Abrí los ojos siendo Nat, lo que vi no era lo que pensaba, Oxul era un planeta muerto, era un montón de tierra suspendida en un astro, era un mundo deshabitado, sin rastros de vida.
Estaba en un planeta prácticamente desértico, siempre me lo imagine como en esas películas de ciencia ficción, con grandes ciudades, con estructuras extrañas, súper avanzados en todo y todas esas cosas, pero no era así, sino más bien era como el desierto de Atacama, vacío, lleno de arena cristalina, sin rastros de vida a kilómetros, lo único que cambiaba era la atmósfera, su estrella y el clima, no era caluroso, era distinto no era un clima que estuviera en la Tierra. Era como una mezcla de todos, era tibio, frío, terroso, caluroso, lluvioso, todo a la vez.
Su estrella era de color verdoso e irradiaba unos bellos destellos color verde jade, que hacían que toda su superficie tomará ese color, mientras esta brillaba una especie de viento platino más parecido al dorado, surcaba los cielos levantando la arena mezclada de pequeñas piedras coloridas, parecidas a los cristales, que daban vueltas en los pequeños remolinos de aire, su paso era como una hermosa cortina plateada que rozaba la delicada superficie de Oxul, a la vez mientras este corría caían unas diminutas gotas que parecían pequeños diamantes cristalinos que al caer eran absorbidos, o más bien desaparecían de forma inmediata por los poros del planeta. El cielo tomaba un color amarillo brillante parecido al dorado, era una belleza, sin duda era un planeta hermoso, pero le faltaba vida. Por otra parte, su atmósfera era pesada, me costaba respirar un poco, a ratos me sentía mareada, me daba por toser, a pesar de eso me encantaba el panorama que tenía en frente de mí.
A lo lejos se podía ver una especie de carpa armada, con algunos daños, realmente ya parecía un montón de trapos viejos montados en cuatro palos, con telas rasgadas y abandonadas, era lo único que había, la única muestra de vida, no dejaba de ser bello por no tener nada vivo, solo que podría darle otro toque, aun así, estaba confundida, yo pensaba que por como me lo había descrito Ene sería un planeta lleno de seres.
— Ene, ¿dónde están todos los habitantes del planeta? —dije desilusionada.
— No hay —dijo con seriedad.
— ¿Y qué pasó con ellos? —dije intrigada.
Soltó una carcajada y dijo:
— ¡Es una broma!, nosotros no habitamos en el exterior del planeta, sino dentro de él —dijo mientras caminaba— ven sígueme, te enseñaré la entrada.
— ¿Y por qué no nos tele transportamos? —pregunté con curiosidad.
— Porque la tecnología que se utiliza para mantener la delgada capa de tierra no puede ser atravesada por principiantes como tú, ni por seres de afuera solo cruzan los nuestros, los que tienen la experiencia y un COP o como se conocen en tu mundo un chip, que va dentro de nosotros, antes se usaban credenciales, pero eran muy inseguras.
— ¿Por qué viven dentro del Oxul? —pregunté mientras lo seguía.
— Porque es más seguro, estando dentro no nos exponemos a invasiones, no mostramos señales de vida así no atraemos a extraños a analizar el planeta. Además, la atmósfera fuera de Oxul no es para nosotros en cambio dentro nosotros creamos las condiciones para vivir.
— Es increíble —dije mirando al rededor.
— Lo es verdad —dijo con una mirada entristecida — acá está —dijo deteniéndose.
Se acercó a un cráter y puso su mano, donde yo creo que estaba el COP, porque al instante se abrió, era un agujero oscuro, no podía ver nada desde afuera. Ene entró.
— Ven —dijo.
Yo no lo lograba ver así que simplemente confíe en que el estaría abajo y entré. La oscuridad había desaparecido.
— Ene, ¿por qué ya no está oscuro? —dije con curiosidad.
— Es una trampa de última tecnología, en caso de invasores, si llegarán, jamás pensarían que es una entrada a nuestro mundo subterráneo, además la puerta, por así decirlo es del mismo color, por lo que si se llega a abrir ellos nunca sabrían, porque para ellos solo será un agujero. Al usar esta entrada nosotros no podemos tele transportarnos, porque en caso de que alguien que no es de aquí llega a entrar, no podrá salir de esta cápsula.
— Es increíble —dije mirando al rededor.
Estábamos en el corazón de Oxul, las pequeñas gotas se filtraban para ser retenidas en el último piso desde donde luego serían repartidas a todas las ciudades. Nos encontrábamos rodeados de ciudades, que se dividían en pisos, llenos de casas decoradas a gusto de cada oxtrilita. Eran más de cien pisos que se dividían a la mitad formando más de 300 ciudades dentro de un cascarón de huevo, por compararlo con algo, pero multiplicado millones de veces.
