Hielo en mis venas (radwulf #1)

CAPÍTULO XV

Mi corazón mantuvo su compás nervioso por alrededor de una hora, causado principalmente por la insistente mirada de Clim. Desde mi juramento a sus majestades, sus ojos se habían teñido de una emoción cálida que no me permití dilucidar, mientras me esforzaba por ignorarlo. Hasta que, milagrosamente, se adelantó con su corcel.

Ugh.

Tratando de mantener mi mente lejos del repentino bochorno que me asaltó al percatarme de la envergadura de mis palabras, fije mi atención en la formación de la comitiva. Desde los corceles que abrían el camino a pocos metros delante de Clim, mis “escoltas” apostados a mi alrededor, hasta el carruaje a mi espalda y los carros con suministros detrás, terminando en los soldados que cubrían la retaguardia.

El crujir de las ruedas, el replicar de los cascos y el relincho ocasional de algún corcel superponiéndose a los graznidos de las aves, no lograban acallar del todo la voz de Lesson.

—Eso dicen... rumores o no, sería fantástico ver... ¿no crees?

Solté un suspiró, anhelando que el viaje terminará pronto.

—¿Aburrida?

La repentina aparición de Wills a mi derecha, casi me mata del susto.

—¡Dioses, Wills! —Me quejé. Él sonrió aún más.

—Mis disculpas. A veces la tentación gana.

Intenté darle mi mirada más molesta, pero sólo logré que soltara una carcajada. Verha, a mi izquierda y un poco detrás de nosotros, dijo algo que sonó como “bufón”.

Sacudí la cabeza, luchando contra una sonrisa, justo cuando Lesson disminuía la velocidad de su corcel, y ajustaba la marcha a mi izquierda.

—Macy, ¿has escuchado el rumor sobre los Phewn? —Me preguntó con una sonrisa.

Casi parecía un niño al que sus padres llevaban de paseo.

—No. ¿Qué hay con los Phewn? —inquirí, dejando que una sonrisa se adueñara de mi rostro.

—Algunos soldados aseguran que vieron algunos Phewn alados dirigiéndose a Quajk.

—Imposible —intervino Wills, atrayendo nuestras miradas—. Los que dicen eso estaban ebrios. Bebieron whilke durante horas, y luego confundieron aves con criaturas míticas.

—Es imposible que bebieran tanto whilke como para no distinguir aves comunes de semejantes criaturas —refutó Lesson.

—Hombre, entiende que los Phewn son cuentos. Si hubiesen existido criaturas divinas de tales características, aún estarían aquí…

—Desaparecieron porque la gente dejó de apreciar la magia, Wills —le cortó Lesson con brusquedad—. Ahora que los Bletsun vuelven a ser apreciados y respetados, ¿no crees que regresen por sí mismos? Ya has visto de lo que son capaces Noemia y Macy.

—Bueno... —murmuró Wills, rascando su nuca con una mueca.

—Esto... —musité apenas, atrayendo la atención de ambos. En sus ojos pude ver que apenas y se acordaban de mi presencia—. ¿Qué es whilke?

Ambos se congelaron por un largo segundo, antes de estallar en sonoras carcajadas. Mis mejillas se encendieron y gruñí por lo bajo un “hombres”.

Cuando finalmente lograron controlarse un poco, Wills me explicó que se trataba de aquel alcohol de apariencia lechosa que hace tiempo había probado, y que además de lo obvio contenía un ingrediente secreto. Teniendo en cuenta que su creadora fue Noemia, nadie tenía esperanzas de saber qué era ese ingrediente.

Nos detuvimos a comer a eso de medio día, y me percate de que la presión que me agobió al principio había desaparecido gracias a Lesson y Wills. Y por alguna razón, me fue sencillo volver a descartarla y disfrutar del resto del día.

Ya instalado el campamento al anochecer, me negué a utilizar el carruaje para pernoctar, aunque se suponía viajaría todo el trayecto en él. Je. En su lugar, me hice un lugar a eso de dos metros de la hoguera principal, y traté de conciliar el sueño escuchando el crepitar de las brasas.

En algún momento, me vi inmersa en densa oscuridad, seguida del familiar replicar de unas cadenas. Un vivo dolor asaltó mis muñecas, mientras enfocaba mi mirada en las difusas figuras frente a mi. Pestañee varias veces, aplacando la humedad que dificultaba mi visión, para terminar enfocando la oscura figura de Tarsinno.

Dos de sus esbirros aferraban sus nudosas manos a las cadenas que colgaban del tejado, donde traspasaban gruesos aros y terminaban en los grilletes de mis manos. Con un tirón más, lograron alzarme del rincón en que me hallaba tirada, provocando un fuerte y desgarrador dolor que se extendió desde mis muñecas hasta mis hombros. Mordí mi labio inferior apenas conteniendo un grito. Pero con un tirón más, mis pies dejaron el mugriento suelo de piedra, y mi maltratado labio fue liberado por el alarido que rasgó mi garganta.

Sin poder hacer otra cosa que dejar salir el frío de mi interior, cerré los ojos tratando de aferrarme al familiar rostro de Clim.

Lo haces más difícil para ti —dijo Tarsinno, cruzando la ventisca a mi alrededor sin dificultad—. Sólo tienes que unirte a mí, y tendrás todo lo que desees.

Entrecerrando mis ojos en su rostro, lamí mis labios magullados y resecos, y forcé apenas cinco palabras.




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