Los portales de Melanie eran muy útiles, eso, Alice, en definitiva, se lo tenía que agradecer. Le ahorraba un tremendo cansancio, porque esa energía la utilizaría en determinado momento. ¿Cómo diablos iba a encontrar lo que Ilarion le había encomendado? Él confiaba en ella. Aún así, no tenía la más remota idea; estaba caminando a ciegas, y ciertamente no veía cómo su espada iba a ayudarle, y mucho menos su propia magia destructiva. Alexander, por otro lado, comandaba al equipo junto a Ethan – porque ciertamente, Ethan no seguía órdenes –. “Si él quisiera podría marcharse, y en cambio sigue aquí” – fueron los pensamientos que inundaron su mente. Bridget que decidió emprender el viaje con ellos, llevaba su cara roja por el frío y se aferró al brazo de su mejor amiga para intentar entrar en calor. Helen era la más serena del grupo, pero también la más alerta.
Llegaron a la ciudad de Rhemys que se encontraba cubierta por una gruesa capa de nieve y hacía un frío de los mil demonios. La noche era un poco oscura, sin el resplandor de las estrellas y la luna. Era extraño. Las casas estaban ubicadas a ambos lados de la calle desierta. No había ninguna persona vagando por ahí, ni magos, ni brujas, y todos los hogares y negocios tenían las luces apagadas. La soledad se respiraba en el aire. Algo andaba mal.
–Shh, alguien viene – avisó Helen al percibir una extraña corriente de aire –, percibo a tres y… – contuvo el aliento – son Demergis.
–¿Cómo dices? – Ethan volteó de inmediato a verla al escuchar esa palabra – ¿Estás segura? – Él confiaba en el instinto de Helen.
–¿Qué son los Demergis? – preguntaron Bridget y Alice al unísono. Cómo ellas habían residido mucho tiempo en el mundo de los mortales, no conocían mucho aún sobre el mundo mágico.
–Devoradores… – contestó el hermano de Alice, sin inmutarse. El conocía el peligro que representaban – de brujas y magos.
–Creí que eran un mito – dijo Melanie.
–Eso es lo que intentan hacernos creer. Pretenden erradicar a los de nuestra especie, y apoderarse de la magia – afirmó Ethan y se acercó hacia Alice mirándola a los ojos –, sobre todo los que poseen oscuridad son su platillo favorito.
–¿Me estás diciendo que August no es el único dolor en el trasero?
–No, Alice, no lo es. Será un milagro si logramos escapar sin ninguna herida. Una vez que han sentido nuestra presencia, no descansarán hasta encontrarnos. Ellos creen que están limpiando el mal del mundo. Eso, o pretenden dominarlo.
Unos pasos se acercaban más y más.
Alice debía hacer algo pronto o todos morirían en manos de los devoradores. Comenzó a sacar su espada muy despacio, pero, Ethan logró impedírselo cogiéndole el brazo con fuerza.
–¡¿Estás loca?! Ningún mago o bruja ha salido ileso al enfrentarse a ellos – había preocupación en su voz ¿por ella? ¿acaso le importaba?
–¡Por fin tenemos un buen festín! – dijo una voz masculina que no reconocía – Puedo sentir una enorme concentración de magia.
–¿Por qué no dejamos ir a los demás? – se burló otro hombre – Al fin y al cabo, la magia negra es la más deliciosa.
–¡No seas tonto! – ladró un tercer hombre – Todos deben ser eliminados. No debe quedar ninguno vivo.
Tres hombres estaban parados a pocos metros de distancia, observándolos, a sus presas. Los tres tenían cierto parecido. El hombre de la izquierda era mucho más musculoso que los demás, – sería fácil derribar a cualquiera de un sólo golpe, – era moreno, con enormes colmillos, y tenía los ojos dorados, cómo los de un gato, igual que los otros dos. El chico de en medio se veía mucho más divertido con la situación, y quizás un poco debilucho, – Alice no estaba segura de que lo fuera – con su cabello de un rubio casi blanco, bien podría hacerse pasar por un chico bueno e inocente, incapaz de lastimar a nadie, porque a simple vista es lo que sugería su apariencia. El hombre de la derecha se parecía un poco más al albino, aunque tenía una mirada furiosa y de hambre a la vez. Todos iban con ropa de humanos, para guardar las apariencias.
–Yo me encargaré de la pelirroja – afirmó el chico con expresión divertida. Se relamió los labios –. será divertido. Por cierto, soy Julien – se presentó ante Alice con una exagerada reverencia - ¿Cuál es tu nombre? Si vamos a jugar por lo menos debería saberlo. Digo, para ponerlo en mi lista de brujas asesinadas. Hedeon – se dirigió al hombre musculoso de su izquierda –, diviértete con esas tres preciosuras. Parece que sólo te quedan los magos, Jerome.