Mientras la joven terminaba de relatar lo vivido durante esos años alejada de sus seres queridos, la lluvia había cesado de golpe y el cielo en penumbra quedó en completa calma. Unos pasos ligeros pero firmes hallaron el recorrido de salida, deteniéndose al llegar a las escaleras del palacio. En el exterior del palacio el aire le pareció asfixiante y gélido en lugar de ser reconfortante después de haber escuchado la verdad de sus labios. Cada bocanada dada se sentía como una nueva quemadura en su garganta haciéndole imposible expresar palabra alguna. Aún tratando de asimilar el pasado vivido por su ex prometida quería gritar de impotencia, cegado por su orgullo herido en aquel momento no midió sus palabras a la hora de despreciarla.
La hanyō había ido detrás suyo, temerosa, se acercó a él y sin pensarlo tomó su mano entre las suyas para hacerle saber que comprendía su sentir. El demonio se giró lentamente mirándola fijamente, lo que ella vio en su mirada le partió el alma en dos. Ese profundo desprecio que desde el día de su separación le habían devuelto sus hermosos iris dorados, se había disipado por completo. Extrañamente había ternura en ellos, como si ambos fuesen los mismos que habían sido en ese entonces, y que el tiempo pasado nos los separaba abismalmente; aunque también vislumbró una chispa de anhelante esperanza comenzando a brillar en lo profundo.
Ante lo demás Sesshōmaru podía mantener su cara de póker, nada en él revelaba sus sentimientos pero tratándose de Sayumi eso siempre fue diferente, no podía evitarlo y ella con una sola mirada podía saber con exactitud todo lo que él guardaba en su interior a pesar de que ni a solas se permitía demostrarlos. Los ojos de la hanyō parecían reflejar sus más profundos sentimientos, lo que provocaba que levemente surgieran, aún sin quererlo. La necesidad de protegerla floreció en su pecho una vez más al ver la angustia con la que ella se había acercado a él para saber cómo se encontraba.
Sesshōmaru llevado por el impulso de aliviar el corazón de la joven tomó una de las manos con las que ella sostenía la suya, atrayéndola a su pecho para envolverla en un abrazo cargado de todos los sentimientos que durante tanto tiempo había reprimido en su interior. Se separó de Sayumi tomando su rostro entre sus manos y besó su frente con el cariño de antaño, en un intento por borrar la distancia que cruelmente los había separado. Pero, al pensar en ello el ambiente se fue enfriando, la hanyō no pudo evitar temblar al darse cuenta que la tensa atmósfera y que la temperatura había bajado un par de grados. Sus ojos se cruzaron, reflejando el enorme odio que embargaba al demonio, fue entonces que comprendió lo que pasaba por su mente. Ninguno de los dos era realmente responsable de lo sucedido sino que el único culpable era ese repulsivo y desquiciado humano. ¡Maldito! Maldito sea por llenar sus vidas de miseria.
Nuevamente sus colmillos se clavaban sobre su piel, ella limpió su boca con un pañuelo de seda que sacó de unas de sus mangas. Regresó sobre sus pasos para partir al encuentro del enemigo pero Sayumi se adelantó deteniéndose frente a él, tomando su rostro de la misma forma en la que él lo había hecho anteriormente juntó sus frentes para darse ánimos y hacerle saber que lo seguiría a dónde sea. Sesshōmaru asintió levemente, tomados de las manos salieron volando a toda velocidad rumbo a tierras siniestras. Dirigiéndose a un destino sombrío los demonios van rumbo al norte, dónde se encuentra el castillo de Hisato.
Dentro del palacio la Diosa Perro miró a Jaken preguntándole sobre los sentimientos de su hijo en ese momento, a lo que él respondió que era la primera vez que veía esas expresiones en su rostro pero con los años que llevaba conociéndolo sabía que estaba realmente furioso. Rin salió detrás de los demonios justo cuando ella tomaba su mano pero él no parecía hacer nada para alejarla. Sintió que era extraña tal cercanía entre ambos y mucho más que sea con alguien que no fuera ella misma, porque la única persona cercana ha sido la pequeña humana a la que salvó en más de una ocasión.
Rin no entendía el porqué de sus profundas miradas, cargadas de sentimientos que hasta entonces él no había demostrado a nadie. Lo que más la conmocionó a la joven humana fue ver que el «amo bonito», envolviera a la mujer en sus brazos tan cariñosamente, justo en ese momento le pareció que un puñal invisible atravesaba su corazón; había llegado desarrollado sentimientos profundos por Sesshōmaru y desconocía el pasado que unía a estos dos demonios tan diferentes entre sí. Poco después ellos partieron y sus piernas se aflojaron haciendo que caiga al piso. Ella no pudo evitar que de sus ojos se derramara un reguero de amargas lágrimas, incrédula se tocó el rostro sin entender qué era lo que tanto le dolía.
* * *
Uno al lado del otro los demonios, con sus manos entrelazadas volaban en la oscuridad de la noche. Sus mentes están llenas de pensamientos plagados de recuerdos, nublados por emociones que apenas pueden contener. La hanyō, sin saberlo, guarda cierta esperanza de un futuro junto a quién siempre ha amado. Todas las dichas y desgracias vividas aún no le quitaron las ilusiones de formar una verdadera familia. Siendo una niña había anhelado crecer dentro de un ambiente familiar, al perder a su madre entendió que estaba en ella tener eso en algún momento de su vida.
Desde el día en el que a sus tres años junto a Amaya huyeron sin mirar atrás, había pensado en cómo sería una familia en la que se tenga a ambos padres. Muchas veces estando con su madre o sus amistades tenía pesadillas dónde aquél monstruo la miraba fijamente e intentaba acariciar su cabello. Solía despertar llorando y cuando madre no estaba cerca dormía de la mano de Izayoi. Durante el tiempo en el que lograron mantenerse a salvo su progenitora buscó quién pudiese instruir a ambas como sacerdotisas, en un intento de que su hija tuviese alguna posibilidad de defenderse del malvado.