Hidrium - La Orden Makin

Inocencia Rota

Los Makin tuvieron cada uno una experiencia diferente al resto, excepto Iyione y Khaal, quienes por alguna razón terminaron juntos en un mismo “sueño”; y Anya, quien estuvo combatiendo contra Xutyenek durante todo ese tiempo y se dio cuenta de que aun con la fuerza y poder unificados de la Divinidad y La Llama no era suficiente para derrotar a Xutyenek.

Solo falta por dar a conocer lo que vivió Salex, quien por haber estado muy cerca de Xutyenek al momento de que todo eso comenzó a suceder, quizá lo vivió con una intensidad ligeramente mayor al resto, quienes fueron transportados a algún sitio dentro de sus propios recuerdos.

Salex, en cambio, permaneció en el mundo real y solo su mente fue transportada al sitio en cuestión; fue defendido con valentía por Anya causando lo mencionado algunas líneas atrás. Éste, en el sueño de sus memorias no se veía a sí mismo como un Makin, sino como un niño feliz y sonriente al lado de su amada hermana, la cual no presentaba ninguna enfermedad. Para Salex, su hermana siempre fue lo más importante, cuando se dieron cuenta de su enfermedad nadie pudo curarla hasta que llegó Higlemeni, y Salex le ofreció su vida a cambio de la de su hermanita. En sus memorias él estaba jugando fuera de su casa con su hermana pequeña mientras su madre los observaba a lo lejos y su padre partía leña con un hacha sin filo, causándole un poco de dificultad hacerlo.

 

-Cuando sea grande, fabricaré un hacha que ayude a papá y jamás se le acabará el filo -decía Salex inocentemente a su hermanita, quien estaba sentada en los pastizales y acariciaba las plantas-. Y también crearé algo para que brinde felicidad a todos infinitamente -la hermanita solo sonreía, luego dijo:

 

-Supongo que la felicidad de mamá y papá somos nosotros -volteó a ver a sus padres y agitó su mano para saludarlos, la madre fue la única que contestó porque el padre estaba inmerso en lo que hacía.

-Sí, pero si fabrico algo que les dé felicidad podremos irnos a jugar más lejos sin necesidad de que ellos se sientan tristes, o nosotros por estar lejos de ellos -Salex se sentó junto a su hermana y después se recostó-. Oye, ¿sabes? Mamá dice que allá arriba existe una persona que nos observa.

 

¿Nos observa? -respondió ella mirando el cielo y buscando a la persona.

 

-Eso dice mamá, y cuando papá lo escucha asiente con la cabeza -Salex apuntó al cielo mientras hablaba y agitaba su mano.

 

-¿Y para qué lo hace? -su hermanita agitó su mano junto con su hermano saludando al cielo, o a la persona que los observaba, mejor dicho.

 

-Papá dijo que nos mira para cuidarnos y que hagamos las cosas de buena forma, también dice que si algún día tenemos problemas podemos decirle que nos ayude y, aunque no lo hará siempre, cuando verdaderamente lo necesitemos sí lo hará.

 

-¿Entonces si quiero un perrito tengo que pedírselo? -respondió ella sentándose, cerró sus ojos y agregó-: A quien nos observa allá arriba, ¿podrías darnos un perrito?

 

-No creo que funcione así -respondió Salex riendo un poco-. Papá dijo que solo atiende las peticiones cuando vienen del corazón, y no sé si querer un perrito sea algo que nuestro corazón desee en verdad.

Su madre los llamó desde atrás y su padre le habló a Salex para que fuera con él; la niña se quedó charlando con la madre y, al llegar Salex con el padre, éste le comenzó a decir:

 

-Toma -le entregó el hacha, la cual podría pensarse que era muy pesada para un niño, pero parecía ser ligera, quizá por eso no tenía filo, al no tener tanta dureza-, intenta hacerlo -el padre parecía divertirse al ver a su hijo cargar el hacha y tratar de romper la leña. “Mmm”, pensó Salex un momento.

 

-¿Cómo lo hago? -preguntó; entonces el padre agarró el hacha y golpeó fuertemente el leño haciéndolo pedazos por no tener un filo muy pronunciado-. ¡Entiendo! -dijo Salex tomando el hacha y golpeando otro leño que el padre había colocado.

 

El golpe le retumbó la mano y Salex soltó el hacha debido al dolor que le causó; ésta le cayó en el pie haciendo que retrocediera y se tropezara con uno de los trozos que habían salido por los golpes del padre; y fue a parar al suelo. Todos vieron eso y comenzaron a reír, su hermana pequeña corrió a socorrerlo, riendo de igual manera; Salex se levantó, se sacudió los pantalones y le dijo a su padre que quería intentarlo otra vez, que le enseñara otra forma. El padre asintió con la cabeza, tomó el hacha, la colocó detrás suyo y, haciendo un círculo con ella, golpeó otro de los leños en el suelo; Salex se fijó demasiado bien en lo que su padre hizo y lo replicó a la perfección, aunque no pudo cortar el leño por su falta de fuerza y lo difícil que era maniobrar de esa manera el hacha.

 

La noche llegó y todos entraron a la casa para descansar. Cuando Salex estaba recostado notó que había una cosa que no cuadraba en todo lo que estaba ocurriendo, era como si faltara algo o hubiera algo de más. Intentó dormir y no podía conciliar el sueño a causa de esos pensamientos, se levantó y salió de la casa a mirar las estrellas, se sentó en donde su padre había estado cortando la leña y se quedó pensando un momento.




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