—¿Hasta dónde te contó Helen?
Levanto la mirada sorprendida al escuchar su voz tras un largo y silencioso tiempo. La verdad verla llorar fue un completo shock para mí, ver aquella expresión tan llena de sufrimiento, no sé, me hizo ver una parte de ella que nunca esperé ver. Jugueteo con mi largo suéter, algo incómoda, y frunzo el ceño pensativa; al tratar de recordar la conversación con Helen.
—Bueno, nos enseñó a Alisson y a mí la sala o habitacion —no sé qué es— que hay detrás de la pesada puerta de hierro en el bar —le comento levantando la mirada por intervalos—. Me dijo que habías vivido tres años en ese lugar.
Mamá frunce el ceño, asiente y entre mis pestañas la observo juguetear un poco nerviosa con el encendedor rojo que estaba al lado de una cajetilla de cigarrillos. El chasquido del encendedor es lo único que se escucha en ese amplio despacho. Mordisqueo inquieta mi labio inferior, tratando de frenar las ganas de seguir preguntando. ¿Por qué lloró de esa manera? ¿Qué fue lo que realmente pasó con la abuela Julie?
—Imagino que te contó que yo no había querido formar parte de la mafia, ¿no?
De inmediato levanto la mirada, mi postura se endereza, rígida. Parpadeo completamente sorprendida e incrédula.
—¡¿En serio?! —pregunto incapaz de esconder el tono incrédulo y sorprendido de mi tono de voz.
—Oh sí —responde, formando una seca sonrisa—. La odiaba. No entendía porqué tenía que formar parte de la mafia cuando se supone que una niña a sus ochos o siete años de edad debería de estar pensando en ser eso, una niña, no en cómo matar a una persona. Las diferentes armas que existen y la clase de dolor que puedes influir con ellas.
Un escalofrío pasa por cada rincón de mi cuerpo dejando una sensación de frío. Abro la boca atónita ante sus palabras, porque definitivamente lo último que pensaba que dijiera fuera eso... de que odiaba la mafia. O sea, es casi que imposible de creer. Digo, porque ahora es la líder de una, sin mencionar que es una de las más peligrosas del mundo. No tengo que ser una genia para conseguir descifrar aquel hecho, sólo hay que ver como todos en El Infierno prácticamente besan el suelo por donde ella pasa. Mi entrecejo se frunce sin poderlo evitar.
—Pero si es cierto que lo odiabas, cómo es que...
—¿Ahora soy la líder de una? —me interrumpe con una hosca diversión. El chasquido del encendedor vuelve a sonar—. Bueno, la verdad es que una simple razón no es suficiente para explicarlo.
—Yo quiero... —me detengo, provocando que ella levante la mirada y la fije en mi persona—. Yo quiero saber.
Ella me mira fijamente por largos segundos en los que la tensión no hacía el mínimo amago de disminuir. Sé que estoy siendo egoísta, ya que no tengo que ser una genia para saber que su pasado no es uno de sus temas favoritos, pero sino aprovecho esta oportunidad siempre viviré con esa incógnita.
—Los Anderson eran una de las familias mafiosas con más poder que alguna vez tuvo los Estados Unidos, se dice que sus negocios preferidos era la prostitución y la pornografía. El primer líder fue Donovan Anderson, quien tuvo tres hijos, entre ellos estaba mi abuelo; Desmond Anderson, quien no era el hijo mayor, sino el menor —inicia mi madre con un tono neutral, como si aquello no fuera nada importante, aunque para mí sí lo era—. Mi bisabuelo Donovan era un tremendo hijo de puta con mucha influencia, estaba rodeado de parientes que en resumidas palabras eran una paria social, por lo que para él el único que podía llegar a ser el siguiente sucesor de la mafia Anderson era aquel que podía demostrar su valía. O sea, estamos hablando de quien fuera el hijo de puta criminal más respetado dentro y fuera de el mundo de la mafia, era el que iba a ser elegido. Así que ya te harás una idea del tipo de persona que eran Los Anderson.
—¿Y entonces?
—Pues nada, Daryl quien era el hijo mayor decidió que los negocios de la pornografía era más lucrativa y beneficiosa, que empezar alguna clase de guerra con sus hermanos menores —explica mientras se encoge de hombros—. Donato aunque lo intentó con el narcotráfico, no era lo suficiente inteligente como para tratar con los narcotraficantes, así que al final lo mataron. Por lo que sólo quedó Desmond, mi abuelo, y quien se convertiría en el siguiente sucesor de la mafia Anderson.
»Sin embargo, aún cuando él sabía que su puesto como líder estaba asegurado, digamos que se tomó muy a pecho de lo de hacerse con la fama. Por lo que empezó con los casinos, de los cuales no sólo tenía uno de los mejores negocios de lavado de dinero, sino que además ofrecía los servicios de los prostíbulos que el mismo Donovan había creado y una buena distribución de drogas muy exclusivas; que consiguió en alianza con la Yakuza japonesa. Una cabe mencionar, no era muy dada hacer negocios con muchas personas«
—¿Y la policía nunca dio con ellos? —pregunto curiosa, porque si bien es cierto que antes no había tantas organizaciones policiales, eran menos corruptos; como lo son ahora.