Una semana. Una tortuosa semana. Ninguna noticia de Eric.
Tampoco cruzó palabras durante ese tiempo con Ethan. No iba a disculparse; estaban a mano. Esos días habían sido duros; constantes entrenamientos, – día y noche – con espadas, en campo abierto. Claro, ella aún era una novata a comparación con su experto hermano. Además, dudaba que con ese pedazo de chatarra pudiera hacerle daño a un tronco.
Alice no tuvo oportunidad en ningún momento de rozar con la hoja de su vieja espada a Alex, ni siquiera un rasguño; él no dejaba aberturas. Todo un completo guerrero. Él, en cambio, logró tumbarla en varias ocasiones. Entrenar con el chico se sentía bien, como si nunca se hubieran separado.
Helen envió una carta mágica, anunciando que tenía algunas cosas que hacer antes de reunirse con ellos y su amigo Ethan, pero haría lo posible por llegar a tiempo junto con Bridget; porque, a decir verdad, la chica había preferido quedarse en el otro mundo, no hasta saber que dejaba todo en orden. Ella había nacido en un mundo de humanos, aunque sus antepasados no lo fueran.
La pelirroja, después de un agotador y sudoroso entrenamiento, enfundó la espada y miró detenidamente a su hermano. Él lo sabía.
– ¿Qué ha sucedido con Eric? – incluso querer saber la respuesta la llenó de mucho temor – Ya debería haber vuelto. Irás por él, ¿verdad?
–Sí – fue lo único que se atrevió a contestar.
–Quiero ir contigo. Es mi deber. Te lo exijo.
– ¡No! Es muy arriesgado – pero a ella no le importaba lo peligroso que fuera. Tenía que hacer algo.
***
Ethan nunca había dejado salir su poder así. Nunca. Se recordó estrangulando a la chica una y otra vez, y eso muy en el fondo lo incomodó. Todas las noches se despertaba angustiado, con la imagen de ambas mujeres, muertas, por sus propias manos. Él no quería herirlas.
Una idea muy tonta cruzó su mente y enseguida la desechó.
–Ella no es Kat – la gente solía llamar a su antigua amante así, de cariño. Una chica muy querida. Se había olvidado de que Melanie estaba en su habitación, sentada en un pequeño sofá, un poco duro para su gusto, y trataba de concentrarse para establecer conexión mental con Eric. Nada – ¿No ves la diferencia? Ella no poseía esa clase de magia. Alice es un poco similar a ti.
Ethan se cruzó de brazos, pensando en las posibilidades.
–Todo resulta complicado. Cuando Alice está cerca me pone de los nervios – necesitaba un buen trago – Lo qué no entiendo es porque August ha dejado de fastidiarla. Desde que llegamos no ha intentado nada raro.
–Creo, sin embargo, que sólo está preparándose para hacer algo grande. Así, su presa no pueda escaparse.
De alguna manera todo eso era preocupante; el no saber que podría estar en cualquier lugar vigilándolos muy cerca. Ahora que sabía dónde estaban, no iba a dejarla escapar, no hasta cumplir con sus verdaderos y oscuros objetivos.
En una taberna, cercana a la posada en la cual se hospedaban, Melanie bebió de una gran jarra de cerveza, muy inquieta después de la conversación con Ethan; y el alcohol era una forma de relajar sus pensamientos que se atropellaban en su mente. En numerables veces había tratado de cerrarse a aquellas visiones perturbadoras.
Alexander nunca la había visto comportarse así; siempre parecía tan serena, y ahora de cierto modo la comprendía, o intentaba hacerlo, ya que ella no le contaba mucho sobre lo que veía. Ese día noche irían a rescatar a Eric, si es que seguía vivo.
–Tu hermana sabe muy bien como fingir que lo está tomando de buena manera – dijo Melanie – Te puedo asegurar que no se quedará esperando.
– ¿Y por qué no? – Alex como siempre muy confiado – Sé que ella hará lo correcto.
– ¿Lo correcto? ¿Qué es lo correcto? – fingió una risa. Se notaba que no la conocía para nada –. Aún no la conoces lo suficiente. Puede que no lo demuestre pero está muy preocupada y hará lo que sea por recuperar a Eric.
– ¿Cuál es la razón?
–Alice cree que lo que siente es amor.
– ¿Amor? El clan Morgan no suele casarse por amor. Jamás había escuchado eso. Y si ese es el caso, sabes muy bien que eso no puede pasar entre ellos.
–Eres un tonto – golpeó la mesa con sus uñas – Parece que nunca has experimentado ese tipo de sentimientos. Además, tus padres si se amaban.