Hija De Una Mafiosa © [#2 Mortem]

Capítulo 8.

ARIADNA

ARIADNA.

—Te ves de la mierda.

Pongo los ojos en blanco, suelto un bajo y para nada femenino, bufido. Ya decía yo, que sus bienintencionados comentarios no habían salido a la luz. Se había tardado.

—Deberías de decir algo como: “No se ve tan mal, sigues siendo igual de hermosa.” ¡No algo que me recuerde que tengo todo el rostro marcado! —gruño molesta.

Alisson enarca una perfecta y depilada ceja, mientras una mueca burlona se forma en sus voluptuosos labios. Y como si no fuera suficiente, cruza ambos brazos bajo su también voluptuoso pecho.

—Eso te pasa por estúpida —dice y se encoge de hombros ante mi ceño fruncido—. Podías haberla dejado mucho peor, por no mencionar, que si te hubieras defendido como nos enseñaron; en tu hermoso rostro no habría ni una sola marca.

—Sí claro —sarcasmo puro adorna mi tono de voz. Frunzo mi entrecejo mucho más—. ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué la apuñalara? O mejor aún, ¿que le destrozara el rostro a punto de golpes?

—Sí —responde simplemente y se encoge de hombros. Levanto ambas cejas incrédula, al escuchar la cantidad de tonterías que dice Alisson.

—¿Qué te sucede? ¿Acaso eres la hija pérdida de mi madre o qué? —pongo los ojos en blanco, ganándome una sonora carcajada de su parte.

Desde las comodas almohadas en las que estoy plácidamente acostada, la observo pasearse de un lado hacia otro. Levanto una de mis cejas, curiosa por ese andar nervioso, además de la expresión preocupada; que trata de disfrazar por una indiferente. Algo le preocupa, y aunque me gustaría pensar que es por mí, estoy segura que esa preocupación lleva el nombre de Wyatt. Pero bueno, como conozco más que nadie a mi testaruda pelirroja, espero que sea ella la que decida contarme lo que le sucede, ya que no es de las personas que se desahogan cuando uno las hostiga; de hecho, sucede todo lo contrario, se vuelve aún más cerrada en su mundo.

—¿Y qué, el nido de los elitistas juniors, es interesante? ¿Alguien que valga la pena?

Levanto la mirada, encontrándome con la mirada de Alisson. Deja finalmente de pasearse por mi habitación y se tira a mi lado, sobre la enorme cama king con suaves y esponjosos edredones de plumas.

—Bueno... —me tomo mi tiempo, tratando de buscar las palabras adecuadas—. Cuando decidí asistir a esa Universidad ya tenía una idea de la clase de ambiente y las reglas sociales en las que se regían.

—¿Pero? —Alisson levanta ambas cejas al ver que me detengo.

—No sé, apenas fue mi primer día. No puedo decir que todos me desagradan, cuando no los he conocido lo suficiente —y antes de que Alisson pueda opinar sobre el tema, me adelanto—. Pero es algo que pienso cambiar cuando vuelva a clases. Si pienso desenvolverme en esa sociedad, tengo que acostumbrarme a ciertas actitudes.

Mi pelirroja amiga, menea la cabeza y murmura por lo bajo, con tono exasperado: “La ignorancia es una mierda de defecto.” Pongo los ojos en blanco, pero de nuevo decido no opinar sobre el tema, porque ambas empezaríamos a discutir y la verdad mis ánimos no son los mejores en este momento. Por lo que acurrucandome con gran satisfacción contra mis suaves almohadas, observo a mi pelirroja; que se queda pensativa y mira con gran concentración el techo, donde todavía sigue aquella hermosa —y definitivamente extraña— obra de arte de “los hermanos Kirchner.”

Un pequeño bostezo se escapa de mis labios. Desde que aquella doctora me hizo ingerir una extraña medicina me ha entrado cierta somnolencia y pesadez, que de alguna u otra manera a duras penas consigo estar despierta.

—¿De verdad la tía Dakota te defendió? —la voz de Alisson llama mi atención, su mirada ahora está fija en mi persona.

—Sí —respondo, frunciendo el ceño—. Todavía sigo sin comprender porqué no me ha echado la bronca o algo por el estilo. Es casi preocupante que haya estado tan calmada.

Alisson levanta una ceja. Se mueve hasta incorporarse un poco, apoyándose del codo que clava sobre el colchón mientras se sostiene la cabeza con la mano.

—Eso es lo que no me creo todavía, que la tía Dakota no haya matado o golpeado hasta dejarla irreconocible a esa mujer por haberte dicho lo que te dijo, es algo difícil de creer —menea la cabeza con cierta incredulidad, que definitivamente no comparto.

—¿Acaso te volviste loca? —chillo sin poderlo evitar. Alisson frunce el ceño, sin apartar la mirada—. ¿Desde cuándo matar es algo normal? Además, lo extraño aquí es que ella, la gran Dakota Anderson, me haya defendido.

—No es nada del otro mundo, es tu madre. Y te quiere aunque te empeñes en pensar lo contrario.

Frunzo el ceño mucho más, al final aparto la mirada del rostro de mi mejor amiga. No sé porqué Alisson siempre dice lo mismo, aún sabiendo del abandono de mi madre y de la actitud tan desinteresada e indiferente. No, mi madre no me quiere. Por lo menos no como a Wyatt. Porque aunque nos abandonó a los dos, a él sí le permitió hacer todo lo que se le viniera en gana, en cambio a mí... tenía que ser la hija perfecta, la que no se le permitía cometer alguna falta. Siempre me tenían encerrada en la mansión, con odiosos tutores para aprender cosas, que en lo personal, me parecen absurdas. Según Wyatt él tuvo que pasar por lo mismo, pero la verdad yo nunca lo vi tan agobiado como yo. Incluso mi madre le permitió entrar a su negocio, a su mundo. Y aunque tampoco es que me pierda de mucho, a mí ni de asomo se me permitía. Como bien dije; si no hubiera sido por Wyatt nunca hubiera podido salir de esta mansión.



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En el texto hay: drogas narcotraficantes mafiosos

Editado: 09.10.2020

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