Las casas eran pequeñas, de distintos estilos según la ciudad, por ejemplo, en Rakur las casas tenían tres puntas que sobresalían por el techo, mientras que en Carpuch las casas eran puntiagudas como un cono y de él sobresalían tres círculos, (dos a los lados y uno en frente). También cada ciudad tenía una especie de hotel, pero en este caso en todas eran iguales solo cambiaba el nombre.
Aun así, era un planeta humilde, carecía de plantas y animales, todavía le faltaba vida, pues los hogares eran sencillos y aunque por dentro podían tener mil maravillas, se notaba la escasez de alimentos. Las ciudades de más abajo vivían en pobreza, las casas estaban deterioradas tanto por dentro como por fuera. Sucedía los mismo que en la tierra sólo que aquí era un poco más disminuido, pues de vez en cuando se podía ver a uno que otro oxtrilita que bajaba, por medio de tele transportación, a dejarles alimentos, se notaba que los grupos sociales estaban bien marcados.
— Te mostraré tu casa —dijo Ene mientras apretaba un botón.
Aún nos hallábamos en el centro del planeta, no se veía ni un pasillo que conectará con alguna ciudad.
Al apretar el botón, la cápsula en la que nos encontrábamos comenzó a subir hasta que llegamos a la ciudad Erclus, Ene presionó otro botón con el que abrió la cápsula y comenzó a caminar por la nada.
— Sígueme
— ¡Pero si no hay nada! —dije espantada.
— Toma mi mano —dijo mientras se devolvía.
— Esto es asombroso —dije mientras miraba el vacío que estaba bajo mis pies.
Una vez en la ciudad Ene me llevó a una pequeña casa con forma de macetero del que salían dos rectángulos, era de color verde, estaba rodeada de unas malezas secas, que parecían revivir con mi llegada. Al mirar la casa por dentro, me di cuenta de que era mucho más grande de lo que aparentaba ser, tenía muchas cosas que no conocía, pero que se me hacían familiares.
— Esta es tu casa Nat —dijo mientras la señalaba con el brazo —está era la casa en la que vivían tus padres.
— Esta es la casa de mis padres —dije con una voz quebrantada.
— Así es, puedes decorarlo a tu gusto, la idea es que tenga el sello que te define.
— Okey, entiendo —dije mirando la casa con nostalgia.
— Yo ya me voy, nos vemos mañana, cualquier cosa apretá este botón y vengo, o este y tendrás asistencia inteligente —dijo mostrando los botones que estaban a la entrada del living y luego cerró la puerta.
Durante años busqué a mis padres por toda la Tierra, jamás los encontré. Estaba buscando en el lugar incorrecto o mejor dicho en el planeta incorrecto.
Quedé sola en la casa mirando y buscando algo de ellos, pero no hallé nada, de seguro todo lo que había de ellos se perdió en el tiempo, pero aún estaba la casa y ya con eso los sentía conmigo.
La casa era enorme tenía seis habitaciones en total, tenía dos baños, la cocina, que tenía utensilios que no había visto, el living, que tenía un diseño exótico que me agradaba y dos dormitorios, uno de ellos tenía una cuna dorada y el otro una cama de dos plazas.
Y pensar que quizás pude haber vivido toda mi vida en este lugar, todo habría sido diferente, pero las cosas son como son, ya no cambian uno debe cambiar para que las cosas cambien, quizás mis padres no están vivos, tampoco los recuerdo, pero siento que están aquí para mí, siempre ha sido así.
Me quedé paseando por la casa por un largo tiempo, analizando cada habitación, oliéndola y tocándola con melancolía, como nunca antes lo había hecho, sentía que eso me ayudaría a recordar, pero no, solo se me hacían familiares, pero nada venía a mi mente. Jamás me había sentido así antes, jamás dejé que mis emociones me dominarán, pero está vez fue diferente, es como si todos esos sentimientos que tenía guardados salieran, como una ola. En momentos sentía ira, me sentía abandonada, sentía que ellos me dejaron sola a propósito. Al rato sentía alegría, temor, compasión. Me sentía vulnerable, como nunca me había sentido en la Tierra. Me dirigí al sillón y me senté durante un largo rato, mientras unas lágrimas recorrían mis ojos. Sentí por primera vez el dolor de haber perdido a mis padres, por primera vez me afecto su ausencia, por primera vez sentí que los necesitaba.