Híbridos

Capítulo VIII – Volviendo a casa

Luego de unos minutos la enfermera volvió con ropa limpia, pero al verme enrollada en los brazos de Leon mientras lloraba prefirió hacerse la que no vio nada y salió una vez dejó la ropa en una silla cerca de la entrada. Leon y yo la imitamos y decidimos ignorarla. Una vez ya había llorado lo suficiente como para que me costara cerrar los ojos o mantenerlos abiertos, solo en ese momento decidí levantarme.

Leon se ofreció a acompañarme al baño y no pude evitar ruborizarme pero intenté ocultarlo, porque en otra época simplemente habría hecho alguna broma al respecto. Esta vez me mantuve en silencio y caminamos hasta el baño de la enfermería, donde Leon me esperó afuera en la puerta mientras que yo me tomaba el tiempo para asearme y vestirme.

-Lyla, dentro de un maletín negro vas a encontrar los productos de higiene que sueles utilizar, la Agencia se encargó de comprarlos y tenerlos listos para cuando volvieras – pensé que estaba bromeando, pero cuando me fijé en el maletín negro que se encontraba sobre la tapa del escusado comencé a dudar. Una vez abrí el maletín me encontré con champú, enjuague, crema de peinar, cremas corporales y faciales, desodorantes e incluso toallas de uso diario, todos estos productos de las marcas que yo solía usar.

-¿Cómo saben todo esto? – Miré los productos asustada y sorprendida. Creo que esto de satisfacer al Rahea en todo llegaba a los extremos con estas personas.

-En los primeros informes que enviamos nos solicitan que detallemos ese tipo de información – mi cara debió tornarse roja y estuve a punto de salir para darle un buen golpe por andar hurgando en mis cosas – tranquila, la información de ese informe la recolecto Támara – suspiré aliviada pero aun molesta. Estaba molesta porque la Agencia no respetaba ni siquiera la intimidad de mis gustos personales.

-No quiero que vuelvan a enviar un informe de ese tipo ¿Entendido? – Estaba molesta, y puede que resulte estúpido el que me moleste luego de que pasara algo más importante, puede que esto me debiera parecer ridículo o minúsculo al lado del secuestro, pero no lo podía pasar por alto. Mi voz salió seria y carente de emociones, cosa que Leon debió notar.

-Lo lamento Lyla – suspiró sonoramente – ese tipo de información la piden cada año para renovarla… Si quieres la próxima vez puedes sentarte con Támara para que le digas qué puede decir y qué no sobre la actualización de los productos que usas…

-No habrá una próxima vez – abrí la puerta del baño y asomé mi rostro para que Leon me mirara a los ojos y se diera cuenta de que no estaba bromeando.

-De acuerdo – alzó las manos en señal de rendición. Una vez satisfecha entré para seguir con mi labor.

Una vez limpia, cubierta de crema y perfumada me acerqué a observar la ropa que me trajeron. Un short holgado y una franela blanca mangas largas, eso era todo, además de de la ropa interior de algodón blanca y un par de zapatos deportivos. Ahora que me fijo en ello, estaba haciendo un calor infernal.

Aunque en la enfermería no lo noté porque había aire acondicionado, en el baño, aunque amplio era más que obvio que era portátil, no había ningún tipo de ventilación además de una pequeña ventanilla en  uno de los laterales. Al colocarme el short me fijé en el montón de moratones que cubrían mis piernas, estuve a punto de pedir que me trajeran otro tipo de ropa, algo más largo, pero no quise molestar ni parecer malcriada. No iba a actuar como la Agencia creía que actuaban todos los Raheas.

Una vez salí Leon me estaba esperando con mi celular en sus manos, solo que su pantalla se encontraba completamente rota. Embelesada viendo mi teléfono no me di cuenta de que Leon estaba mirando fijamente y con pesar mis piernas, solo lo noté un poco antes de que se arrodillara en frente de mí. Lo miré completamente sorprendida, al punto de que ni siquiera logré articular palabra, una vez mi lengua se destrabó intenté disimular mi sorpresa con alguna broma.

-¿Me vas a proponer matrimonio? – Lo miré ceñuda - ¿Qué haces? Levántate.

-Lo lamento tanto, Lyla… - señaló  mis piernas – la única forma de que hayas quedado así aun después de que utilizaras tu energía para curarte es que te hayan golpeado hasta casi matarte – su mirada se llenó de rabia e impotencia, su mandíbula se tensó y sus manos se cerraron en puños.

-No fue tu culpa – Leon comenzó a negar con la cabeza – Leon… - no me quería escuchar, así que me arrodille en frente de él y tomé su rostro entre mis manos – no fue tu culpa – por fin me miró a los ojos, y levantó su mano para acariciar mi rostro. Aunque fue cuidadoso no pude evitar hacer una mueca de dolor. Ni siquiera me había visto en el espejo, pero debía tener morado el rostro.




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