Hija de la noche

Capítulo diecisiete.

Observo la piedra roja sobre la mesa, debajo de mi mano. Sostengo la pequeña cuchilla contra la palma de mi mano, sintiendo el frío del metal en ella.

-Sabes que puedes no hacerlo si no quieres…

Niego.-Tengo que hacerlo.

Cierro los ojos mientras presiono el afilado metal contra mi piel produciendo un pequeño corte. Se me escapa un gemido de dolor cuando aprieto la mano para que la sangre caiga sobre la piedra.

Rápidamente Henry arranca un trozo de tela de su camiseta para vendar mi mano mientras yo, con la otra mano libre, cojo la piedra para comenzar a leer el hechizo.

El repentino sonido de aplausos interrumpe mis palabras.

-Buen trabajo, buen trabajo…- Dice negando con la cabeza. Automáticamente, al igual que Henry, me enderezo en estado de alerta. No vino solo, le acompañan unos diez o veinte hombres, entre ellos reconozco un rostro que no olvidaría en mi vida… Carter, el hombre lobo que nos atacó aquella noche en la carretera cuando intentaba alejarme de los Maxwell. ¿Roger y Carter? ¿No que antes eran enemigos? Al parecer ya no. Carter sonríe para después tener el descaro de guiñarme un ojo y lanzarme un beso; Henry gruñe, y yo de repente tengo ganas de estampar su rostro contra algo duro para borrar su sonrisa.- Creo que de algún modo debo agradecerles el haberme facilitado el trabajo. Cuando supe lo que planeabais ¡Solo tuve que hacerme el indiferente y dejar que encontraran la piedra por mí! - ¿Qué?-Lo sé lo sé, no es justo. Pero seamos sinceros ¿Qué es justo en esta vida?- Sonríe sin mostrar los dientes.-Ahora, dame esa piedra y volvamos para celebrarlo.

-No te acerques.- Le advierte Henry cuando éste da unos pasos en dirección nuestro.

Roger abre los ojos.- ¿Hijo? ¿Qué has dicho?- Su mirada se va de mi a Henry, y viceversa. - Ya veo. -Ríe a la vez que niega con la cabeza.-Otra vez bajo los hechizos de una bruja.- ¿Otra vez? ¿Ha dicho otra vez” Hecho una rápida mirada a Henry, pero él evita alejar su mirada de Roger y mirarme.- No aprendes Hijo.

-Cállate.- Gruñe.- No. Soy. Tú. Hijo.

Ríe antes de volver a poner su atención en mí.- Querida vamos, dame eso.- Su risa me llena de ira. El rostro sonriente de mi madre invade mi mente.

-¿Por qué?

- ¿Por que qué? Es lógico… - Sus ojos adquieren un significativo brillo cuando se da cuenta del sentido de mi pregunta.- Aah… la preciosa Anabelle Forks… ella trabajaba en el consejo, aunque su rango era bajo.- ¿Mi madre miembro del consejo? Ahora entiendo las extrañas miradas de las gemelas.-Cuando mi hermano y mi cuñada murieron a manos de las Nagas…- ¿Nagas? ¿No que había sido un accidente? Mi vista se desvía otra vez hacia Henry, pero este de nuevo evita mirarme.- Me encargué de tomar el control, y después solo tenía que demostrar que Henry no tenía la edad para tomar el mando, y cuando tuviera la edad suficiente… lamentablemente tendría que recurrir a planes más sucios

Escucho gruñir a Henry tras escuchar sus palabras.- Como matarme.

Asiente-Umm, sí.- Confiesa restándole importancia. ¡Pero si es su sangre! ¿Cómo puede ser tan cruel?-Todos sabíamos que en este reino existía una Ágata roja, el problema era que para encontrar su localización se necesita a un brujo con sangre de lobo. Alexander se rehusaba a cooperar con nosotros, lo que dificultaba todo. Cuando descubrí el romance entre tu madre y Alexander, y de que además estaba esperando una hija de él…quise hacer un trato con ella, que cuando nacieras me ayudara a encontrar la piedra, disolver el consejo y tomar todo el control del reino; a cambio ella obtendría un papel importante a mí lado, una parte del poder sería suyo. Pero la inocente Anabelle nunca aceptó.

-Y tú fuiste incapaz de aceptar su decisión y dejarla en paz.-Afirmo entre dientes.

Se encoge de hombros.-No quiso aceptar a las buenas, así que tenía que obligarla. Pero la muy zorra se escapó.- Aprieta los puños al recordarlo.- Nos ocultó su rastro, y no supe que ya no se encontraba en el reino, ni en ningún otro reino dentro de este tiempo, después de años. Hasta que tuvimos una pista del lugar en donde podría estar.

-Y la mataste.

-No.-Tiene el descaro de negarlo.-Tuvimos suerte de que los humanos venden su palabra solo con ver una moneda de oro.- Así que por eso no había nada en las cámaras, habían comprado al dueño del psiquiátrico, y tal vez incluso a los policías.-Solo quería que nos dijera tu ubicación, que cooperara…pero ella pareció volverse loca y antes de darnos cuenta había caído por aquellas escaleras. -Chasquea la lengua.- Una pena, después de todo te encontramos sin necesidad de su ayuda. Ya lo sabes, no maté a tu madre.

Sí, si la mataste, aunque no haya sido de manera directa. Todo empezó con su ambición por la dichosa piedra, sino nada de esto habría pasado. ¿Y tiene el descaro de decir que no la mató?

-¿Y qué hay de las Nagas?- Inquiere Henry.-  Ya sabemos que las liberaste ¿Por qué?

-Alexander comenzó a buscar a Anabelle, no podía permitir que la encontrase. -Confiesa.-Necesitaba distraerlo y quitarlo de mí camino.




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