Hija de la noche

Capítulo once.

-Lo que te voy a contar...- Dice dejando caer sus manos sobre su pierna. Echa un rápido vistazo hacia la puerta cerrada antes de mirarme como dudando si continuar o no.

-¿Qué? - Inquiero tras su silencio. -Henry.

-Las Nagas no siempre han sido libres, hubo un tiempo en que las teníamos encerradas en las llamadas fosas, un calabozo bajo tierra, con la mayor seguridad posible, hasta que hace casi veintidós años atrás lograron escapar de las fosas con ayuda de alguien.

-¿Y quién las liberó? Espera ¿En qué tiene que ver esto conmigo?

- Si me dejaras terminar...- Asiento. - Tras la liberación de las Nagas, este mundo era un completo caos. Las Nagas eran más fuertes que nunca y poco a poco plantaban el terror en todas las criaturas... hasta que un día Venus, la bruja que era su líder, desapareció, y las Nagas, acostumbradas a tener un líder que les dijera lo que tenían que hacer, estaban confundidas y desorientadas. Un momento perfecto para atacarlas e intentar que vuelva el control. Claro que no lo consiguieron con todas, como sabes ya, algunas lograron esconderse durante unos años, y cuando se volvieron a dejar ver, eran diferentes; luchaban incluso de manera más cruel que antes... y son más listas.

-Sigo sin entender que...- Me callo cuando me lanza una de sus miradas raras.

- Y todos en el reino se preguntaban ¿Quién o quienes abrieron las celdas de las fosas? ¿Quién las dirige ahora? Sólo había un sospechoso, Alexander.

-¿Alexander?- Un escalofrío me recorre el cuerpo tras escuchar su nombre.

-Sí. Y más tarde Roger confirmó que él era el responsable. Había matado a la que antes era líder de las Nagas y desaparecido durante unos meses sin dejar rastro, para luego reaparecer y tomar tanto el mando de las Nagas, como el de la manada de lobos que lo habían elegido a él antes que a su líder.- Ríe por lo bajo.- Nuestras investigaciones nos llevaron a la que creemos que es la razón de la extraña ausencia de Alexander. Algo que nadie se imaginaba... Resulta que Alexander estuvo, durante esos meses, en el mundo de los humanos, y que esa no era la primera vez que iba allí.- Sus ojos grises brillan. - Alexander tuvo un romance secreto con una humana, y ella quedó embarazada. Estuvo en el mundo humano durante el embarazo, pero después del embarazo... no volvió al mundo humano. Al parecer Alexander había perdido el rastro de la humana y de su hija, por alguna extraña razón se ocultaban de él. Tal vez esa sea la razón de su búsqueda tanto en este mundo como en el humano.

-¿Una amante? ¿Y una hija? ¿En serio?-Ironizo. ¿Qué me tiene que importar a mí la vida amorosa de Alexander cuando tengo verdaderos problemas por los que preocuparme?

-Roger profundizó mucho en este tema, y sus investigaciones le llevaron a América, en la ciudad de Oklahoma, asegurando que la amante de Alexander se llamaba Anabelle Forks, y que además no era una simple humana, sino una bruja descendiente de un poderoso linaje.-Esto sobrepasa la coincidencia.- Lo extraño es que ella vivía creyendo ser una simple humana, parecía no recordar nada ni saber quién era en realidad. Como si alguien le hubiese borrado la memoria… o tal vez simplemente ella haya querido olvidar esa parte de su vida.

Rio con una mezcla de nerviosismo- ¿Anabelle? ¿Mi madre? - Niego.- Es imposible. Mi padre no...

-Deduzco que nunca lo has conocido.

-Y mi madre...- Recuerdo su mirada evasiva cuando preguntaba por mi padre. Sus alucinaciones de que alguien malo la vigilaba, la acosaba... ¿Quiere decir eso que en verdad alguien le quería hacer daño? ¿Y si su muerte tiene que ver con ello? Murió de repente mientras estaba hospitalizada, ella… ella cayó por las escaleras del edifico y no sobrevivió a ello. Los médicos diagnosticaron que fue culpa de las alucinaciones, pues los pocos enfermeros que dormían en él psiquiátrico aseguraron haber escuchado sus gritos pidiendo ayuda, como si estuviese huyendo de alguien, antes de caer por las escaleras. En las cámaras de seguridad no se encontró nada fuera de lo normal más que ella huyendo de algo invisible.

¿Y si...? Pero ¿Por qué se empeñó en ocultármelo?

-No puede ser.- El rostro de Alexander vuelve a invadir mi mente. Sus ojos iguales a los míos, su cabello negro oscuro… incluso mi mente juega conmigo encontrándole algún parecido, como por ejemplo el pequeño lunar que está justo en medio de mi frente.

-Ane, es posible que seas la hija de Alexander.

Las palabras me caen como un balde de agua fría. Ahora entiendo las miradas desconfiadas de los Maxwell, sus actuaciones cuando Alexander se dirigió a mi aquella mañana después de escapar de la casa de Rufgo. La desconfianza a que yo en verdad no supiera quién soy en realidad.

¿Y si en realidad resulto ser su... su hija?

-¿Por qué estás tan seguro?- Digo negándome a aceptarlo.- Tal vez no sea así y…

El suspira antes de sacar algo del bolsillo de su pequeña chaqueta.- Sabía que no me creerías.- Dice mientras me ofrece ¿Un sobre blanco? Lo tomo con algo de duda y confusión.- Encontré esto escondido junto al pergamino detrás de… el lugar no importa. Está sellado con magia, he reconocido el hechizo. Suelen usarse para enviar cartas de modo que nadie pueda abrirlo más que la persona a la que va dirigida o un descendiente directo del emisor o receptor.




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