Hija de la noche

Capítulo nueve

La pequeña casa está sumida en un increíble y a la vez misterioso silencio. Bajo las escaleras intentando hacer el menor ruido posible, sujetando con una mano las correas del bolso, guiándome por la borrosa silueta de Henry.

Pienso en el amable rostro de Rufgo, la parte inocente de mi mente intentando convencerme de que tal vez estamos equivocados… un mal entendido nada más; pero a la vez, algo me dice que Henry tiene razón. Tal vez el vio algo que yo no, cosa que puede ser verdad. Henry sabe y conoce más este mundo que yo.

Cuando llegamos al saloncito de la casa, una luz amarilla seguido de un débil tintineo se escucha desde la entrada de una puerta abierta. Henry hace un gesto para que haga silencio.

Lo que veo me deja paralizada por un momento sin saber cómo reaccionar. El joven que conducía nuestro coche esta mañana, el compañero de Mark, está fuertemente atado a una silla con gruesas cadenas brillantes y plateadas. De la cintura para arriba su cuerpo está descubierto dejando ver algunos arañazos algo profundos.

Entonces Rufgo aparece en mi campo de visión con un afilado y grande cuchillo entre sus manos.

"Así que él no mentía. "

-No te haces ni idea lo que vale la piel de un lobo...- Ríe mientras cambia el cuchillo por uno más grande y más afilado que el anterior.

Trago saliva cruzándome con la mirada de Henry. “Espera” Articula moviendo los labios sin producir sonido alguno ¿Que espere a qué? ¿A que lo mate?

- Y la bruja... ¿Sabes lo que él me dará cuándo se la entregue? ¡Y con el libro!

¿Él? ¿De quién habla?

-No sabes lo que haces...- Murmura el chico con voz increíblemente calmada.- Mi señor hará de ti un…

Rufgo ríe burlándose de sus palabras.- Maldito idiota. Tu señor no podrá hacer nada, estará muerto para entonces.

Henry gruñe con fuerza delatando nuestra presencia. Por un momento la valentía de Rufgo parece flaquear.

-Aléjate del él.- Le ordena Henry.

-Ellos ya están aquí.- Me mira. Sus ojos tienen un brillo que no me gusta para nada. Sus labios empiezan a formar una lenta y pequeña sonrisa.- Vienen a por ti.- ¿Ellos? Un escalofrío me recorre el cuerpo. Henry da un paso amenazante en su dirección, pero algo lo detiene. Su cuerpo se queda paralizado, sus ojos abiertos, sus labios apretados y cerrados.-Los lobos y las brujas no son los únicos que saben hacer trucos.- Dice alzando las cejas.- Alexander no tardará en llegar.

¿Alexander?

-¿Henry?- Titubeo con miedo. Doy un paso hacia atrás de manera automática. Pero vuelvo a sentir el extraño sentimiento, aquella extraña conexión que parece haber entre él y yo.

Algo se mueve dentro de mi bolso, un pequeño y débil movimiento que casi se me pasa por desapercibido.

Automáticamente saco el libro del bolso; las páginas de este se mueven sin siquiera tocarlo hasta parar en una. Las letras están escritas a mano y por la página parece pasar un reflejo dorado. Las letras están en un extraño y desconocido idioma para mí, pero entonces estas rápidamente van tomando significado.

No sé cómo, pero sé exactamente lo que tengo que hacer. Rufgo detiene sus pasos en mi dirección y su mirada pasa a ser de sorpresa y miedo.- Loriún.-Las palabras surgen de mis labios como si siempre hubiesen estado ahí, en mi mente, y no en el libro.

-Por todo el infierno que es...

Entonces el suelo debajo de mí tiembla con fuerza. El cuerpo de Rufgo sale disparado en el aire chocando e impactando contra la dura pared. Su cuerpo queda inconsciente sobre el suelo.

No puedo evitar mostrar mi sorpresa.

-Parece que no eres tan inútil como pensé.-Le escucho decir. Me dispongo a hablar, pero entonces veo que Henry se mueve con esa increíble rapidez, la misma con la que luchó aquella vez en la carretera de Skye. En un segundo estaba e frente de mí, y en el otro detrás, observando con ojos llameantes a una alta y regordeta figura masculina tirada sobre el suelo. Alza las cejas cuando patea con su pie la afilada cuchilla que estaba a unos pocos centímetros de la mano del hombre. –Justo a tiempo.

Trago saliva.

-Esta es la razón por la que odio a los enanos.- Escucho decir al cochero en voz baja mientras Henry lo desencadena. - Señor, ¿Me permite…?

-No.- Le interrumpe Henry mientras se acercan a mí. A pesar de sus heridas, el hombre parece estar en buen estado. ¿Se deberá a algo relacionado con lo que vi una vez en aquellos documentales de animales que a mi abuela le encantaba ver, donde decían que las heridas se curan más rápido en los lobos que en los humanos o cualquier otro animal?-Necesitamos interrogarlo.- Me toma por sorpresa cuando me sujeta del brazo halándome hacia el exterior de la casa. Yo aún sigo confundida, con el libro sujeto fuertemente entre mí mano, sin saber exactamente qué es lo que acaba de suceder.- Louis, no te olvides de él.

La lluvia ha dejado de caer y los rayos del amanecer empiezan a salir de manera perezosa. A una poca distancia reconozco a Mark, quién se acerca con el coche. Su mirada está llena de preocupación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.