Híbridos

Capítulo III – ¿Me recuerdas?

Leon fue un completo insensato. Por su falta tuvimos que convencer al vigilante del edificio para que nos dejara borrar las grabaciones de la cámara de seguridad, nos dijo que no podíamos borrarlas todas, simplemente la de ese día. Terminó por ceder cuando Karen accedió a tener una cita con él, cosa que me dio grima. No nos llevaba más de cinco años, era realmente joven, pero había algo en su mirada que me daba escalofríos, comparando eso con su aura que era algo turbia y gris. Claro que la mayoría de las auras de los adultos eran grises. Pero este sujeto no era tan mayor ¿O sí?

Claramente no iba a dejar sola a mi mejor amiga, así que aunque me tenga que meter en la maletera de ese coche la iba a acompañar. Estaba muy molesta con Leon, pero al mismo tiempo estaba muy molesta conmigo misma… La forma en que le hablé no estuvo bien, como si yo fuera su dueña ¿Cómo se me ocurrió decirle que le daba permiso? De solo recordarlo me dan ganas de enterrar mi cabeza entre mis rodillas y no volver a levantar la vista nuevamente.

Realmente lo que intentaba decir era que podía hacerlo, que fuera feliz, que no se detuviera por mí… Porque en el fondo sentía que estaba tan molesto y estaba reaccionando así contra el vigilante de pura frustración porque no puede llevar una vida normal… O quizás… Eso fue solo mi imaginación y estoy reflejando mis temores en él. Esas son mis inseguridades, el que ellos dejen de vivir por tener que entregarme sus vidas a mí.

Me levanté más temprano de lo normal y estuve lista hace un buen rato, pero no pude salir de mi habitación. Me imagino a Leon en la cocina esperándome con dos tazas de café… Pero… Yo no saldré. No saldré porque me aterra la idea de llegar a la cocina y que Leon no esté, o peor, que esté ¿Qué le puedo decir? La escena de ayer fue muy incómoda y él nunca antes me había hablado de esa forma, como si sintiera rencor porque lo había lastimado. Supongo que eso fue lo que hice…

-Uh… - Me tiré sobre la cama y enterré mi cabeza contra la almohada - ¿Por qué no puedo dejar de pensar en eso? ¿Por qué me asusta tanto la idea de que me odie? – Me levanté bruscamente y casi me doy una bofetada a mi misma - ¿Qué te sucede? Si nuestra relación es lo suficientemente débil como para morir por algo así entonces todo este tiempo he estado perdiendo el tiempo al confiar en él… Esas inseguridades son producto de mi imaginación, no son reales. No es posible que me deje intimidar por algo que no existe - Me levanté de la cama al ver que parecía una esquizofrénica hablando sola y tomé mi bolso. Justo cuando me dirigía a la puerta alguien la tocó.

-¿Lyla? – Era la voz de Támara - ¿Te quedaste dormida?

-Eh… ¡Sí! Me quedé dormida – Estaba mintiendo, pero era sencillo porque no me estaba viendo el rostro – Pero ya estoy lista – Abrí la puerta y enfrenté a Támara con una sonrisa. Ella simplemente me abrazó y me entregó una bolsa de papel.

-Es tu desayuno, Leon lo preparó. Justo en este momento bajó primero a la camioneta, nos está esperando abajo – Vaya… Miré la bolsa de papel que contenía algo caliente con nostalgia. Supongo que Leon nunca dejará de cuidarme, pese a que peleemos. Sonreí para mí misma dándome cuenta de que algo así no podría quebrar nuestra amistad. La próxima vez me daré cuenta de mi error antes y saldré a enfrentar la situación.

Caminamos hacia abajo y al llegar al sótano me subí automáticamente en el asiento del copiloto. Támara se sentó en el asiento de atrás. Por alguna razón me sentía nerviosa, pero ya lo había decidido, debía dejar esto atrás. Abrí mi boca preparada para saludarlo cuando él me interrumpió.

-Buenos días – Su tono de voz era cálida al igual que su mirada. En sus ojos había una disculpa y un llamado a la paz. Supongo que se sentía tan contrariado como yo por lo sucedido anoche – Toma – Me entregó un termo – No bebiste tu café esta mañana – Algo dentro de mí se ablandó, sin decirlo Leon estaba levantando una bandera blanca. A pesar de que yo venía dispuesta a solucionar el asunto, él ya había dejado su orgullo atrás mucho antes.

-Buenos días – Le dediqué una sonrisa ladeada – Muchas gracias por el café… y por esto también – Levanté la bolsa de papel que tenía en mis manos, aun no conocía su contenido pero estaba infinitamente agradecida por eso.

-No hay de qué – Sonrió y luego arrancó el auto – Es mi trabajo – Algo dentro de mí se revolvió y protestó. Es su trabajo… Ciertamente lo es, para eso lo entrenaron toda su vida ¿Por qué debería sentirme así? Yo era el trabajo de Támara y Leon.




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