Hidrium - La Orden Makin

El Castillo de Hidrium

“Quiero descansar, aunque no del viaje, sino de todo esto, me siento bastante frustrado y no entiendo del todo por qué. Hace ya tres días que camino sin rumbo y ni siquiera sé cómo llegué a este bosque donde estoy; no tengo ni una sola pista del castillo o del camino por el que venía. Hoy en la mañana me adentré a un bosque de un tono sombrío que ni siquiera animales tenía. He tenido que comer puros hongos e insectos que he visto en el camino, y, cabe destacar que los insectos saben horribles, además de que atraparlos normalmente es un dolor de cabeza.

Lo más seguro es que esté caminando en círculos, y aunque he intentado mirar al cielo para dirigirme con el sol o recordar los árboles y cosas que veo, nada ha resultado sencillo; pero, en fin, no me queda de otra más que seguir caminando. ¡Esperen un momento! ¿Por qué demonios tengo prisa por llegar a un maldito castillo donde no tengo nada que ver? Solo estoy yendo porque me dijeron que fuera. ¡Y NI SIQUIERA CONOZCO A ESAS PERSONAS!”

 

Una vez habiendo mandado directo al demonio al anciano metiche que me dijo a dónde ir, me senté bajo la sombra de un árbol que estaba justo al lado mío y me dispuse a dormir, relajarme, porque además de sediento estaba muy cansado, y no se veía ni un solo río o lugar donde pudiera yo beber agua, y no pensaba beber mi orina. Al parecer me quedé dormido por varias horas porque al despertar ya había oscurecido, y si ese bosque daba miedo de día, de noche era un terror incomparable, no se oían voces, ecos, sonidos o algo, ¡y eso era lo peor! Saber que estaba solo, o que no lo estaba y no poder comprobarlo. Me levanté y caray que estaba haciendo frío. Quería invocar a Sahame, pero al mismo tiempo la pensaba dos veces porque esa cosa irradiaba luz y si había algo ahí que no me hubiera visto, con todo ese numerito iluminado seguramente me vería; era mejor pasar desapercibido o hacer de cuenta que jamás pasé por ahí, no era que creyera en los monstruos, pero…, no creía en los monstruos en mi planeta, y si algo es seguro, es que aquel lugar, aunque se parecía, definitivamente no era mi planeta; después de todo, si la magia existe, algo más grande que yo segurito estaría por ahí.

 

Con los brazos cruzados y dando pasos pequeños, temblando de frio, o de miedo, continúe avanzando, luego vi algo que brillaba justo al frente. Entonces sí, sin pensarlo dos veces, supuse que sería buena idea invocar a Sahame, solo que no quería gritar, y pasó por mi mente si podría invocarla sin gritar su nombre (ya lo había hecho, pero aquella ocasión estaba molesto, entonces no cuenta). Ya saben, solo diciéndolo fuerte en mi mente, nada perdía con intentar, además de la esperanza, quizás… En mi mente dije fuerte: ¡SAHAME SORD!, y estiré el brazo izquierdo, ya que a la espada ridícula no le gustaba mi brazo derecho. Luego de su circo para aparecer, se mostró ante mi mano, pero esta vez sin brillar, por suerte. Caminando lento me acerqué al brillo que veía, y antes de llegar descubrí oro; y no me refiero a literalmente oro, sino a uno hipotético. Era un lago que estaba justo al centro, demasiado similar a aquel donde aparecí; ahora que lo pienso bien, la diferencia era que aquel era más bonito, este otro era demasiado sombrío y solitario. No me pregunté si el agua era potable o estancada, y la verdad no me importó, solo salí corriendo, lanzando a Sahame contra un árbol para dejarla ahí, ya que aún no sabía cómo desaparecerla, y, además, no pensé en que alguien podría robármela, digo, ese sitio estaba tan solo como yo en ese mundo.

Me acerqué a tomar bastante agua y, a decir verdad, tenía un muy buen sabor, jamás había probado un agua como esa; al terminar de beber, comencé a pensar si por mera casualidad en ese lago habría peces, no se veía muy prometedor ya que el agua estaba relativamente quieta, y además, no se veía algo por debajo, pero al igual que con Sahame, no perdía nada más que tiempo al intentarlo, y tenía todo el tiempo del mundo porque ese maldito castillo podía irse mucho a la… Quería hacer una caña de pescar, porque aunque entrar a nadar y pescar por mi cuenta era factible, los peces nadan mucho más rápido que yo, y eso quizá me lo haría imposible, además de que no tenía experiencia pescando, más que la que tuve con el señor anterior y otra poca con mi abuelo.

Mientras pensaba cómo rayos iba a pescar y cómo hacer una caña, el agua empezó a moverse, claro está que yo no sabía qué estaba pasando (algo muy común ya), así que decidí mejor solo retroceder un poco e ir por Sahame; con mi suerte, que un monstruo segurito apareciera justo enfrente de mí e intentara comerme no era algo que me sorprendería, a decir verdad. El agua comenzó a moverse aún más, y justo al centro, de la nada se vio como si una granada hubiera explotado, y una muy potente; el agua voló varios metros hacia arriba y de la explosión salió un hombre de probablemente 1.94 metros de altura, completamente en taparrabos de color negro, cargando una red de pesca con cientos de peces dentro; lo que más me impactó no fue que estuviera cargando todo ese peso él solo, o que estuviera prácticamente desnudo, lo más inquietante fue que ese tipo ¡llevaba cerca de dos horas ahí adentro!, quizá más, porque cuando llegué al lago él ya estaba ahí, y por su aspecto, la verdad no se veía muy amigable, pero yo tenía hambre y él tenía comida, entonces quizá podríamos llegar a algún acuerdo a pesar de no tener muchas cosas que ofrecerle. Decidí mejor esperar a que durmiera y así robarle algunos peces, no creía que los fuera a extrañar, ¡tenía demasiados!

El hombre comenzó a caminar cargando esa enorme red como si pesara dos kilos y se sentó justo al frente del río, dejando la red de pesca detrás de él, empezó a sacar peces de ésta y comenzó a comerlos crudos. A mí me dio mucho asco porque se los comía completos, no dejaba absolutamente nada; si eso seguía así él se los comería todos y yo no podría robarme alguno. Eran muchos y él estaba relativamente pequeño y algo delgado, así que supuse que no podría terminárselos, pero a la velocidad a la que iba y por todos los que llevaba, algo me decía que eso apenas era un aperitivo para él. Con muchísimo miedo recorriendo por todo mi cuerpo, pensé que sería mejor acercarme y preguntarle si podría darme algunos a cambio de que le cocinara los otros; quizá su aspecto terrorífico y para nada amigable, de hombre de las cavernas con toque de psicótico, solo sea una fachada de él para ahuyentar a miedosos como yo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.