Ayleen. En un cuerpo que no le pertenecía. Se levantó del piso, y observó con detenimiento esas descuidadas manos, sucias. Las suyas siempre fueron relucientes, toda ella fue impecable. Fue. Tiempo pasado. Porque había muerto, y la forzaron a regresar con un cuerpo prestado. Con un objetivo malvado que desconocía, por el momento. Se puso a la defensiva y retrocedió. August aún seguía con vida, después de tanto tiempo. ¿Por qué nadie era capaz de detenerlo? Ahora con Eligia a su lado, la idea parecía ridícula.
–¿Cómo te atreves a traer a un muerto de regreso? – fue lo único que pudo decir. Sí, tenía miedo de ese dúo. Conocía el alcance de cada uno por separado. Juntos eran similar a una bomba.
–Me atrevo porque quiero y puedo – contestó la bruja, con frialdad – Además, tú nunca te has ido de este mundo, porque no puedes descansar en paz. ¿Acaso no quieres hacer lo que tienes pendiente? Deberías estar agradecida conmigo, y en lugar de eso, me reclamas.
–Tus intenciones nunca han sido buenas, Eligia.
–Sí, supongo que tienes razón. Tú sólo eres un peón para lo que en realidad quiero, y últimamente me interesan mucho tus hijos.
–No te atrevas! – en un instante estaba a centímetros de Eligia, estrujando su cuello con fuerza, pero eso no parecía afectarle a ese demonio vestido de oveja –. Moriría mil veces antes de permitir que los toques.
–Oh, querida – se quitó las manos de Ayleen de un manotazo – en estas condiciones tú no tienes oportunidad de ganarme. Si yo quiero, puedo hacer que los apuñales. Nada sería más entretenido que verte manchada con la sangre de tus propios hijos. De hecho, quiero que vayas al campo de batalla con nosotros. Aún en otro cuerpo, ellos te reconocerán fácilmente.
–Tú hija es igual de arrogante que tú – comenzó a decir August –, y muy escurridiza. He pasado años buscándola. Fuiste astuta al enviarla a otro mundo. Pero, el pasado siempre reclama. Viven enamorándose de hombres equivocados – se burló y la jaló con mucha fuerza por el cabello –. Y sabes muy bien que nos pertenece.
–No te equivoques, hijo de puta! Ella jamás será de ustedes.
–Incluso su amante le ha dado la espalda. Sólo necesita un empujón más.
–Será el nutriente perfecto! – dijo la bruja Eligia.
–Finges ser una buena madre, pero, nunca lo has sido. Te conozco muy bien – August la soltó bruscamente, haciendo que se tambaleara –. La gente fue ciega contigo. ¡Oh, la pobre Ayleen y sus hijos! No eres más que una farsante.
Finalmente, Ayleen cayó en cuenta de la ausencia de Stephen.
–¿Dónde está Stephen? Si estoy aquí es porque han logrado capturarlo.
–Te equivocas! – admitió la bruja – He de confesar que aún en mi encierro, hace mucho dejé de sentir la vibración de su magia.
Era cierto, Ayleen tampoco podía sentirlo, a pesar de haber tenido mucha conexión con él. Ningún rastro. Hace años no pudo despedirse correctamente, y ahora, ya no estaba. Si tan sólo hubiera podido defender todo lo que amaba. No era más que una inútil cobarde.
–No te preocupes, sólo absorberé la magia de tu hija, y después, bueno, puedes quedarte con lo que quede de ella. Un cascarón vacío no me servirá.
¿Cómo podría evitarlo? Eligia era demasiado poderosa y August no la dejaba sola ni un minuto. De ser posible ya le habrían arrancado la cabeza. Esa mujer escondía algo mucho peor. Ni siquiera sus fieles sirvientes lo sabían. Una reina jamás revelaba sus planes. Ella sólo la observó con esos ojos fríos, se dio la vuelta y se alejó, arrastrando aquel vestido. August la llevó a rastras a una habitación del castillo. – Él estaba disfrutando eso – La lanzó al piso dejándola encerrada y en total silencio. Ella, inmediatamente se levantó y forcejeó inútilmente con la cerradura de la puerta. Las ventanas también estaban selladas. Sólo se veía un cielo oscuro y estrellada y una densa niebla afuera que cubría todo. La habían traído al castillo del tiempo. Otra vez ese horrible lugar. No, no quería recordar. Sabía perfectamente que no podía salir, a menos que el señor o la señora del tiempo lo permitiera. Pudo sentirlo, esa mujer estaba tan cerca de ser la bruja del tiempo infinito. Un poco más. ¿Debería resignarse y dejar que todo ocurriera cómo estaba escrito en el destino? Eso sería abandonar a sus hijos nuevamente. Alice. Alexander. Quería verlos. Era su más grande deseo. Más que cualquier otra cosa.
–La muerte es mejor que esto – susurró frente a la ventana.
***
Alice recorrió la sala de arriba a abajo. Sentía tanta inquietud. No sólo por la batalla cercana. No, era algo más. Estrujó su collar con fuerza. “Tengo una horrible sensación” Cálmate, Alice, sabes exactamente lo que tienes que hacer.” “Sí, claro, tengo más miedo de usarlo” “Al final sólo soy una cobarde que finge ser fuerte.” Esos pensamientos la golpearon cómo cuchillos. Pero, ¿y este sentimiento? “No puedo dejar de pensar en cosas negativas.”
–¿Qué haces?
La pelirroja dio un brinco de la impresión. Melanie era tan impredecible. Nunca sabía cuándo iba a aparecer.
–Harás un agujero en el piso – Melanie sonrió. Su sonrisa siempre fue tranquilizadora para Alice - ¿Quieres beber conmigo? Creo que lo necesitamos – su amiga acercó una botella de licor y unos vasos, y los sirvió. La invitó a sentarse frente a la chimenea – Es bueno, no tanto como el del otro mundo, pero sirve – siguió bebiendo, pero notó que su amiga ni siquiera había tocado el vaso. Nunca en la vida antes la vio así. Siempre fue tan fuerte de carácter, y ahora parecía una llama a punto de extinguirse. No era solo miedo, también había perdido a la persona que amaba, y eso la quemaba por dentro. El no haber podido salvarlo.