Como se acercaba fin de año, muchas parejas se creaban o comprometían, ansiosos por dar pie a formar una nueva familia. Viendo a Lyssa y Lesson, su relación tan dolorosamente tierna, me preguntaba cuándo serían ellos los siguientes en unirse.
—Entonces, ¿Lesson piensa pedir tu mano? —le pregunto Cyna un día, cuando Lyssa acomodaba mi desayuno en la mesa.
Yo acababa de dejar el lecho, todavía vestida con mi ligero camisón, una bata mal atada y mi mente algo aletargada.
—¿Qué? —murmuré, viendo de una a otra.
Lyssa se ruborizo profusamente mientras Cyna reía a su costa, y yo me sentaba a la mesa con mi estómago rugiendo y la curiosidad despertándome.
—S-si, bueno… —balbuceo—. Ya lo hizo.
Cyna dejó de reír, congelada en su lugar cual estatua por un largo minuto, para luego pegar un chillido y saltar emocionada.
—¡Por todos los Dioses!… ¡Tendremos que preparar todo… el lazo, el vestido, la fiesta…!
—¡Cyna! —le detuvo Lyssa, alzando las manos en un gesto desesperado—. No habrá boda.
—¿Por qué? —murmuré, siendo eco de Cyna.
Lyssa se removió, con la mirada en las puntas de sus zapatos y sus manos estrujando el ya arrugado delantal.
—Yo… todavía es pronto… —balbuceo.
—Oh, vamos. Hace años que está loco por ti… a no ser… —Cyna entrecerró sus ojos sobre ella, sonriendo con cierto aire travieso que su tono aseveró—. ¿Es por su edad? ¿Te preocupa que alguien vea mal vuestra unión?
—Espera —dije, alerta ante tal información—, ¿su edad?
Lyssa gimió, cubriendo su rostro con las manos, y Cyna rio mientras asentía efusivamente.
—Si. Lesson es menor que Lyssa…
—Cyna… —gimoteo ella, dándole una mirada molesta.
—Hace poco dijo que ya tiene dieciocho años —continuó diciendo, ignorándola—. Aunque nunca ha querido decir cuando es su cumpleaños, al menos admite que es más joven de lo que aparenta.
Dioses…
Fijé mi mirada en el vaso con zumo sobre la mesa, intentando comprender la extraña sensación que dicha información provocó en mi pecho.
Lesson tiene dieciocho años… los que tendría...
Sacudí la cabeza y volteé hacia Lyssa encontrándome con sus ojos. La mezcla de sentimientos que vi ahí, revolvieron mi vientre con una calidez… extraña.
—La edad no tiene nada que ver —dijo.
—Si es así, ¿por qué no se casan? —inquirió Cyna.
—Es… —titubeo, desviando la mirada mientras se retorcía—. No puedo decirlo.
Sin más, dio media vuelta y se marchó.
—Oh, creo que la presione demasiado —dijo Cyna, luego de un largo e incómodo minuto.
—Solo… —Tome una bocanada de aire y alcance mi zumo—, hay que darle espacio. Ambas nos disculparemos por presionarla y meternos donde no debíamos.
Asintiendo, Cyna me acompañó comenzando una plática insustancial.
Días después, me hallaba en mi sala tras una hora de correr y ejercicios varios, y el consiguiente baño de agua fría que logró revitalizarme. Lyssa cepillaba mi cabello tras de mí, alegando que debía permitirle atarlo. A lo que me negaba rotundamente.
—Pero se le enredará —alegó, con un borde molesto.
—Al menos una hora, Lyssa. No hay nada de malo en que lo deje así por una hora —medio gruñí.
Ella suspiró y volvió a la alcoba, berreando cuan insoportable me volvían los caprichos. Una sonrisa tiró de mis labios, divertida ante tal berrinche, y más que agradecida por su compañía.
Cuando Cyna y yo nos disculpamos por haberle preguntado y presionado en algo que ella no estaba dispuesta a compartir, no quiso aceptar hasta que la disculpamos por haberse retirado de aquella forma tan brusca. Y así concordamos obviar el tema, centrándonos en las cosas importantes.
Sonaron unos golpes en las puertas, justo cuando Lyssa volvía de haber dejado mi cepillo en la alcoba. Fue entonces a atender, entretanto me inclinaba para coger la tibia taza de té que Cyna me había dejado en la mesita.
—Adelante, milord —dijo, dejando pasar a Tyrone.
—Tyrone, ¿qué tal? —Sonreí, palmeando el lugar a mi lado.
—Bien. Espero no interrumpir —dijo, sentándose con una sonrisa titubeante.
—Descuida —dije.
—¿Le gustaría beber algo, milord? —le preguntó Lyssa.
Él le dirigió una sonrisa, sacudiendo ligeramente la cabeza.
—No, muchas gracias señorita Lyssa. En realidad… ¿podría darnos unos minutos?
Lyssa me dio una mirada sorprendida, evidentemente esperando que consintiera o no semejante petición. Lo lógico, y dado a que la orden de no dejarme a solas con alguien que no fuera mis doncellas y escoltas, además de Noemia, los reyes o Lesson, seguía en pie… debía negarme. Pero la confianza y curiosidad se impusieron.
—Está bien —murmuré.