Alice aterrizó de bruces sobre el césped en el claro de un bosque. Se sentía mareada, confundida, y muy, muy adolorida. Esto dejaría secuelas, y para colmo su vestido se había estropeado. ¡Estupendo! Le costó una fortuna.
Trató de analizar lo que estaba sucediendo y las posibilidades de estar volviéndose loca. Recordaba haber estado en una fiesta, en medio de una terrible tragedia, y ahora un lugar tranquilo en el que solo se podía escuchar el canto de los pájaros. La pierna le ardía como los mil demonios, y como no, si tenía una herida que iba a necesitar sutura. No le quedó más que maldecir.
El maldito collar que le había dado Eric le estaba quemando el pecho, así que se lo arrancó de un solo tirón. Parecía como si le estuviera dando alguna señal.
Levantó la vista y lo vio.
Tan hermoso, apuesto, el mismo que cogió su mano.
Él solo la observaba con el ceño fruncido sin la más mínima amabilidad.
–No estarás esperando mi ayuda para ponerte de pie ¿verdad?
‘‘Imbécil’’
Se levantó con cuidado sacudiéndose el polvo de su ya maltrecho vestido.
–¿Quién diablos eres tú? Nunca en mi vida te había visto, y si nos hemos cruzado, pues no lo recuerdo – posicionó sus manos en sus caderas para darle un toque más desafiante a la situación. Sí, claro ¿qué impresión podía dar una chica despeinada, y sucia, con sangre seca en el rostro? – Tal vez parezca estúpido preguntar, pero ¿me trajiste a este lugar desconocido porque quieres asesinarme sin dejar rastro? Porque desde ya te digo que no soy una presa fácil, y es que yo…
La interrumpió antes de que siguiera la frase. Hablaba demasiado.
–¿Por qué no te callas? ¿Así eres con todos los hombres extraños? Cualquiera ya te habría cortado esa enorme lengua que tienes.
–Seguro – hizo rodar los ojos.
–No tientes a la suerte.
–Créeme, amigo, ya lo he hecho y nos hemos divertido de las mil maravillas últimamente.
Él joven se dio la vuelta y comenzó a andar con Alice siguiéndole los pasos. La chica era insoportable, más de lo que recordaba. En ningún momento hizo conversación con ella, solo se enfocaba en retirar ramas de los árboles para no golpear su perfecto rostro, mientras que a ella se le enredaban en el cabello y tropezaba con raíces o troncos. Caminar con tacones no era lo más conveniente por lo que tuvo que abandonarlos en el camino y así era mucho más difícil caminar. Tenía pequeñas heridas en sus pies y a menudo se quejaba del dolor.
‘‘No es un hombre muy amable, ¿por qué siquiera lo estoy siguiendo?’’
Sí, como ya lo había mencionado antes el tipo era muy atractivo para sus ojos, no podía negarlo, estaba para devorarlo. Aunque nadie le aseguraba que no fuera algún asesino en serie. No podía confiarse, así que, al encontrar la salida, huiría.
–Y dime, ¿cuál es tu nombre? – Alice sentía tanta curiosidad que le hormigueaba el cuerpo.
–Ethan – respondió a secas –. Ethan Black. Y no te molestes en decirme el tuyo.
‘‘Idiota.’’