Me sostenía por el cuello, mientras absorbía mi energía que cada vez era menor, ya no había salida, no había luz ni vida, ya no estaba en mi área estaba en la suya y ese ambiente en el que me encontraba me debilitaba más aún.
— ¡Tienes poder sobre la tierra y ella responde ante ti! —dijo molesto — tienes poder en dos mundos. Eres poderosa. Todos te adoran y te necesitan, pero yo, yo no soy nadie en ningún lugar. Soy el ser que todos odian y temen, no me andan buscando como a ti. En cambio, me quieren muerto. Mis padres siempre buscaban razones para odiarte, pero yo no sabía cómo odiar a alguien que sonaba tan especial. Y terminé odiándote por ser perfecta, por tener todo lo que yo tenía, tú eras lo que mis padres querían, querían a esa maravillosa salvación no a mí, ahora te tengo aquí en mis manos, débil, destrozada, lo que siempre quise. Apretar tu cuello hasta que ya no puedas respirar. ¿Quién te salvara ahora? —añadió con sorna.
Una voz resonó en mi mente, no sé exactamente que o quien era.
— La luz está en todos lados —decía la voz.
— ¿luz? — repetí mentalmente, mientras miraba a todos lados en busca de ella — ¿Dónde?
— Sí, luz. Ella vendrá a ti si lo deseas —volvía a decir la voz.
— Lu…z — dije con dificultad.
— No Nat, no hay luz aquí — respondió Muer.
— Luz, luz, luz —repetía en mi mente. En mis manos se juntaba un montón de energía y un cálido cosquilleo las recorría. Pero al mirarlas no había nada.
Ya sabía lo que tenía que hacer.
— Hazlo —decía la voz — hazlo.
— No puedo —le respondía mentalmente — no…no puedo dañarlo, no quiero
— Hazlo por mí, Madi — repetía la voz. Que ahora reconocí que era la de John — hazlo, no te preocupes por mí, hazlo.
— Eres mi amigo John, por favor debe haber otra forma —solté un sollozo.
— No la hay, Madi —siguió insistiendo— hazlo.
— Pero tú…
— ¡Solo hazlo! —la angustia y la seguridad de su voz me forzaron a hacerlo. Sentía que lo estaba traicionando, pero en el fondo sabía que era lo que debía hacer y era lo que él quería que hiciera.
— Lo…lamento — añadí mirando a Muer, mientras una lágrima recorría mi mejilla.
— ¿eh? — puse las manos en su pecho y descargué en él toda la energía que había absorbido. Un grito desgarrador envolvió el ambiente.
Me soltó y se desplomó en el suelo agonizante. Yo caí a su lado, débil. Y la atmósfera en la que nos envolvíamos desapareció y la luz me comenzó a rodear y empecé a fortalecerme. A penas pude moverme fui hacía él y me arrodillé a su lado.
Al mirarlo unos ojos color miel se habían vuelto a mirarme.
— ¿John? — dije con la voz quebrantada — ¿Por qué lo hiciste?, ¿Por qué me obligaste a hacerlo?
— Para…salvarte…Madi—respondió con dificultad —no…podía…permitir…que…eso…te… siguiera…dañando.
Me sentía tan culpable. Verlo así tan débil, por mi culpa.
— Madi… — dijo acariciando mi cabello — gracias…en serio.
— ¿Por qué? — pregunté confundida.
— Me…liberaste…eso…era…todo…lo…que…quería…y…tú…estás…viva…con…eso…basta —añadió con una leve sonrisa —has…sido…la…mejor…amiga…aunque…me…hubiera…gustado …que…hubiéramos...sido…algo…más.
— John, tú sabes…
—Si…sé…pero…tú…estás…bien…y…solo…quiero…que…seas…feliz…con…quien…tú…quieras…—añadió cada vez más débil. Bajó la mano y la acomodó a su lado —prométeme…que…serás …feliz.
— Lo…prometo — dije con la garganta apretada. Una sonrisa se formó en su rostro, que poco a poco se borró. Sus ojos se cerraron y su corazón dejó de palpitar. Una tristeza me embargo al verlo ahí, ya muerto e inmóvil.
Ese amigo que alguna vez estuvo a mi lado, apoyándome y haciéndome reír, ahora estaba en el suelo, muerto por mi culpa. Por mis ojos salían ríos de lágrimas, mis manos temblaban y no tenía ganas de apartarme de su lado.
Al cabo de un rato, el color verde esmeralda había desaparecido, quedando solo el color piel humano en su cuerpo. Y a mí alrededor se había formado un nubarrón oscuro y esa energía que detestaba comenzó a penetrar mi piel, provocándome dolor, hasta formar parte de mí.
Yo era la persona a quien más Muer amo, por ende, sus poderes pasaban a mí.
Me levanté y me acerqué al espejo. Al mirarme vi que en mi ojo se había formado el dibujo de una flecha y en mis brazos las flores eran atravesadas por una cola que terminaba en punta, como la del demonio. Ahora era vida y luz, muerte y oscuridad, ambas se neutralizaban entre sí, lo cual era genial, porque así Muer no tomaría el control, pero detestaba que eso estuviera en mí, eso había destruido a mí amigo y había querido destruirme a mí. Una lágrima caía por mi mejilla. Empuñé mi mano y golpeé el espejo, cayendo los cristales hechos trizas. Me senté a un lado de los cristales y apoyé la cabeza en mis rodillas.
En mi pecho había una mezcla de ira, temor y tristeza. Un montón de lágrimas recorrían mis mejillas. Sentía tantas cosas en el momento que sentía que iba a explotar, literalmente. Quería un abrazo, nada más que eso.
De pronto unos brazos me rodearon y una calidez familiar recorrió mi cuerpo. Al levantar la mirada ví a Ene a mi lado. Cerré los ojos y sin pensarlo dos veces, le devolví el abrazo.
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