La biblioteca central tenía todo tipo de documentos. Desde libros muy viejos y polvorientos hasta actas de nacimiento de los últimos 20 años. Fascinante. Podría quedarse en ese lugar para siempre. Había tanta tranquilidad en ese lugar. Personas leyendo, conversando en voz baja. Roces de manos. Al parecer muchas personas usaban el lugar para encuentros amorosos.
Alice sintió una pizca de celos.
Resopló.
Esto no es un hotel, por dios.
Solicitó a la bibliotecaria que la atendió con amabilidad lo que necesitaba. Buscó y buscó. Nada. No había ningún registro sobre ella. No existía. Según la mujer no había ninguna documentación de ese tipo en las otras bibliotecas de la ciudad. No era posible, debía haber algún error.
Bridget la sostuvo antes de que pudiera caer de rodillas. Todo era tan irreal. Tan estúpido. Sabía perfectamente que su amiga estaba sufriendo, aunque lo negara. Lo que estaba sucediendo parecía ser el principio de algo mucho más profundo.
El celular de Alice vibró, haciéndola reaccionar de su estado de shock.
Era Eric.
Hablemos. En el café de siempre.
Parecía más una orden que una petición. Los modales no eran lo suyo.
Está bien.
Fue lo único que podía teclear. No tenía muchos ánimos de llevarle la contraria.
Se apresuró a salir junto con su amiga. Con el poco tiempo que estuvieron en ese lugar el auto ya tenía una gran capa de nieve. Genial. Eso no era de gran ayuda. Escarbó para encontrar poder abrir la puerta y por fin sintió el calor del vehículo. Suspiraron en armonía.
***
Eric había estado practicando mucho lo que iba a decirle. Sentado en una butaca en el Coffee’s Night prestó atención a una nota muy particular en el periódico. Según el artículo durante las últimas semanas habían ocurrido asesinatos de jóvenes estudiantes, todos los casos tenían algo en común: eran mujeres. No, no podía estar relacionado con el ataque a Alice. Una coincidencia, nada más. Todas las chicas habían sido cruelmente torturadas, desfiguradas y abandonadas en callejones, semi desnudas. ¿Quién haría algo tan repugnante? ¿Con qué propósito? De alguna manera estaban vinculados. Iba a indagar un poco más sobre el tema. Tenía un presentimiento. Escribió un breve mensaje para Melanie.
La vio entrar al local sacudiéndose la nieve del cabello. Ese cabello pelirrojo que tanto le gustaba. Bridget la acompañaba. Mal momento. Se detuvieron a olisquear los panecillos recién sacados que pedían su atención. Fingió estar tan concentrado en la lectura y no darse cuenta de su vibrante presencia. Él era un hombre bastante reservado con sus asuntos, sobre todo con ella. En cambio, con Melanie era diferente.
-Estoy aquí.
Las chicas se sentaron frente a él, observando cada movimiento de su amigo, quien al parecer estaba perdido en sus pensamientos. Hicieron sus pedidos y esperaron en silencio. Un largo silencio.
-Vas a hablar o se supone que solo debo observarte? Porque, oye, tengo cosas mejores que hacer. Podría comerme muchos pastelillos de chocolate. ¿Sabes? Eres raro, y no sé porque demonios estoy hablando solo yo si se supone que fuiste tú quien llamó.
Dejó su lectura y la observó atentamente mientras la chica se quejaba. La verdad es que se veía como una chica bastante normal. Ojalá así fuera.
Dirigió su atención a Bridget.
-Cuánto tiempo sin verte, ¿Cómo has estado?
La muchacha se acomodó en su asiento y sonrió.
-Muy bien, gracias, pero nos vimos hace una semana.
- ¿Sí? Perdona, tengo tantas cosas en mi mente.
Alice a menudo trataba de controlar su enojo con un poco de entrenamiento, pero esto era una excepción.
- ¿Me estás ignorando?
-Deberías traer más a menudo a Bridget a nuestras reuniones.
- ¿Cuáles reuniones, imbécil? Para lo único que me buscas es para fastidiar.
Eric disfrutaba mucho fastidiarla. Se veía encantadora a sus ojos.
-Traje algo para ti.
Entregó a sus manos una caja negra aterciopelada. Dentro había un collar plateado con un precioso rubí.
La joven no supo que decir. Sabía que únicamente le pertenecía a ella y nadie podía quitárselo. Una pieza importante del rompecabezas de su vida. Tal vez ahí estaba su pasado, quizás no completo, pero sí, un pequeño trozo que era su esperanza. Todo el tiempo sintió que le faltaba algo, no lo sabía con certeza, y ahora no le quedaban dudas de que estaba incompleta, que había vivido en la oscuridad durante un largo período. Tan brillante y hermosa; aunque le parecía familiar, de algún lugar.