Alice caminó con los pies desnudos hacia un enorme árbol cubierto por la nieve. La estaba llamando, podía sentirlo en su piel. La noche se estaba volviendo demasiado fría cómo para soportarlo, y se encontraba sola. ¡No! Había alguien más. Quizás, si se acercaba un poco más podría reconocerle. Lo que vio la sorprendió mucho. Aquel cabello rojo cobrizo que ondeaba la ráfaga de viento era el suyo. Aquello tenía que ser una alucinación. La otra Alice estaba bajo el árbol, con una mano en el tronco y susurrando unas palabras que no logró escuchar. Se veía llena de sufrimiento. Sus ojos habían perdido el brillo. Estaba sufriendo ahí, sola, sin ningún consuelo más que el suyo propio.
–Déjame ayudarte, por favor – pidió Alice, dando unos pasos más. Tenía que verla de cerca.
–No puedes ayudarme, somos la misma, ¿no te das cuenta? – dijo en un hilo de voz. Parecía a punto de romperse.
–¿Qué quieres decir? Esto parece un tipo de prisión, sólo es un sueño, yo jamás me encerraría en un lugar así.
–¡Te equivocas! Está fue tu elección, y perderás al hombre que amas. Lo condenarás al sufrimiento, a una vida sin ti.
–¿Es esto un tipo de futuro lejano? Porque desde ya te aviso que no pienso hacer lo que dices.
–Es la única salida que creí posible, y fue inútil – unas lágrimas rodaron por sus mejillas – lo entenderás cuando llegue el momento.
–Sea cuál sea la razón por la que estés aquí, te aseguro que haré lo posible por no recurrir a eso. Te lo prometo.
***
La chica despertó con el corazón muy acelerado, y por un instante pensó que había dejado de respirar. Los sueños cada vez se volvían más extraños. Melanie se encontraba tumbada a su lado, inconsciente y los demás no se encontraban por ningún lado. No tenía muchos recuerdos de lo sucedido, tan sólo un tremendo placer al atacar con el devorador. Estaban junto a una cascada congelada. Las pertenencias de sus amigos estaban ahí, por lo que supuso que debían estar inspeccionando el área, incluso consiguiendo comida. El calor de la fogata no era suficiente. Se quedó sentada unos breves minutos mientras analizaba el sueño, pero una voz la hizo volver a la realidad.
–Tienes una costumbre de caer inconsciente en mis brazos – dijo Ethan, se apoyaba en un árbol. No presentaba lesiones para el alivio de Alice.
Alice no sabía por qué, ni en que momento sucedió aquello, pero se levantó y se lanzó hacia los brazos de Ethan, y él la atrapó de inmediato. Enredó las manos en su cabello y colocó su mejilla en el hombro del joven. Estaba completamente loca. Se quedaron así por un largo rato. Ethan en ningún momento tuvo la intención de alejarla. Él también quería tenerla así, tan cerca, sintiendo sus latidos. Nada importaba, lo demás podía irse al demonio, pero ¿qué sucedía con su misión de encontrar los objetos de la bruja oscura? Nunca tendrían la oportunidad de estar juntos s a Eligia se le ocurría alzarse y divertirse un poco; y luego, por supuesto, estaban los recuerdos sobre Katherine. Alice sabía que Ethan jamás sería suyo por completo. Aún así, quería ser egoísta por una vez en la vida.
–Lo que sientas por mí debes borrarlo – esas palabras fueron una bofetada. No lo esperaba – saca de tu cabeza cualquier idea que tengas. No puede haber nada.
–¿Es por Katherine? – aunque sus palabras dijeran una cosa, sus brazos seguían aferrándola con fuerza – Entonces, ¿qué haces aquí? – lo empujó. Necesitaba alejarse. Había herido su orgullo - ¡Eres libre de largarte!
–Alice, no sé si no te has dado cuenta, pero, eres una bomba de tiempo, y necesito salvarte, sólo así podré irme.
–Pierdes el tiempo, ¡no he pedido tu salvación! Te contradices demasiado, compañero.
Él suspiró, cansado de esa discusión.
–¡Bien! ¿Quieres que te diga la verdad? ¿Es eso? Pues no lo sé, pero cada vez que te veo tengo unas malditas ganas de cerrarte la boca y quitarte la ropa.
–Te estás tardando demasiado – con sus palabras, la ropa comenzaba a quemarle. Si no fuera por la presencia de Melanie, estaba segura que ya se habría abalanzado sobre él –, vamos a terminar está discusión en otro momento. Aunque me gustaría discutir el tema, Mel está aquí y pronto vendrán los demás.
–Estamos de acuerdo en algo – el semblante de Ethan seguía serio. Lo había hecho confesar y la ansiedad de poder tocarlo no la dejaba tranquila. Se abofeteó mentalmente.
Decidió cambiar de tema. Ambos se sentaron frente a la fogata. Quería saber todo sobre él, así que empezaría por preguntar lo más importante.