Hija de la noche

Capítulo dos

"Estúpida suerte" Me digo al momento que cierro la nevera. "Nada, no hay nada" Paso una mano por mi rostro con resignación.

La ciudad más cerca queda a como cincuenta kilómetros de aquí, tardaría como dos horas y media en ir, comprar algo de comida, y regresar.

Claro que eso parece ser fácil si olvidamos que mi coche está estropeado.

Me apoyo contra la meseta de la cocina y vuelvo las manos puños. Podría intentar tomar prestado el coche de Allison, pero ese viejo descapotable de los ochenta sería capaz de dejarme a mitad de camino, en medio de la nada.

Miro alrededor como si en cualquier momento la solución fuese aparecer de la nada.

Las paredes están llenas de cuadros pintados por mí, desde garabatos inservibles hasta espléndidas obras de arte. La cocina no es muy grande, apenas cabe la estufa de gas, un pequeño comedor de madera de tres mesas y la nevera.

Dejo caer la cabeza hacia delante junto a un hondo suspiro.

"Siempre hay una primera vez para descubrir si eres buena en mecánica"

-Oh mierda, vamos allá.- Murmuro. Me cubro con una chaqueta negra de lana, cojo las llaves del coche y de la casa antes de salir.

No puedo evitar echar un rápido vistazo a la casa de al lado y recordar lo sucedido de la noche pasada. Niego con la cabeza intentando convencerme de que sólo fue una broma de mal gusto, algo para asustar a una chica que, vamos a ser sinceros, espiaba la casa de sus nuevos vecinos... de noche.

* O tal vez todo fue una imaginación tuya. * Murmuró una voz dentro de mi mente.


No, no fue imaginación mía. Estoy segura de lo que vi.

*¿Y no deberías de darles la bienvenida?* Inquirió la misma voz dentro de mi mente.

Vuelvo a echar un vistazo a la casa de al lado antes dirigirme hacia el volvo negro aparcado en la parte trasera de mi casa. Si, debería presentarme, pero ellos pueden esperar. Ahora lo importante es conseguir que el viejo volvo que tengo funcione, obtener algo de comida y no quedarme sin comer hasta las tantas horas de la tarde, que es cuándo puede venir el mecánico.

Quito el seguro del coche antes de abrir el capo. Miró los distintos aparatos sin saber por dónde empezar.

Entonces un recuerdo llega a mi mente sin poder evitarlo.

-Mamá ¿Qué haces?


Ella sonrió. Es una de esas sonrisas que me regala por las noches cuando tengo pesadillas. Su sonrisa siempre logra ahuyentar los malos sueños

-Intentar arreglar el coche, cariño.

-¡Pero tú no tienes las pociones mágicas que usa el señor Clinton para arreglar los coches de las personas!

Ella guiñó un ojo.- No sabemos cuándo podrá llegar el señor Clinton. Además cielo, siempre hay una primera vez.

-Pero...

Ella apartó las manos del capo del coche y las llevó a su cintura.

- Puede que yo también tenga pociones mágicas y sólo estén ocultas.

Y efectivamente ella logró que el coche encendiera… solo lo por cinco minutos antes de que nos quedásemos en medio de la carretera y una grúa tuviera que venir a buscarnos.

Aparto el recuerdo de mi mente al mismo tiempo que alejo mis manos del coche con brusquedad.

-¿Intentas arreglar ese coche? Porque parece que haces todo lo contrario.- Mi cabeza se gira con velocidad en dirección a la desconocida voz masculina.

Mi vista se queda clavada en el chico de unos veinte pocos años, tez morena, ojos de un increíble gris claro y mechones de pelo negro y rizado cayendo por su frente. Me observó con una de esas miradas que parecen saber todo de ti. Su cuerpo reposa contra el borde de la puerta y sus brazos permanecen cruzados sobre su pecho. Su casa y la mía apenas están cercadas por una pequeña pared de piedras.

-Ah...- Carraspeo sin saber exactamente qué decir.

-Me llamo Henry, Henry Maxwell. - Dice al mismo tiempo que sus pasos se acercan a la cerca de piedras.

-Annette- Digo uniendo su mano con la mía. Entonces siento por primera vez una especie de conexión con él, como si lo conociera de toda la vida. Aparto mi mano con confusión. Estoy segura de que esta es la primera vez que nos encontramos.- Bienvenidos a Skye.- Sonrío intentando ser amable. Su mirada es airada, como si mi manera de actuar le molestara...como si estuviera esperando algo más de mí. - Me gustaría seguir platicando pero como ves...-Dirijo mi mirada al volvo

El tal Henry observa el coche por unos segundos antes de volver a centrar su mirada en mi rostro. -Déjalo, yo puedo encargarme de él.

-Ah no, no es necesario que...

-Y a cambio- Siguió diciendo, ignorando mi negatividad.- Come con nosotros. Como un acto de bienvenida.-Ladea un poco la cabeza haciendo que rebeldes mechones rizados cayesen sobre sus ojos.- Para conocernos.

Tartamudeo, pues es algo que para nada me esperaba.

- ¿No debería de ser al revés?-Digo refiriéndome a la invitación.

-Digamos que los Maxwell somos...diferentes.- Lo pienso. Mi mente racional no acepta que entre a una casa llena de gente desconocida, pero el caso es que estas personas ahora son mis vecinos, vivimos lado a lado y... ¿No debería intentar llevarme bien con ellos? Aunque sólo sea para dar los buenos días. Son solo gente demasiado amable intentando hacer amigos. Nada malo puede pasar ¿No?




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