La recuperación de Melanie transcurría demasiado lenta al pasar los días, tanto así, que el grupo decidió hacer algunas paradas en el camino. Aunque ya había despertado, le era dificultoso el ponerse de pie sin ayuda. Alice sentía un terrible sentimiento de culpabilidad al forzar a su amiga a seguir sin tener ninguna pista en absoluto. Pensándolo bien, ¿qué podía ser tan importante para la bruja Eligia? Esa pregunta le rondaba la cabeza con mucha frecuencia. En su opinión y limitado conocimiento, y la experiencia de Ethan, estaba claro que tenían que ser objetos con una abundancia de poder.
Ambos, con las piernas estiradas sobre la nieve, observaban el cielo nocturno; un poco alejados de la pequeña cabaña solitaria que habían encontrado. Se suponían que hacían guardia, y Alice odiaba hacer guardia. Uf, eso no se le daba bien.
–No estamos yendo a ninguna parte, compañero – la pelirroja se desperezó con tanto placer, que quería acurrucarse en algún rincón y tomar una siesta –. Sabemos, que Eligia tenía un aquelarre, ¿no?
–Tiene, querrás decir – la corrigió, Ethan – según lo que sé, cada una tiene un poder enorme y destructivo. Cada una tiene más que tú y yo juntos.
Alice silbó. Jamás lo hubiera imaginado.
–Aún sabiendo esto y aquello, esa grata información sigue sin darnos pistas. Estamos caminando a ciegas – puso los ojos en blanco. Demasiadas lagunas. Ilarion la había lanzado al pozo sin ninguna ayuda.
–¡Eso es! – Ethan se levantó de golpe. Por su expresión asombrada y una sonrisa de suficiencia, había deducido algo importante –. Tenemos que ir a la catedral de Rhemys.
–¿Estás loco? – levantó la voz – ¿Qué pasa con los devoradores?
–Baja la voz. Ellos no suelen merodear ese tipo de lugares sagrados, si es que se le puede llamar así. Por otro lado, nosotros si podemos entrar a conveniencia.
–Prácticamente somos unos herejes.
–¿Y quién te dijo que vamos a tocar para entrar? Vamos a robar algo que esa gente cree que debe esconder. Cómo podrás ver, Rhemys no maneja muy bien la existencia de la magia, al contrario de Edyrias.
–¿Y qué? ¿Harás que me vista como una monja? – se burló Alice.
–Pensaba enviarte a seducir a los guardias con tus terribles encantos, pero ya que lo mencionas, es buena idea – Ethan siempre lograba tener una respuesta para sus burlas.
–No soy terrible.
–Creo que no conoces el finísimo arte de la seducción.
–Perdona, no sabía que una bruja tenía que aprender esas cosas para gobernar.
–Alice, te pierdes de muchas cosas.
“Sí, claro, tú tienes mucha experiencia.”
Sinceramente, ni siquiera tenían una garantía de que hubiera un objeto oscuro ahí, sólo las especulaciones de Ethan. Incluso podrían ser atrapados y quemados vivos.
–Me parece muy extraño que un lugar “santo” cómo ese, esté escondiendo un objeto con magia negra.
–No es extraño, ellos quieren purificar todo lo que no debería existir, lo impuro, según ellos – Ethan se frotó la barbilla, pensativo. Al parecer, la iglesia mantenía oscuros secretos, que no deseaban revelar al mundo mágico. Interesante –. Me atrevería a decir que Rhemys podría iniciar una cacería de brujas muy pronto. Al estar en el mundo humano hice mi tarea.
–Creí que no podías entrar, al igual que los demás.
–Sí podía, por períodos cortos – suspiró al ver la cara de asombro de Alice. Estaba claro que quería saber más detalles – Debes saber que en el reino hay 5 ciudades importantes qué mantienen el orden en el mundo mágico. Están lideradas por los clanes más poderosos. Edyrias de los Morgan, Valkyria de los Black, Rossi de los Fantini, Delta de los Fiore, luego, tenemos a Rhemys que es independiente. Los líderes de cada clan no suelen reunirse a menos que la situación lo requiera.
Tanta información que procesar. Según Ethan, los demás clanes permanecían en silencio. Aún no tenían que intervenir. Eligia representaba un peligro descomunal para el reino.
–¿Qué esperamos, entonces? Debemos darnos prisa.
Al regresar a la cabaña por algunas cosas, Alexander no preguntó hacía dónde se dirigían. Él confiaba en su hermana.
Ciertamente, Alice no se acostumbraba a viajar por medio de portales. Era cómo estar dentro de un remolino, girando y girando. Eso le provocaba arcadas. Ethan, por el contrario, viajaba con tanta naturalidad. Tuvo que esperar unos cuantos minutos para que la pelirroja se relajara.
La ciudad seguía igual de solitaria. La catedral se veía imponente a simple vista, e intimidante. Había dos guardias a ambos lados de la entrada. Alice e Ethan iban muy bien armados para cualquier enfrentamiento que se presentara.
–Eres muy llamativa.
–¿Tú crees? – con un chasquido de sus dedos, su cabello corto se volvió negro azabache – ¡Listo! Aprendí muchas cosas mientras estuve con Ilarion.
–No me digas – su mirada se volvió fría –. Anda, vamos.
Uno de los guardias de la entrada dejó su posición y el otro, con el cual se cruzaron, fue hábilmente noqueado por Alice. Otra de las tantas cosas aprendidas con Ilarion. Ethan se mostró frío en todo momento. El hombre tenía problemas de bipolaridad; sólo eso podía explicar sus repentinos cambios de humor.