Idara descendió por la húmeda y oscura cueva. Era tan incómodo tener que llegar a ese lugar rocoso y repugnante. Si tan sólo fuera más agradable no se quejaría tanto. Llevaba la lanza, arrastrándola cómo si de cualquier objeto se tratase. Aún podía escuchar las olas golpear las rocas.
Podía sentir una concentración muy grande de magia que provenía de las profundidades. Eso sólo significaba una cosa: el sello estaba rompiéndose. Cuatro encapuchadas estaban junto a August, frente a un pozo que cada vez se volvía más y más negro y turbulento. Lanzó el grimorio y la lanza.
–Tardaste demasiado, ¿acaso simpatizaste con ellos? – dijo un hombre en tono de burla – No, es más que eso. Todos sabemos que careces de cualquier tipo de emoción. Habrás tenido otro tipo de razones.
–Si sigues abriendo la boca cómo hasta ahora, te atravesaré el pecho, sin dudarlo. No me provoques – Idara no lo soportaba. No desde que se había unido al aquelarre. ¿quién podía saber exactamente lo que ese hombre ocultaba? Sus intenciones no eran para nada claras. August debía tener alguna razón para haber aceptado su ayuda. Debían tener algún tipo de trato que no habían revelado. Iba a vigilarlo.
–Ya basta, ustedes dos – reprochó una mujer que estaba al lado de Idara.
–Él busca provocarme, Sephira. No puedo aceptar que esté en este lugar, cómo si fuera uno de nosotros.
–Tienes que aceptarlo. No importa si te agrada o no – todos subieron las mangas de sus capas y dejaron caer un poco de su propia sangre. El agua se volvió repentinamente turbulenta – sólo falta el orbe para completar todo – sacó una corona envuelta en sombras. A pesar de toda la oscuridad era muy hermosa. También la dejó caer en las profundidades. Muy en el fondo se apreciaba el brillo del orbe - ¿cómo es posible que esté aquí?
–Tengo mis métodos que resultan ser asombrosamente efectivos – dijo otra mujer entre risas, que estaba cubierta de pies a cabeza igual que los demás – para mí todo es sencillo. Sobre todo, si están en lugares impensables. Sólo fue necesario manipular unas cuantas mentes.
La cueva comenzó a temblar y a formarse gritas en las piedras y paredes. Miles de sombras emergieron con furia del agua manchada, al igual que poco a poco lo hacía una mujer hermosa y completamente desnuda. Se veía cómo si acabase de despertar de un largo sueño. Tan joven. Sin ninguna señal del paso del tiempo. Con el cabello tan negro cómo la noche. Sus orejas puntiagudas resaltaban al igual que sus ojos rojos. Su larga melena le cubría los pechos y parecía no importarle que los demás la vieran así. Se vio las manos con total asombro. Por fin. Después de tanto tiempo había liberado ese maldito sello que la mantuvo presa por años. Rio a carcajadas. Por fin. Por fin. Por fin.
Tanto tiempo encerrada en ese agujero asqueroso. Podía sentir su enorme magia recorrer por todo su cuerpo. Por alguna razón era conocida cómo la bruja zero, la bruja maldita, la madre de las brujas. Había sido llamada de tantas formas que ya ni siquiera lo recordaba. La oscuridad la envolvió cómo un abrigo y ascendió hasta la superficie. El aroma era enriquecedor. Ya podía saborear el placer de la desesperación. Todo el mundo saborearía su ira y se arrodillarían ante ella. Era su momento. Elevó las manos al cielo y empezó a oscurecer y a caer rayos en la tierra. Parecía una furiosa tormenta. Pero, en vez de llover agua, llovía sangre. Por un instante, pudo sentir una leve vibración en su cuerpo. Al parecer alguien con una magia muy fuerte, similar a la suya. Se estaban llamando. Una conexión.
–Hay alguien que me está llamando, ¿por qué? – Eligia se sentía desconcertada. Nunca había sentido algo tan fuerte. Ni siquiera con su propia hermana - ¿es algún efecto por tantos años de encierro?
–De hecho – comenzó a decir August –, existe alguien con una magia muy similar a la tuya. Podrías usar a esa persona a tu conveniencia, si lo deseas.
–Necesito hacer algunos preparativos – su cabello ondeaba con el fuerte viento. Los demás del aquelarre los alcanzaron con un poco de dificultad. Eligia abrió una puerta dimensional con solo chasquear los dedos y entraron a una habitación que parecía el espacio mismo. Era cómo estar parado sobre un cielo estrellado. Estaban dentro de una habitación. La habitación del tiempo. Dónde las brujas con poderes de la oscuridad podían controlar el flujo del tiempo a voluntad. Sin ningún riesgo. Las brujas oscuras. Las legítimas dueñas del tiempo. Pero, sólo Eligia tenía conocimiento de ese lugar.
–Mi señora – comenzó Sephira, y los demás se inclinaron levemente - ¿qué deseas que hagamos?
–Primero, quiero que encuentren el cuerpo de mi hermana. Es indispensable que no caiga en manos enemigas. Han pasado muchos años, por lo que no tengo ni la más remota idea de donde podría estar.
–Nosotros nos encargaremos de ello.
–¿Por qué molestarte en buscarla? Ya eres lo suficientemente poderosa sin ella – August tenía razón. Pero era necesario.
–August, querido, mi hermana es una fuente inagotable de magia. Aunque esté sumergida en las profundidades de la muerte eterna, aún emana mucho poder, demasiado peligroso para mí. Pero, sospecho que podría haber reencarnado en alguien más. Una bruja de luz, igual que ella.
–Hubo una chica así – el hombre se veía pensativo. No había duda – ahora sólo es un cascarón vacío. Su alma debió haber migrado a otro cuerpo para salvarse.