Tenía tantas dudas que solo él podía responder. Pensé que jamás las respondería, pero ahora estamos de frente, cara a cara, y me surgen muchas dudas más. Ya no sé qué pensar, ya no sé qué es ni qué quiere, pero está aquí y tengo la oportunidad de saber que sucede.
Nos miramos por un largo tiempo como dos desconocidos. Tenía la mente en blanco, no sabía cómo reaccionar...él era diferente evidentemente, no era humano y eso me aterraba, porque yo sé que esperar de uno de los míos pero no sé que esperar de él. Aún así por alguna razón no siento que sea peligroso.
Su aspecto era muy parecido a un humano tenía dos brazos y piernas, su piel era de azul turquesa, en sus hombros llevaba estampados dos truenos dorados, sus brazos eran recorridos por dos haces de luz, en su frente tenía un sol, sus orejas eran como las de un duende, pero invertidas y sus ojos eran amarillos como el oro. No se veía agresivo y probablemente su parentesco a nosotros me daba algo de confianza.
Me acerqué a él lentamente, pensé que retrocedería como en las películas de ciencia ficción, pero no, él también se acercó me tomó la mano y cerró los ojos, luego dijo:
— Eres tú —informó abriendolos.
— ¿Yo soy quién? —pregunté confundida.
— Eres Nat—dijo abriendo los brazos de manera entusiasta.
Lo mire durante un largo tiempo, sin entender nada de lo que dijo, él se percató.
— Disculpé si fui grosero, debí haberme presentado primero, mi nombre es Ene y vengo del planeta Oxul— señaló cortésmente.
— Bienvenido a la tierra Ene, mi nombre es Madison, me gustaría saber qué te trae por aquí—indiqué con un tono agresivo. Con tan solo escuchar que era de otro planeta me dejo aun más confundida.
— Madison no me trates como a un enemigo nosotros somos iguales—añadió pacíficamente.
— ¿A qué te refieres con qué somos iguales? —interpelé con curiosidad.
— Vine aquí para buscarte a ti, tú no perteneces a la tierra, tú eres de Oxul y eres la salvación de nuestro planeta, te necesitamos Nat —destacó optimista.
Una parte de mí sabía que era así y la otra había quedado perpleja, ¿cómo que no pertenezco a la tierra?, soy humana o eso creo, entonces dije:
— ¿Cómo es eso posible? —aludí débilmente.
— Tus padres eran de Oxul, ellos querían explorar las maravillas de la tierra, pero algo salió mal y te dejaron en un orfanato, por tu seguridad, ahí viviste hasta que cumpliste la mayoría de edad —informó persuasivo.
— ¿Qué pasó con ellos? —hace años que no me recordaba de ellos. Bueno, técnicamente jamás los conocí. Pero recuerdo que durante un tiempo hasta los busqué. Jamás los encontré y desde entonces perdí todas las esperanzas de conocerlos.
— Fallecieron, lo lamento mucho —enunció mirando el suelo.
—¿Quién es Nat? —cuestioné con curiosidad. No me sentía comoda hablando de mis padres, por lo que preferí cambiar de tema.
— Eres tú, así te nombraron ellos —señalo no muy convencido.
— Mmm...igual es un lindo nombre, ¿tú eres el que provocaba mis mareos verdad? —interrogué cambiando de tema.
— Si, pero es algo involuntario es una forma de protegernos ante miradas humanas o de cualquier otra especie —explicó tranquilamente.
— Interesante...¿Por qué ya no me mareo estando cerca tuyo? —interpelé con tono de investigador.
— Porque, aunque sea involuntario, igual es posible controlarlo, es algo complicado de explicar —señaló nervioso.
— Mmm...tiene sentido, ¿porque me seguías?—dije con intriga.
— Tenía que estar seguro de que eras tú, no puedo decirle a cualquiera que es un extraterrestre viviendo en la tierra ¿no crees? —indicó con ironía.
— Sí, tienes razón, pero te diré que no es muy cómodo —informé cruzando los brazos.
— Lo sé te incomodaba bastante y eso me mataba de risa —destacó sonriente.
— ¿Y tú cómo sabes? —cuestioné mirándolo fijamente.
— Leo mentes lindura, por eso ahora te estoy contando todo esto, porque me descubriste, eres mucho más inteligente de lo que pensaba, mis respetos —añdió burlesco.
— Ajá gracias, pero no me llames así. ¿Pero si ya leías mi mente no podías saber que era yo a la que buscabas? —consulté buscando una explicación.
— Probablemente, pero no puedo obtener más información que la que estas pensando en el momento, es lo único que puedo leer —inquirió calmo.
