos —le tomé el hombro y los cuatro reímos.
Los conduje a la sala y mis amigos se saludaron con los chicos, ya se conocían, después de que volví de Los Ángeles ellos fueron a traernos al aeropuerto. Todos hablaban entre ellos, yo los miraba desde el marco de la cocina cuando alguien me jaló hacia adentro y cerró la puerta.
—¿Te sucede algo, Nathaniel? —Me sonrió y negó—. ¿¡Entonces por qué hiciste eso?! ¡Casi me matas de un susto, chaval! —Alcé la voz y él me puso la mano en la boca para que me callara.
—Voy a proponerle matrimonio a Abby —sonrió mucho más y pude notar el brillo en sus ojos a través de sus anteojos—. Planeaba llevarla al Retiro, ya sabes, al mismo lugar de Virtual Hero. Sé que ella ama ese lugar desde que leyó el cómic.
—¡Eso es genial! —Chillé emocionada—. ¿¡Ya compraste el anillo?! ¿¡O no piensas darle anillo?! ¿Piensas darle anillo? ¿¡Quieres que te ayude a elegir el anillo?! —Solté todas las preguntas y Nathaniel me miró abrumado.
—¡Claro que pienso darle un anillo! Pero te quiero a ti y tus malos gustos lejos de la elección del anillo —lo miré mal mientras le decía “Hey” y le di un zape—. Solo espero no seas igual de agresiva con tu futuro novio —le di otro zape y el rió.