Hija De Una Mafiosa © [#2 Mortem]

Capítulo 6.

ARIADNA

ARIADNA.

¿Qué fue lo que hice?

Despeino con frustración mi cabello, ya que no puedo pasar mis manos por mi rostro. La estúpida esa me rasguñó casi todo el rostro, algunas zonas de mi cuello e inclusive mis brazos tienen uno que otro. Claramente no los sentí mucho en el momento de la pelea pero ya pasado el tiempo, así como una vez mi enojo y mi adrenalina empezaron a normalizarse; han empezado arder como los mil demonios. Ahogo un gemido y observo los nudillos de mi manos.

—¡Tú! ¡Me las vas a pagar! —un chillido, con un chistoso tono nasal, llama mi atención—. ¡Eres una zorra!

Levanto con cuidado una ceja, aquella idiota empieza a decir un poco de impropios hacia mi persona en medio pasillo, que nadie creería que una mimada como esa tenga tal vocabulario. Escondo una sonrisa, ya que eso lo empeoraría, por no mencionar que me duele demasiado la cara como para sonreír. Realmente ambas nos vemos de la mierda, aunque más ella que yo. Por lo menos a mí no me tuvieron que llevar a la enfermería de la Universidad para detener el sangrado de mi nariz. Un estremecimiento me recorre al recordar tanta sangre. Tengo que aprender a controlar esos impulsos.

Para ser sincera, los hematomas, la sangre y la manera en que habla es sólo una pequeña parte de lo que implica una fractura de ese nivel. Le quedó horrible, estoy segura que va a necesitar con urgencia cirugía plástica.

—Señorita McChrystal, abstengase de pronunciar palabras tan... —la señorita, alias momia, Young; hace una pausa buscando la palabra correcta con tal expresión desdeñosa que provoca nuevamente mi risa—. Simplemente haga el favor de guardar silencio.

Nos regala una fulminante mirada antes de seguir escribiendo a toda máquina sobre el teclado. Reprimo una risa histérica. Todo mi cuerpo se siente entumecido, gran parte de mi rostro arde y ni hablar de una sensación de lo más asfixiante que siento en mi pecho. Es como si quisiera llorar pero a la misma vez gritar con todas mis fuerzas, no lo sé, creo que he perdido la razón.

—Haré que te echen de aquí —gruñe mientras sus ojos grises me fulminan. Una de sus cejas tiene un vendaje, además de un pequeño moretón en su pómulo derecho—. Deberían hasta meterte a la cárcel.

—Tú me abofeteaste primero —me encojo de hombros, indiferente a su fulminante mirada. Sonrío maliciosamente—. Además, hasta donde tengo entendido eso es defensa propia, sin mencionar que estabas humillando públicamente a una estudiante, en otras palabras estabas aplicando el dichoso “bullying”. Y hay muchas leyes que aplican contra ese comportamiento.

Analy abre la boca para decir algo, pero nada sale de ella. Me aguanto las ganas de reír al ver su expresión. Ella cree que fácilmente me dejaré humillar, es que definitivamente va lista.

—¡Eres una...

—Señorita Kirchner y señorita McChrystal, la directora Lewis las espera —la secretaria Young corta el insulto de Analy. Sonrío burlonamente, tomo mi bolso —que Mel vino a dejar hace unos minutos— y camino hasta la enorme puerta blanca.

Sin esperar que ella me indique que me siente, me acerco hasta uno de los sillones individuales de cuerina blanca y con toda dignidad tomo asiento; dejando una expresión neutral en mi rostro. A los segundos entra Analy, la cual dejando escapar gemidos de dolor y haciendo todo lo posible por dar lástima, toma asiento a mi lado. Los ojos azules de la directora se mantienen fijos en nuestros rostros, la decepción así como la desaprobación brillan en su mirada. Antes de que yo o incluso la directora seamos capaces de decir algo; Analy estalla en lágrimas. Comenzando con su actuación.

—E-Esto es injusto —solloza mientras pone la mirada más lastimera, que tengo que aceptar, es convincente, y con voz llena de dolor; sigue tratando de causar lástima y compasión—. Yo... Yo lo único que quería era ser amigable con Ana.

—Ariadna —gruño molesta—. Me llamo Ariadna.

Analy detiene por un momento su llanto para mirarme con odio. La directora Lewis levanta una ceja, así que Analy sigue sollozando y balbuceando puras estupideces. Nuevamente reprimo las ganas de llevar las manos a mi rostro. Si realmente quisiera, también me pondría hacer el espectáculo de dar lástima; hasta estoy segura que le ganaría a la idiota de Analy. Pero... siento demasiada ira, tensión, como para dejar fluir las lágrimas. Y además, yo no quiero la lástima de nadie.

—Señorita McChrystal, haga el favor de dejar de llorar —dice la directora mientras le pasa unas toallitas. Cruza sus manos por encima del escritorio, poniendo su mirada en ambas—. Este tipo de conductas nunca han sucedido en nuestra universidad. ¡¿Qué dirán de nuestra institución,  cuando llegue a los oídos de los otros padres, que dos estudiantes arreglaron sus pequeñas diferencias a golpes?!



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En el texto hay: drogas narcotraficantes mafiosos

Editado: 09.10.2020

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