Días atrás la razón por la que Sesshōmaru y Yumi cruzaron sus caminos no fue una simple casualidad. La sacerdotisa había oído historias perturbadoras respecto a alguien de su pasado que tendría que estar muerto. Tratando de reunir información sobre esa persona siguió algunas pistas coincidiendo con su ahijado InuYasha, quién estaba cazando un demonio de menor rango. Ambos lo acorralaron en un acantilado, en el momento en el que sus miradas se cruzaron el reconocimiento llegó de inmediato. El hanyō se sorprendió mucho al volver a verla mientras que su madrina no pudo esconder la emoción que inundó sus ojos. El demonio aprovechó la distracción de sus perseguidores y saltó al vacío. A pesar de los esfuerzos de la sacerdotisa en saber la verdad no consiguió respuesta alguna que satisfaga a sus innumerables interrogantes.
En el trayecto de regreso se contaron sobre sus vidas; él sobre su trágica historia con Kikyo, de cómo había despertado 50 años después para conocer a su actual esposa, Kagome, de los amigos que había hecho y de la aventura vivida junto a todos ellos para que la perla de Shikon no caiga en manos del temible Naraku. Por su parte, ella le contó lo que había vivido con Sesshōmaru y la razón de su separación; qué después de unos años de estar prisionera pudo enamorar al encargado de atender que ella esté con vida. Así fue cómo una noche el muchacho provocó un incendio en el palacio, ninguno de los soldados o sirvientes notó su ausencia hasta que fue muy tarde. Llegó a la torre donde estaba encerrada y con mucho esfuerzo le arrancó las agujas de su cuerpo las cuales estaban demasiado adheridas a él. Abrió las cadenas que la sujetaban y la sacó de ese horrible lugar.
Estar con su ahijado luego del escape hubiese sido peligroso para ambos, aunque la creían muerta aún así podrían estar buscándola, y por esa razón no había tenido ningún tipo de contacto con InuYasha en su niñez o adultez, incluso pondría en la mira nuevamente a Sesshōmaru de darse tal caso. A Sayumi casi le había costado la vida escapar de Hisao y fingir su muerte no había sido fácil. Ella se disculpó de corazón por no haber podido ser parte de su vida y protegerlo, pero el joven demonio no estaba enojado con su madrina y la perdonó por todo. Regresaron juntos de su viaje, el hanyō la invitó a pasar unos días en su casa y que conociera a su esposa a lo que Yumi declinó la tentadora oferta por tener un compromiso previo y prometió visitarlos en un futuro cercano.
* * *
Mientras se vestía apresuradamente con las ropas de Kuro Miko pensaba en las palabras de Myōga. Al parecer el joven había salido de su casa hacía unos días siguiendo el sospechoso rastro de unos demonios de bajo nivel y aún no había noticias de él. La pulga sabiendo que recientemente se habían encontrado fue en su búsqueda. El último paradero que se sabía del hanyō era que se había adentrado a tierras donde hacía tiempo un alma humana no pisaba. Al salir de la habitación distraída en sus pensamientos chocó contra un fuerte pecho, levantó la cabeza y Sesshōmaru la contemplaba seriamente con una mirada cargada de curiosidad.
-Apártate-, pidió ella llevando sus manos a su cálido pecho y empujándolo.
-No termino de comprender cómo o porqué Myōga vino a verte-. Expresó abiertamente.
-No es asunto tuyo el tipo de relación que tenga con Myōga o InuYasha. Si ya estás recuperado eres libre de marcharte.
Apresuró su paso para salir de la casa y dirigirse en la búsqueda de InuYasha lo antes posible. A medida que avanzaba iba pensando en las cosas que le contó sobre su pasado. Recordaba cada detalle de sus años de cautiverio. Muchas veces al cerrar los ojos podía ver cómo el joven que la había ayudado a escapar le devolvía una mirada llena de horror mientras el brillo abandonaba sus cuencas al morir. Algunas noches podía sentir que las cicatrices en sus pies ardían y dolían como si recién las hubiese recibido, resultado de haber corrido descalza durante interminables horas. En contadas ocasiones pronunciaba el nombre de la hanyō que intentó ayudarla cuando tropezó con una roca, cayendo de rodillas sin poder levantarse debido al cansancio. La muchacha cargó con ella a su deteriorada cabaña a la orilla de un río, curó a Sayumi y ésta cuando tuvo más fuerzas la mató brutalmente, aprovechando que la medio humana se le parecía. Le puso su ropa a la chica, luego de provocarle heridas similares a las que tenía al escapar. Luego se arrojó al río y su rastro se perdió en las profundas aguas.
Después de ser arrastrada por la corriente varios días, llegó a una aldea donde unos ancianos la alojaron en su casa. Allí estuvo un tiempo recuperándose. A veces los ancianos la encontraban en la noche meditando. Estuvo así varias semanas intentando cambiar su apariencia; al principio podía mantenerse cómo humana solo unos segundos, pero poco a poco pudo hacerlo durante mucho más tiempo. Lograba verse igual que una humana cualquiera por medio día, después volvía a ser hanyō. Por eso, comenzó a viajar mientras se veía como una muchacha normal, vistiendo como una sacerdotisa con ropas claras. Pasó décadas perfeccionando esta técnica, solo en los días de luna llena volvía a ser medio demonio. Una vez que logró revertir los cambios recorrió el mundo cómo una Kuro Miko así
Sacudió la cabeza intentando alejar todas esas cosas. Sentía el aroma a Sesshōmaru a pocos metros de distancia. No quería que él la siguiera, por suerte no se había enterado de que era madrina de su hermano ni había descubierto su identidad. Varios días después puedo llegar a ese lugar tan lejano del que había querido mantenerse alejada de por vida. Al poner un pie en el bosque sintió que escalofríos recorrían su cuerpo. El ambiente era frío y lúgubre, no llegaban los rayos del sol a ningún rincón de la tierra. Trató de moverse con sigilo pisando con las puntas de pies el seco y negro suelo. Parecía que los árboles apenas tenían vida, el silencio era tan ensordecedor que ni el sonido del viento pasaba por allí. Durante un día se adentro en ese bosque que parecía no tener fin, nada era como ella lo recordaba. Cuando era niña el sitio rebosaba de vida, pero desde que la habían capturado, siendo prisionera tras los muros del palacio todo se empezó a deteriorar, llegando a empeorar tras su partida.