Me despierto al día siguiente con esa sensación en el estómago que mezcla nervios con ganas de salir corriendo. Ya sabes, ese cóctel emocional que solo se sirve en ocasiones especiales como presentaciones escolares, primeras citas… o reuniones con inversionistas internacionales junto a un jefe con espíritu de cementerio.
Me miro al espejo mientras intento domar mi baby hair con gel. Hoy no me basta con la vaselina y el perfume. Hoy necesito que mi alma también esté perfumado.
— Sasha, ¿vas a alguna boda? —pregunta mi tía al verme pasar como una sombra dramática.
— A una reunión con el diablo en persona —respondo sin frenar el paso.
En el autobús, reviso mis notas mentales de francés empresarial que aprendí viendo videos de YouTube. Lo único que sé decir con fluidez es “I’m so sorry for the inconvenience” y “I’ll get back to you as soon as possible”. Bueno, algo es algo.
Cuando llego a la oficina, Marry casi se atraganta con su donut al verme entrar tan arreglada.
— ¿Quién se murió? —pregunta mirándome de arriba abajo.
— ¿Aparte de mi dignidad? Nadie aún.
— ¿Y qué haces así vestida? ¿Vas a presentar una colección en la Fashion Week?
No me dio tiempo a explicarle nada ayer así que le hago un resumen bien resumido.
— No. El jefe me eligió como su asistente esta semana.
Ella escupe el café. Literal.
— ¿¡QUÉ!?
— Sí, lo sé. Estoy igual de confundida que tú. Pero si sobrevivo hoy, lo cuento con detalles.
La secretaria de Scott me hace pasar a su oficina sin que tenga que tocar. Como si ya me hubieran instalado un GPS.
Yo siento como la grasa de mi cuerpo tiembla como las criaturas de la película “A quite place”.
— Puntual —dice Scott al verme mientras se arregla su corbata.
— Señor créame, si llego a tartamudear...no se sorprenda —hablo observándolo.
Dios ¿Cómo puede verse alguien tan espléndidamente atractivo en las mañanas?
Me entrega una carpeta con los perfiles de los inversionistas.
Esto se siente como las exposiciones que hacíamos en bachillerato.
— Tú solo escucha. Y si en algún momento me notas muy borde, me interrumpes. Eso hace que me humanice.
Cómo si eso fuese fácil.
— ¿Y si me da miedo interrumpirlo?
— Hazlo igual. Así sé que tengo una asistente con agallas —me observa por un buen tiempo en silencio—. ¿Está nerviosa señorita Sasha?
Estoy más que nerviosa pero no sé lo digo.
— No, este…si, un poquitito.
Las comisuras de sus se elevan.
Por la barba de Abraham.
¿Cómo es que este hombre sigue soltero?
— No sé preocupe, solo respire hondo y…
— ¿Por qué sigue soltero Señor Alexander? —ahora entiendo el porque mi abuelo me daba golpes en la boca cuando era chiquita.
No me sorprende que Scott se ría.
— ¿Tienen usted una mujer buenísima que presentarme? —se acerca hasta mi haciendo que eleve mi cabeza para verlo—. Porque si esa mujer es usted, debe sacarse esa idea de su cabeza.
Me volvió a menospreciar.
— Créame señor Scott, Usted no es de mi gusto, a mí me gustan los negros —y no miento.
Ahora se ríe.
¿Es normal que tenga ese tipo de conversaciones con mi jefe supremo?
Joder, casi siento que se moja las bragas con escuchar su risa.
Tan ronca y bonita y espléndida y rebelde con un toque de elegancia.
— Le puedo presentar a unos de mis amigos pero…—me observa de arriba abajo—. No creo que vayan a querer todo ese paquete.
Púdrete señor Scott.
— Me gustaría seguir teniendo está conversación pero…tenemos una reunión a la que acudir.
Respira hondo, Sasha. Esto es Canadá. Aquí no te pueden pegar por interrumpir.
Llegamos a la sala de reuniones. Cuatro hombres blancos de traje y una mujer de pelo negro azabache están sentados con expresiones que solo he visto en documentales de tiburones.
Aquí están los momentos en dónde suelo necesitar a mi papá.
— Buenos días —dice Scott con esa voz suya que parece salida de una película de mafiosos.
Yo asiento tímidamente y suelto un “Hi, nice to meet you” que apenas se escucha.
Se sientan, se sirven agua, empiezan a hablar de números, porcentajes, métricas… y yo estoy allí con cara de entenderlo todo mientras por dentro repito: Sasha no te duermas. Sasha no bosteces. Sasha no sudeees…
Hasta que uno de ellos pregunta:
— ¿Y qué opina su asistente?
Me da un microinfarto.
Todos me miran.
Scott también.
— Yo… —empiezo, buscando oxígeno mental— creo que la propuesta es muy buena. Pero si el objetivo es conectar con un público joven, quizás deberían revisar el lenguaje de la campaña. Se siente… viejo.
El silencio que se hace después podría matar a una mosca de un infarto.
— Eso es justo lo que necesitaba oír —dice Scott finalmente.
¿¿QUÉ??
Sigo respirando como si acabara de correr una maratón.
La reunión termina. Salimos de la sala y en el pasillo, Scott me dice:
— No vuelvas a quedarte callada si tienes algo que decir. Lo hiciste bien, Sasha.
— Señor, poquito más y me hago pipí encima.
Puedo ver por el lado de su rostro que está sonriendo.
Scott no es el típico jefe amargado o viejo cruel, es solo…muy sarcástico, pero del sarcasmo que duele.
— ¿Cómo puedo compensarle por lo de hoy? —dice cuando se detiene y voltea a verme.
¿Compensarme por no haberme desmayado?
— Quiero comer para aliviarme los nervios —si señores, la comida es mi alivio.
Scott no replica y bajamos al estacionamiento en total silencio
— Espere señor Scott…—me detengo justo cuando el desbloquea su Lamborghini— ¿Iremos juntos? —me mira sin entender—. Ósea usted y yo ¿Vamos en su auto?
El se apoya por encima de su auto.
— ¿Tiene miedo de aparecer en las revistas o tiene miedo que la gente vea su rostro y la secuestren?
La verga.
— Por la primera opción, sí tengo miedo, es que cuando los paparachis tomen fotos a traición , pareceré un gorila escapando del zoo y por las segunda…¿Enserio van a secuestrarme?
#1039 en Otros
#362 en Humor
#3127 en Novela romántica
amor prohibido, comedia románticay novela juvenil, jefe millonario y asistente
Editado: 01.09.2025