Hielo y Fuego

4.

Capitulo 4

CLAIRE

La lasaña huele bien. Demasiado bien para lo rota que está esta casa. Dmitri me pregunta si abro el vino. Le digo que sí, aunque sé que va a terminar sirviéndose una copa solo. Está nervioso. Yo también. Intentamos hacer esto parecer una cena familiar. Una rutina. Una mentira.

Escucho la puerta abrirse.

—Ah, perfecto —dice Lev al entrar—. Jugamos a la familia feliz. Qué patético.

Su voz es un muro. Me giro, trato de mantenerme tranquila.

—¿Cómo fue el entrenamiento?

—Horrible. Incómodo. Igual a esto.

Va directo al refrigerador, como si no existiéramos.

—Lev —interviene Dmitri—. Hay comida en la mesa. Solo siéntate a comer.

—No, gracias. No quiero interrumpir su velada.

Quiero gritarle que no sea así. Pero no tengo fuerza. Me limito a decir:

—No interrumpes. Íbamos a cenar los cuatro. Pero Anya no respondió. Está muy enojada…

—Normal —responde Lev, untando pan como si fuera un castigo—. Yo también lo estoy. Pero es su momento, ¿no? Lo que pensemos no importa.

Marco. Espero. Suena.

Contesta. Su voz es hielo.

—Estoy en casa de Daen. Luci ya se fue. Pero yo me voy a quedar a dormir aquí.

Siento que el piso se mueve bajo mis pies.

—¿Con qué permiso, Anya?

—Con el mismo que usaste para liarte con el padre de mi archienemigo.

Dios.

—Que Daen duerma en el sillón —le digo, tragando bilis.

—Dormirá conmigo. En su cama. En su habitación. Somos mejores amigos. Como Dmitri y tú. ¿Qué puede pasar?

El sarcasmo es tan filoso que siento que sangro.

—No te atrevas. Lo quiero fuera de tu habitación.

—Tendremos sexo. ¿Algún consejo?

Me quedo sin aire.

—Voy en treinta minutos. Te haré pasar vergüenza frente a todos, lo juro.

—Treinta minutos es suficiente para una primera vez.

Y cuelga.

No me muevo. No respiro. Miro a Dmitri. Ni siquiera puede sostenerme la mirada. Quiero destruir algo.

—Estará castigada de por vida.

—¿Te llevo? —dice Lev.

No lo miro. Solo asiento. Dmitri balbucea algo sobre el horno.

—Comeremos pastel. Que quede perfecto.

No sé por qué digo eso. Pero necesito que algo, algo, salga bien.

---

LEV

Conduzco. No la miro.

Claire está a mi lado. Doblada hacia dentro. Seca. No sé si está llorando o conteniéndose. No me importa.

Dice:
—Gracias por llevarme.

Digo:
—Ok.

Silencio.

Entonces ella habla de nuevo. Siempre hablan de nuevo.

—Sé que tus razones para estar enojado no son las mismas que las de Anya.

Ah.

—¿Ah, sí? ¿Cuáles?

Titubea.

—No sabía que el accidente... que fue por mi culpa.

Aprieto el volante. El coche sigue recto. Velocidad constante. No me detengo.

—No lo hagas —digo.

—Solo quiero decir que...

—De verdad me da igual.

Silencio. Pesado. Se traga sus palabras. Y yo las odio más por eso. Porque si vas a romper algo, al menos ten el valor de mirarlo mientras lo haces.

—Nada me importa —repito, esta vez más bajo.

Frenamos en la casa de Daen.

Ella se mueve. Yo también. Estoy por salir cuando abro la boca sin querer:

—Eso es exactamente lo que detesto de ambas.

Se gira.

—¿Qué cosa?

—La forma en que fingen que realmente les importa lo que no.

Salgo. No espero su respuesta. No la necesito.

---

ANYA

Daen huele a incienso de lavanda. Su habitación es cálida. Su cama está tendida. Hay Scrabble sobre la alfombra y chocolate en dos tazas.

Debería sentirme segura. Pero no quiero estar segura. Quiero estar viva.

—¿"Recíproco" lleva tilde? —me pregunta.

No respondo.

—¿A todas las chicas que traes a tu cuarto les sacas el Scrabble?

—Muy pocas chicas han estado aquí.

—Pero estuviste con Tyla, ¿no?

Silencio.

—Luci dijo que le bajaste las estrellas.

Se incomoda. Sonrojo tonto.

—No es correcto hablar de eso —dice—. Lo que uno hace con alguien no es un trofeo.

—¿Y yo qué soy, entonces? ¿Tu excepción honorable?

—Eres preciosa.

Me arde algo en el pecho. No sé si es ternura o rabia.

Me quito la camiseta. No para seducirlo. Para entender si existo.

—Entonces házmelo sentir. Por favor.

Me besa. Es dulce. Demasiado dulce.

Lo odio por eso.

Y entonces, la puerta se abre.

—¡¿Qué está pasando aquí?!

Claire.

Me cubro por reflejo. Su mirada es fuego. La mamá de Daen entra detrás y deja caer una bandeja. Daen se aparta de golpe.

—¡Daen! —grita su madre.

—¡No es su culpa! —dice Claire—. ¡La culpable soy yo!

Eso es lo que siempre hace. Cargar la culpa como si fuera nobleza. Como si ser mártir la redimiera.

—¡Exacto! —le grito—. ¡Siempre tú! ¡Todo es tu culpa!

Me toma del brazo. La golpeo sin pensar.

—¡Te vas conmigo!

No. No.

Me cubren con una manta. Me arrastran fuera. El mundo gira. Estoy medio desnuda. Pero no me importa.

Odio. Todo. La odio.

---

LEV

Claire sale arrastrando a Anya. Ella va medio cubierta, gritando. Veo la manta caer. Está en brasier. Ella no lo nota. Claire tampoco.

Yo sí.

—¿Trajiste a Lev para molestarme? —dice Anya—. ¿En serio, Claire? ¡Te odio!

Claire levanta la mano. No sé si para contenerla o para golpearla. No lo pienso.

La abofetea.

No sé por qué me muevo. Pero lo hago.

—¡Póntela! —le grita Claire, arrojándole una camiseta.

Anya la mira. Me mira. Tira la prenda al suelo.

—¡No voy a ningún lado contigo! ¡Te odio!

Siento que el aire me corta. Y sin saber por qué, sin tener un motivo claro...

—¡Ya basta! —grito.

Y por un segundo, ambas se callan.

Las miro. A las dos. Claire temblando, Anya desnuda de alma, más que de cuerpo.

No sé a cuál quiero proteger. A ningúna, honestamente son iguales, arruinan todo lo que tocan.

Pero mi cuerpo camina solo, no se porque, no puedo quedarme al margen. Dudó un minuto. Suficiente para que Anya me mire, me rete, y salga corriendo. La manta cae. Claire va tras ella. Yo... suspiro. Me quedo un segundo quieto, como si eso bastara para que todo se arregle. Pero no. No voy a ceder. Es lo que quiere ser el centro de atención Siempre. Inmadura.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.