Aquellos escalofriantes ojos negros me observaban con tal intensidad que no hacían si no acelerar mucho más mi desquiciado corazón. La expectación corre con tal fuerza por mi cuerpo, que de alguna manera a duras penas consigo mantener una expresión tranquila en mi rostro. Porque de tranquila no tenía nada. Esto... era lo que tenía que haber sucedido hace tiempo. Era hora de saber la verdad y no me importa cuánto tiempo más me lleve; no pienso irme sin saberla absolutamente toda.
—Recuerdo que papá sólo nos decía que estabas haciendo algo importante, pero no nos decía qué era ése “algo” —soy la primera en hablar al ver que ella no hace el intento de hacerlo. Frunzo el ceño—. Que volverías pronto, pero de alguna u otra forma ése pronto se convirtió en años.
Tenso la mandíbula con fuerza, un nudo lleno de reproches se forma en mi garganta; dificultandome hablar.
—Quiero que me digas la razón del porqué Wyatt y yo nos quedamos sin madre por casi seis años. El porqué papá se quedó sin esposa todo este tiempo —mi voz empezó a subir unas cuantas octavas más. Antes de darme cuenta estaba a menos de medio metro de donde se encontraba ella, con ambas manos convertidas en puño a cada lado de mi cuerpo. Con la mirada clavada en aquellos ojos negros que me observaban con tal serenidad que no entendía. ¿Cómo podía estar tan tranquila?
—Dime mamá. ¡¿Por qué abandonaste a tu familia?!
Un tenso silencio cayó ante aquel reclamo que salió más emocional de lo que hubiera deseado. Era capaz de alguna forma escuchar los latidos rápidos y fuertes de mi acelerado corazón, mi respiración que estaba en la misma condición; era el único sonido que acompañaba el “TicTac” del enorme reloj que señalaba la una de la madrugada. Aquella conversación estaba tomando demasiado tiempo.
—¿No me piensas responder?
Ni una de las dos daba el brazo a torcer, nos mirábamos tan fijamente que bien podía ocurrir un terremoto en ese mismo instante y ni atención prestaríamos. Así de tercas podíamos llegar a ser, pero tal vez fuera la expresión llena de cansancio de su rostro o del suspiro resignado que escapó en ese momento de sus labios, que me indicó muy sutilmente que aquella pequeña batalla de voluntades la había ganado yo.
—Supongo que no queda de otra —susurra, seguido de un nuevo y cansado suspiro.
Rompe el contacto visual, toma la copa con aquel líquido ámbar que estoy segura se trata de whisky; tanto por el aroma como por el color. Cuando se trata de alcohol no se reprime en lo absoluto, qué mejor prueba la pared llena de los mejores —y carísimos, por cierto— Borbones, tequilas, whisky y otros; que son de su exclusivo consumo. Estoy segura que esa pared es el sueño de todo bartender. Y no es exageración mía. Desde mi lugar la observo cruzar ambos brazos a la altura de su voluptuoso pecho, y apoya un lado de la cadera contra la madera dura y barnizada de su enorme escritorio. Cruza también los tobillos y deja su intensa mirada fija en el frío piso de mármol.
—¿Sinceramente porqué razón crees que me fui? —levanto la mirada, algo sorprendida por el cambio repentino de su tono de voz. Incluso su expresión se volvió igual de seria—. Estoy segura que tuviste que hacerte alguna clase de hipótesis.
—Sí las hice, y debo decir que ninguna sale a tu favor.
—Me lo imaginé —se encoge de hombros, pero tal vez fuera porque he aprendido a leer sus muy escuetas expresiones que esa expresión indiferente no es del todo verdadera.
La observo tomar el mismo encendedor rojo y la caja de cigarrillos que se encuentran sobre su escritorio. Tomándose su tiempo, como en todo, lo enciende y le regala una larga calada. Arrugo la nariz al sentir el fuerte olor a tabaco.
—¿Y bien? —suelta el humo por las fosas nasales y vuelve a tomar la posición que tenía hace unos minutos.
—Desde que tengo razón, papá nunca nos ocultó el hecho de que tú trabajabas para la mafia —sonrío de medio lado—. Creo que si no hubiera sido por él, Wyatt y yo nunca podríamos haber aceptado esa doble vida que llevas. Porque como sabes, hemos sido criados en cierto ambiente, y la mafia no es algo muy...
—¿Aceptado?
—Digamos —me encojo de hombros—. Sin embargo, aún cuando él trató de responder a todas nuestras dudas, no podía decirnos la más importante de todas. ¿Por qué tú no estabas aquí? ¿Por qué te habías ido y abandonado a tu familia? Entonces ahí fue donde pensé: “Ah, en verdad no le importamos. Ella prefiere mil veces a su querida mafia antes de que a su familia”
—¿Mi querida mafia? —sonríe de medio lado y baja la mirada al cigarrillo que sostiene entre el pulgar y el índice. Una expresion seria borra la sonrisa burlona de sus labios—. Odié a la mafia, creo que en alguna parte de mi condenada alma la sigo odiando, pero aprendí a desearla a cambio de poder.
—¿Poder?