Hi Canadá

5. La paz dura poco

Por fin es domingo. Un día sin trabajo, Aleluya.

Me dispongo a observar el techo por un tiempo para después levantar e irme al la ducha.

Me pongo un vestido púrpura decente para misa, no me maquillo solo me aplico vaselina

— ¿Lista Sasha? —oigo pregunta.

— Ya casi estoy…

Termino de ponerme los zapatos y junto a mis tíos, nos vamos a misa.

Cuando llegamos a misa, que por cierto ya ha empezado, tenemos que caminar hacia el cuarto banco a la última.

Y luego está el tener que caminar haciendo el piso resonar por los zapatos y llamar la atención.

Nos sentamos y nos ponemos a cantar junto al corro.

De repente me entra la sensación de nostalgia.

Lo que me provoca la mejor sensación de ir a misa en Guinea ecuatorial eran mis primos. Esos indígenas hacían de todo una aventura.

FLASHBACK.

Rebeca y yo nos estábamos arreglando el cabello mientras que Margarita y Silvana se estaban poniendo los zapatos.

Somos un total de dieciocho primos.

Aquí viene la explicación; mi abuela dio a luz a tres varones y una hembra (mi mamá), y Dios le bendijo con quince nietas y cuatro nietos.

Yo soy hija única.

Mi tío Pedri tiene ocho hijos.

Mi tío Salvador tiene cinco hijos y mi tío Jeremy tiene cuatro hijos.

Mis primos son…(sin contar a los de la parte de mi papá, que por cierto son mas de veinte primos); Luna de veinte años, Rosana de veintidós años, Rebeca de Veinte años, Margarita de Veinticuatro, Silvana de veintisiete, Alicia y Ainhoa (gemelas de veintiuno), Olivia de diecinueve, Francisca de veintisiete, Leticia de veintitrés, Lucy de veinticinco, Mandy veintidós Jennifer de diecinueve, Alfonsina de dieciocho, Gema de Dieciocho, Sebastián de diecinueve, Esteban de veintitrés, Gael de veintiséis, Chester de veintinueve y yo de veinticinco años.

Sin contar que mi abuela hasta ya tiene bisnietos.

No hay menores de edad entre nosotros, y eso de cierta parte es un alivio.

— ¡En sesenta segundos arranco el coche! —gritó Chester quien nos iba a llevar.

Lo positivo era que él tenía un prado gigante en el que casi cabíamos.

Corriendo nos metimos al auto como sardinas enlatadas.

— Solo nos quedan cinco minutos —anunció Jennifer.

Sin pensarlo dos veces, Chester arrancó el coche a una gran velocidad y encima Gael puso música.

— Protégeme señor con tu espíritu —canturreó Mandy y yo me reí.

Entre todos, yo era la que menos podía soportar la risa.

FIN DEL FLASHBACK.

Una sonrisa de tristeza se forma en mi rostro.

Los extraño mucho.

— Kie, estos canadienses y sus cosas —oigo decir una voz en español detrás de mí.

La palabra “kie” es lo que me hace voltear a ver a la chica que lo dijo.

Esa palabra es guineana, los guineanos la usamos en muchas situaciones, a decir verdad significa muchas dependiendo de las situaciones.

Pero el “kie” de está chica es de “exasperación”.

— Ese kie eeh —suelto una pequeña risa, ella también me sonríe. Es una negra con trenzas pegadas con kanekalon —. ¿Qué fue lo que te hicieron ahora?

Empezamos a hablar en español.

— Nada chico, cada que cosa que uno hace, ya traen sus lenguas con “you don’t have to do that” ¿Asi faah?

Cuánto extrañaba hablar con una persona que tenga el acento de Guinea ecuatorial.

— ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —bajo la voz.

— Unos seis meses —dice ella también bajando la voz.

— Me llamo Sasha.

— Yo Micaela.

— Hablaremos bien después de misa.

Después de misa, como prometido, Micaela y yo salimos juntas. Nos apartamos un poco del tumulto y nos sentamos en un murito al lado de la iglesia, bajo el sol tímido de Toronto.

— Te juro que el frío aquí es como un marido posesivo —dice Micaela cruzándose de brazos—. Te deja tranquila solo cuando quiere.

— ¡Literal! —respondo entre risas—. Aunque ahora estamos en primavera y todavía siento que me están castigando por algo que no hice.

— Y dime, ¿tú también vives con familia?

— Sí, con mis tíos. Son buena gente, pero aquí uno se siente como… prestado.

— Exacto. Uno está, pero no es su casa.

Nos reímos porque duele un poco, pero es verdad.

— Yo que he crecido con el sol ardiente durante las cuatro estaciones del año.

Yo me río por ese comentario.

— Yendo a la playa todos los domingos.

Mientras hablamos, me llega un mensaje de mi tía.

Tía Mami:

Sasha, por favor vuelve pronto. Necesito que me ayudes con una cosa importante. Urgente.

Suelto un suspiro agotador. Ahí está. Mi tía intentando hacer que pierda al menos dos kilos.

— Micaela, creo que ya me están reclamando.

— Eso sí que no cambia, estés en África o estés aquí —dice sacudiéndose la falda—. Vente a mi casa un día. Vivo con mi mamá y mi hermana menor, a veinte minutos caminando.

— ¿En serio? ¿Puedo?

— Claro. Así me traes crema de palma, porque la que tengo está más triste que mi cuenta bancaria.

Nos despedimos con una sonrisa de esas que sabes que van a durar. Ya no me siento tan sola.

El tiempo pasa volando y ya me encuentro de nuevo en el famosísimo puesto de café a domicilio con las caras sonrientes más falsas que he podido ver jamás.

— Que día más aburrido —se queja Marry dándole vueltas al café con el meñique.

— Quiero bañarme en la playa junto a mis primos —digo observando atravez del ventanal.

— ¿Algún día me llevarás a conocer a todos tus primos de los que siempre hablas? —dice ella con un brillo de esperanza en los ojos.

— No hay problema, en Guinea ecuatorial los extranjeros son bien recibidos —vuelvo a reflexionar sobre lo que acabo de decir —. Dependiendo del tipo de extranjeros que seas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.