— ¿Sucede algo? —pregunté desconcertado por su diálogo cortante y su extraña reacción.
— Creo que nos perdimos de algo —escuche decir a Air, que se encontraba algo incómodo por el ambiente que se estaba formando a nuestro alrededor.
— De seguro ya sabes, siempre lo sabes, nunca es necesario que te explique nada —dijo fría. Sus ojos me envolvían en una atmósfera tensa, llenos de ira, llenos de dolor, llenos de incertidumbre, por ellos pude ver en lo que estaba pensando. Era cosa de tiempo para que lo viera, aunque hubiera deseado que hubiese sido en otro momento, uno donde no se pusiera en peligro… ¡la puse en peligro! La culpa parecía ser la sombra que estaba presente en cada momento, pensé que ya la había destruido, pero parece que se ha vuelto parte de mí, desde que tengo memoria ella ha sido mi única acompañante, que he llevado arrastrando como una carga toda mi vida, parece como si estuviese condenado a vivir con ese peso.
— Ya lo sabes —dije bajando la mirada.
— Creo que nos vamos, esto cada vez se pone más incómodo —Agu hizo un gesto a los demás para que subieran al segundo piso con ella. Los mire hasta que ya estaba seguro de que estaban arriba, luego la mire a ella, con sus ojos caídos y su mirada fría.
— Claro que lo sé —dijo con los brazos cruzados —pero tampoco me sorprende.
— ¿A qué te refieres? —pregunté desconcertado por su respuesta.
— Ya tenía mis sospechas y tú ya lo sabías y aun así decidiste no contarme, ahora jamás pensé que se tratara de eso, quizás tuviste tus razones, pero realmente ya no me importa cuales sean —dijo sin mirarme.
— Debí…—no me dejo terminar.
— Pero sabes que es lo que más me duele…—dijo haciendo una leve pausa— que tú no me lo hayas dicho en persona.
— No sabía cómo decírtelo, no quería decírtelo, realmente. No quería que pensarás mal de mí, pero por sobre todo no quería que te arriesgaras ni que sufrieras —dije tratando de acercarme.
— Y creíste que por medio de un recuerdo iba a doler menos —dijo con sus ojos vidriosos—¿arriesgarme?, ¿a qué?, ¿a ir a verlo?, ¿a decirle la verdad?...¿a qué le temes?, ¿qué ocultas?, yo no me arriesgo a nada, pero tú arriesgas mucho, más de lo que te gustaría.
— Nat yo no quise…—dije cabizbajo sin poder terminar.
— No quiero oír tus explicaciones, Ene…—se dirigió a la puerta y dio media vuelta antes de abrir— sabes que es lo peor que yo confiaba en ti, hasta llegué a sentir algo nuevo por ti, que pensé que era la mejor sensación del mundo, pero todo cielo tiene su infierno, como toda rosa tiene sus espinas, ¿no?
— Quizás, pero esta rosa tiene más espinas que pétalos y su infierno está más repleto de llamas que de oscuridad, yo jamás había sentido… —su bella voz interrumpió la mía.
— No sigas —dijo cabizbaja— no quiero sentirme débil, no quiero oír todas esas bellas palabras, porque sé que si te escucho…si te escucho no podré evitar perdonarte.
— ¿Y qué hay de malo en eso?
— Lo malo es que no quiero perdonarte —dijo con una expresión de tristeza.
— Entonces, ¿Por qué no me dejas decirte todo lo que siento?, si al fin y al cabo si no quieres perdonarme, ninguna palabra te hará cambiar de opinión, ¿o sí? —comenté con ilusión. Levantó su mirada cristalina, tan brillante como dos estrellas y tan profunda como cielo estrellado. Se alejó de la puerta y se acercó al lugar donde me encontraba, pero sin acercarse demasiado.
— Quizás ya sabes el por qué, pero de seguro que quieres escucharlo por mí y a diferencia tuya yo soy capaz de decirte las cosas a la cara —dijo enfadada —la verdad es que no quiero oírte porque sé que de alguna forma terminaras convenciéndome. Pero, sabes también quiero que te ahorres todo ese palabrerío que tienes guardado, porque quizás hasta tus sentimientos eran falsos y todas esas frases que me dijiste antes de seguro estaban ensayadas —una lágrima caía por su mejilla, intenté acercarme, pero me esquivaba.
— No digas eso —dije entristecido.
— ¿Por qué no?, acaso no tengo razón, ustedes se hicieron pasar por mis amigos, demás que tú te hiciste pasar por un hombre dulce para conquistarme, con tal de seguir las ordenes seguro que eres capaz de hacer cualquier cosa con tal de cumplirlas —dijo con fragilidad.
— No es así, yo realmente siento todo lo que te he dicho y mucho más, no me hagas esto, no tú, no quiero perderte —dije impotente.
— Demuéstramelo, sabes porque después de tantas mentiras no me sorprendería que todo lo que me has dicho fuera un montaje…—dijo con una voz quebrantada, hizo una pausa y prosiguió diciendo— aún no me has perdido, me has distanciado y demostrármelo no se te hará tan fácil.
— Pero en el caso hipotético de que fuera un montaje, ¿Qué sentido tiene que te siga insistiendo si ya me descubriste? —dije confundido.
— ¿Sabes cuál es la gracia de la mentira? —hizo una pausa— que camuflarla de verdad es tan simple como disfrazar al lobo de oveja, ya que por más que el lobo gruña va a seguir siendo considerado una oveja, por el simple hecho de parecerse a una.
— Pero enserio lo que siento no es una mentira más y me molesta que lo sientas así, de todas formas, te lo demostrare y te darás cuenta de que es así.
— Espero que sea así entonces —hizo una pausa, dirigiéndose nuevamente a la puerta— puede que las rosas lastimen con sus espinas y que el infierno queme con sus llamas. La herida que causo la espina pasará y las llamas cesaran, pero la mentira duele toda la vida y me decep…
— No lo digas —dije cabizbajo.
— ¿Qué cosa? —dijo confundida.
— Lo que quieres decir, no lo soportaría viniendo de tu parte —un recuerdo vino a mi mente estaba con mi padre, le mostraba todo lo que había aprendido y él me miraba aburrido, mientras yo le contaba todo con tanto entusiasmo que me dio lástima aquel niño crédulo que solía ser, cuando termine él dijo: “eres patético Ene, todas estas cosas me aburren, me decepcionas”, se levantó moviendo la cabeza de lado a lado. Al escuchar aquellas palabras, recuerdo que me sentí destrozado, me sentía tan estúpido de haberle contado tantas cosas para que terminara rompiéndome como a una varilla. Desde entonces, recuerdo, que me volví inseguro y tímido hasta los profesores, que aquí son los encargados de copiar la información en nuestros cerebros y luego interrogarnos, se inquietaron por mi abrupto cambio de actitud y por mi falta de participación en clases hasta llegué a bajar las calificaciones. El recuerdo poco a poco fue desapareciendo.