— aaaa...entonces no eres tan poderoso—mencioné con tono de burla.
— No aún, los oxtrilitas alcanzamos nuestro poder a los 300.000 años y yo solo tengo 3.000 lo que aquí en la tierra serían 20 años, ósea tu edad —enunció serio.
— Entonces la medida de los años en tu mundo es mucho más diferente que aquí, ¿por qué? —dije tratando de entender su mundo o ¿nuestro mundo?, pues ya no sé.
—En serio vas a hacer que mi cerebro estalle, haces demasiadas preguntas en muy poco tiempo, ¿sabes? —indicó algo molesto
— Puede ser, pero no te haría tantas preguntas si fueras humano, no sé no comprendo mucho de ti ni de tú o… nuestro planeta, incluso también tengo muchas preguntas más, pero al parecer tú estás harto de mí así que sí quieres puedo ir por algo para comer, hablar de otras cosas normales por así decirlo y descansar de esta locura, pero luego voy a seguir preguntando —anuncié sonriendo.
— Mmm...me parece y realmente me gustaría que me contaras tu experiencia aquí en este planeta —añadió con entusiasmo.
— Dale, voy a buscar algo para picar y hablamos—aludí mientras caminaba a la cocina.
Dejé todo en la mesa de centro y comenzamos a conversar.
— Bueno mi vida aquí no ha sido tan fácil, en un inicio odiaba todo, no me sentía muy cómoda aquí, debe ser por eso de que no pertenezco a este lugar, la cosa es que luego de salir del orfanato mi vida cambió tuve que aprender a hacer todo por mi cuenta. No conocía a nadie y eso me hacía sentir apartada del mundo. Entonces comencé a buscar trabajo hasta que conseguí ser mesera en el "City " ahí conocí a Emmy, mi amiga, la primera, luego comencé a ir a la universidad y ahí conocí a John, solo entonces sentí que pertenecía a la tierra, ellos me ayudaron a pertenecer y son lo único que tengo aquí—mencioné con tristeza —probablemente este no es mi lugar.
— A lo mejor fue difícil, pero conseguiste sentirte a gusto en un lugar desconocido y eso no es para cualquiera, adaptarse es lo más importante de esta vida y si no lo logras te sientes fuera de lugar...es algo que a todos nos sucede —se refirió evitando mirarme. Me fue reconfortante saber que me entendía, por años fui objeto de burlas y malostratos (por lo menos durante mi estadía en el orfanato) saber que alguien me entendía me hacía sentir optimista.
— Así que pasaste por algo parecido —destaqué con una leve sonrisa.
— Algo así, pero no me gusta hablar de eso —añadió cabizbajo.
— Entonces no me cuentes, no te obligo—dije tocando su mano —puedes confiar en mí y si alguna vez decides contarme, estaré aquí —no sé porque dije eso. Por alguna razón sentía que podía confiar en él y a la vez no.
— Ya...basta de sentimentalismo, no es algo que me guste —inquirió sacando su mano
— En verdad lo siento si te hice sentir incómodo —mencioné mirando el suelo.
— No te preocupes...a veces hay que hablar de esas cosas —destacó tocando mi hombro. Un corto intervalo de silencio inundo la estancía.
— Puedo hacerte una pregunta —añadí con delicadeza.
— Okey...la última, mañana me puedes hacer las que quieras, por hoy con esta y cerramos—dijo moviendo las manos.
— ¿Cómo me veo siendo uno de ustedes? —interpelé con entusiasmo.
— Como una flor. Cierra tus ojos —mencionó mientras él también los cerraba y comenzó a tocarme la cabeza.
Cuando los abrí me sentía diferente. Me acerqué al espejo, no era yo, es decir, era mi yo de Oxul. Vi a una muchacha con piel color turquesa, con ojos amarillos, con dos rayas doradas, con dos enredaderas en sus brazos, con la frente decorada por una flor y con un cabello que entremedio tenía hojas que formaban una corona como la de los dioses griegos, esa yo me gustaba, me hacía sentir cómoda y confiada.
Lo mire y él dijo:
— Bienvenida Nat.
Me sentía bien, me gustaba mi otro yo de Oxul, no era la yo que conocía, está parecía ser sacada de una película de ciencia ficción, pero en versión real, me sentía tan a gusto que me olvidé de Ene, entonces volteé nuevamente y le dije:
— Me encanta esto—con una sonrisa.
— Lo sé —comunicó afirmando con un movimiento de cabeza.
En eso alguien golpeó la puerta, ambos quedamos helados mirándonos el uno al otro.