Capítulo 16 — Anya
El reloj del comedor suena con una exactitud cruel.
08:03.
Yo intento concentrarme en mi desayuno, pero no le he dado un solo bocado.
Claire corta fruta. Dimitri hojea el periódico. Yo bebo agua como si eso pudiera borrar lo que sé. O lo que imagino.
Lev no volvió anoche.
Y eso debería darme igual.
Solo que no me da.
Dimitri deja el tenedor.
—No ha llegado aún.
—A lo mejor va directo —dice Claire, sin levantar la vista.
—¿De casa de Luci? —pregunta él, lento. Ya sospechando.
—Eso fue lo que me dijo —contesta Claire, sin drama.
Y en ese segundo, la traición me atraviesa la garganta. Literal.
El agua se me va por el camino equivocado. Toso. Me ahogo. Golpeo la mesa.
—¡Anya! —dice Claire, alarmada, corriendo a ayudarme.
Dimitri deja el diario y me da unas palmadas.
Yo apenas respiro. Me arden los ojos. Trago como si me hubiera atragantado con mi propio orgullo.
Y justo entonces, como si la escena lo esperara para su entrada triunfal...
Lev entra.
Sereno. Impecable.
Caminando con esa tranquilidad exasperante, como si no acabara de pasar la noche con mi mejor amiga. Como si no tuviera el poder de hacerme hervir la sangre con solo existir.
—Buenos días —dice.
Su voz me golpea más que el agua.
Tiene esa maldita calma que me enerva. Como si nada tocara su órbita.
—Buenos días —responden Dimitri y Claire.
Yo no digo nada. Me limito a observarlo mientras se sirve huevos con la indiferencia de quien no tiene nada que explicar.
Hasta que Dimitri lanza la bomba:
—¿Entonces te quedaste con Luci?
—Sí —responde Lev sin mirar a nadie.
Claire gira el rostro, interesada.
—¿Dormiste con ella?
—Técnicamente.
Mi cuchillo resbala contra el plato con un chillido metálico.
—¿Técnicamente? —pregunta Dimitri, frunciendo el ceño.
Lev se encoge de hombros.
—Nos quedamos en el auto.
—¿En el auto? ¿¡Luci y tú!? —Claire ya está escandalizada.
—¿¡Haciendo qué exactamente!? —exploté.
No lo planeé. Solo… salió.
Lev me mira por primera vez. Su expresión es plana. Casi aburrida.
—Comiendo helado. Hablando.
Dimitri y Claire lo miran como si acabara de confesar un crimen pasivo-agresivo.
Yo no puedo más.
—¿Desde cuándo son tan amigos ustedes dos?
—No sabía que eso te preocupaba tanto.
—¡No me preocupa! Solo que… —respiro hondo— Es raro. Nada más.
Claire alza las cejas.
—Anya… ¿tú eres la madre de Lev ahora? ¿Qué te pasa? Estás actuando como si estuvieras loca.
—¡Luci es mi mejor amiga! —respondo, incapaz de callar— Y él no puede simplemente… aparecer y robársela como si nada.
Lev baja el tenedor con un leve clic sobre el plato.
—Yo no robé nada.
—¿Ah no?
—Tú la dejaste —dice, sin levantar la voz—. Por tu novio. Y por tu nueva gente. Tus porristas. Tus jugadoras de hockey. Tu circo de imbéciles.
—¿¡Luci te dijo eso!?
—No puedo revelar fuentes. Información clasificada.
La rabia me sube al cuello.
Pero también una punzada de algo más profundo. Como si algo que yo no protegí, él sí lo hubiera cuidado.
Claire y Dimitri se miran.
No sé si están divertidos, confundidos, o aterrados.
Yo solo quiero que Lev deje de mirarme como si no sintiera nada.
Y yo deje de sentirlo todo.
Lev se levanta de la mesa con la misma frialdad con la que llegó. Dice que se va a bañar, que ya regresa, que tiene que cambiarse para ir a clases.
Tan normal. Tan él. Como si no acabara de descolocarme por completo.
Yo lo observo salir del comedor y luego corro a mi habitación.
Voy furiosa. Quiero… no sé… ganar. Lo que sea que estemos jugando.
—¿Quieres jugar? Jugaremos —murmuro frente al espejo.
Desenredo mi cabello, lo recojo con precisión. Me maquillo. No mucho, pero lo suficiente para parecer sin querer queriendo completamente hermosa. Doble capa de pestañas. Rubor en el lugar exacto.
Perfume. Dos, tres sprays. Uno extra por si acaso.
Cuando bajo de nuevo, Claire me mira desde la cocina.
—¿Pero vas al colegio o a modelar?
Lev pasa a mi lado. Me lanza una mirada de reojo. Sutil. Se traga un suspiro, y eso me basta para saber que le dolió. Bien.
—Mañana cumplo dieciséis —le digo a Claire, cruzándome de brazos—. ¿Me dejaste tener novio pero no puedo usar maquillaje?
Claire parpadea.
—No he dicho nada.
—Eso pensé.
Dimitri entra al rescate.
—Bien. Ya basta de dramas adolescentes matutinos, por favor.
—¡Bff! —respondo yo con un bufido digno de un Emmy.
Recojo mi mochila. Doy media vuelta sin mirar a Lev. Claire y Dimitri se despiden.
Él no dice nada. Ni una palabra.
Idiota.
Salgo al porche y saco mi teléfono. Tecleo con los dedos temblorosos.
Anya: Buenos días, amor. ¿Dónde estás?
Tarda.
Daen: Buenos días ❤️ No podré ir por ti. Hubo fiesta en casa de Yelena después de la práctica. Nos fuimos directo.
¿Qué?
Anya: ¿Y no me dijiste nada? ¿Ni de la fiesta ni de que no vendrías? ¿Qué soy, Daen? ¿Una estúpida?
Daen: No te quedaste a mi entrenamiento. Te fuiste con cara de funeral después de que Luci y Lev se dieron. Y dijiste que estabas cansada. Además soy tu novio, no tu chófer.
El grito me sale solo. Un aullido frustrado al cielo. Tiro el teléfono dentro de la mochila y quiero llorar, pero no. No ahora. No hoy.
La puerta de entrada se abre.
Lev sale. Perfecto. Impecable. Con su maldita mochila cruzada al hombro, el cabello mojado, ese perfume caro que flota como un insulto.
Me lanza una mirada rápida y dice, seco:
—Se olvidó tu novio de venir.
Yo enderezo la espalda.
—Tuvo un inconveniente —miento.
—Ah, ya. —Lev alza una ceja. No dice más.
El aire se vuelve más denso. Me doy media vuelta con rabia y grito desde el pasillo: