Hija de la noche

Capítulo diecinueve.

 

Maldigo mentalmente mientras mi vista recorre una y otra vez el lugar.

Malditos Goblins. ¿Cuánto más me van hacer esperar? Si ellas se dan cuenta de que he podido recuperar el poder suficiente como para contactar con los Goblins… y que demás estos vienen a rescatarme… mierda, no quiero ni imaginarme lo que me harían.

No podría soportar un día más de tortura aquí dentro. Es un infierno, literalmente. No me voy a pasar la eternidad siendo la mascota de diversión de las Nagas.

¿Cuánto tiempo ha pasado ya desde la explosión de luz? ¿Desde que ellos tomaron el control de todo el reino? ¿Semanas? ¿Meses?

-Las Nagas no tuvieron nada que ver con esto... créeme, ellas no son las protagonistas esta vez.- Le susurro a la chica deseando que hiciera silencio de una buena vez. 

No, no sé quién es. Cuando me trajeron aquí ella ya estaba ahí colgada y atada en el aire sostenida por unas cadenas atadas a sus brazos y piernas.

Durante todo este tiempo la han mantenido dormida con Eufyrus, una planta cuya savia deja a todo el que la beba en una especie de coma profundo, viviendo un mismo sueño una y otra vez. Los efectos suelen durar cuatro o cinco días, pero se puede mantener a la víctima sedada, inyectándole la savia antes de que los efectos desaparezcan… Lo sé porque alguna que otra vez escuché a las Nagas que custodian la entrada de la cabaña hablando sobre la bruja que poseían y los planes para decidir qué hacer con ella una vez les dejara de ser útil.… Solo uasaban la palabra “útil” Nunca decían exactamente a qué se referían o para que les es útil esta bruja… Ah sí, y los sueños de la víctima se basan en sus deseos más profundos.

Los sueños son tan reales, no se distinguen si quiera de la realidad. Lo sé por experiencia propia…

En fin, que a la bruja cada cierto tiempo venían, la desencadenaban y la llevaban durante unas horas a algún lugar que no me quiero ni imaginar.

-¿Quién eres? ¿Qué ha pasado?- Grita desesperada. Taladro su espalda con mi mirada. -¿Henry?

Río. -¿Hablas de Henry Maxwell…? Oh, espera, ¿Por casualidad no serás…?

No, no, no… es imposible que ella sea…

Miro hacia arriba de su cabeza, al techo, donde se comienza a dibujar un silencioso círculo.

Sonrío cuando vislumbro la cabeza del Goblin atravesar el agujero. La chica sigue murmurando algo que he dejado de escuchar cuando he visto por fin mi pase de salida de este maldito lugar. Ella parece no darse cuenta de la presencia del Goblin… Este me hace una señal con ambas manos… soltando el trozo de madera que cae justo sobre la cabeza de la chica.

Aprieto los dientes inconscientemente cuando tras el ruido que produjo el trozo de madera al chocar contra su cabeza, dejándola inconsciente… otra vez.

Auch, eso debió de doler.

-Ups.- Murmura uno de los casi diez Goblins que lograron entrar a la oscura habitación.

-Rápido.- Les murmuro mientras trabajan con las cadenas que envuelven mi cuerpo.

-Relájate, están distraídas.- Murmura un Goblin con una sonrisa diabólica.- Muy distraídas. Resulta que…

-Ya tendrás tiempo para contarme vuestra travesuras…- Le interrumpo.- Ahora, daros prisa antes de que esos bichos crucen esa puerta.

Contengo el gemido de dolor cuando caigo de golpe al suelo. La espesa capa de polvo que se alza tras mi caída se pega a mi rostro. Arrugo el rostro.

Tardo unos segundos en reaccionar y lograr mover poco a poco el cuerpo antes de ponerme de pie.

Inconscientemente llevo los dedos de mi mano con cuidado sobre las heridas de mi pecho. Aprieto los dientes antes de coger la túnica oscura que me ofrece uno de los Goblins, con un especial diseño por la parte de atrás que no me pasa por desapercibido, y cubrir mi cuerpo.

Arranco de las manos del Goblin el pequeño frasco y llevo el líquido color verde hacia mi boca sin pensarlo dos veces. Hago una mueca cuando este pasa por mi garganta y se me queda el horrible sabor amargo en la boca.

-Delicioso ¿Verdad?- Me murmura con ironía.

Escupo intentando quitar el horrible sabor amargo de mi paladar.

-Mucho.

Los Goblins, sin pesarlo dos veces, corren hacia el agujero ansioso por salir de este lugar.

Coloco la capucha de la túnica sobre mi cabeza y me dispongo a imitarlos rápidamente, pero antes de impulsarme y saltar hacia arriba escucho un gemido… y entonces recuerdo que….

Me giro y camino hacia la chica.-Thom, ven aquí.- Le susurro. Este me mira como si fuera una broma.

-¿Estás de broma, no?

Alzo una ceja, dejándole en claro que no bromeo.

Resopla, mira hacia alrededor como si se estuviese despidiendo de la libertad, y salta otra vez hacia dentro de la habitación.

Abre la boca para protestarme, pero le hago un gesto de silencio con el dedo para que guarde silencio. Entonces acerco mi mano hacia el pálido rostro de la chica.

Alzo una ceja cuando los ojos cansados de la chica se abren por unos segundos, devolviéndome la mirada.

-Oh… - Murmura Thom.- ¡Por todos los reinos! pero si es…




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