¿Cómo que no había entrado nadie? Yo lo vi, estaba frente a mí, parado sin decir nada, solo me miraba o es lo que sentía, pero ¿cómo no iba a estar?, yo...ya no sé qué creer, por un momento estaba tan segura de que él había entrado, pero ahora no sé si realmente estaba cuando tropecé.
Mi amiga aún estaba frente a mi mirándome con curiosidad. Yo aún estaba atrapada en mis pensamientos que cada vez se volvían más confusos. No me di cuenta de su presencia hasta levantar la vista de mis manos y estaba ahí mirándome con cara de enojo, me dijo:
—¿Me estás escuchando? —preguntó de brazos cruzados.
— ¿Ah? Sinceramente no, disculpa es que estaba pensando–dije nerviosa.
— ¿Y en qué pensabas tanto? —añadió exasperada
— en... —trataba de buscar una excusa convincente.
— ¿En qué? —preguntó impaciente.
— mmm...lo olvidé –dije con decepción.
—¡Oh!, ¿enserio? —formuló no muy convencida.
— Sí en serio, son cosas que pasan —mencioné levantando los hombros, con una sonrisa forzada.
Miré el reloj y mi turno ya había acabado entonces le dije:
— Mira la hora, ya me tengo que ir a casa — informé acelerada
— ¿Quieres qué te acompañe? – me preguntó Emmy.
— No gracias, prefiero irme sola —agarré mi cartera y mis cosas.
— Bueno como quieras, adiós —observó a unos clientes y se dirigió a sus mesas
— Adiós, para la otra entonces— asintió y siguió atendiendo la mesa.
Al salir sentí como un mareo embargaba mi cuerpo, eso sí este fue mucho más leve que el primero, así que pasó mucho más rápido.
Más repuesta continúe caminando por la avenida, muy insegura, sentía que alguien me miraba y me seguía, me detuve y mire por todos lados, no había nadie. Aún seguía sintiendo su mirada. Mi corazón latía muy rápido. Me hacía sentir vulnerable, solo atiné a correr hasta llegar a mi casa, aún lo sentía, estaba ahí, lo sé.
Saqué mis llaves con nerviosismo, las manos y las piernas me temblaban, ya dentro no me sentía muy segura, estaba demasiado asustada para tranquilizarme.
Cerré todas las cortinas para no sentir su insistente mirada, que aún estaba ahí, me senté en el sillón y mi mente volvió a hacer de las suyas. Comenzé a recordar todo desde mi primer mareo, comencé a comprender lo que sucedía: era el hombre del restaurante, con el que había tropezado, él era el que me seguía, no tengo duda de eso, pero, ¿por qué me sigue a mí? No tiene sentido, no nos conocemos ni siquiera he visto su rostro, solo necesito saber que...
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un fuerte golpe, me dirigí al lugar y la ventana estaba abierta, me acerqué para cerrarla, pero un nuevo mareo azotó a mi cuerpo, está vez fue un poco más fuerte, necesité afirmarme de un mueble para no caer.
Cuando todo dejó de dar vueltas, cerré la ventana y las cortinas, subí a mi habitación, me cambié la ropa y me acosté, su mirada y presencia aún estaban ahí mirándome de cerca.
Estaba demasiado cansada para seguir dándole vuelta al asunto, así que cerré los ojos para dormir, cuando de pronto sentí un crujido en la ventana. Me levanté.
Mis manos me temblaban, abrí la cortina y todo comenzó a dar vueltas, solo vi una sombra que se alejaba y una voz se apoderó de mi mente diciendo: ¡tú no perteneces aquí! El mareo pasó, la voz misteriosa se fue y solo quedaron sus palabras grabadas en mí, ¿qué querría decir con eso?
Cerré la cortina y regresé a la cama.