Hija De Una Mafiosa © [#2 Mortem]

Capítulo 22.

ARIADNA.

—¿Quién? ¿Lobo?

—¿Lobo?

—Así le decimos a Suhander. ¿Él es quien está a tu cargo?

Asiento mientras tomo un ligero sorbo de soda. Después de lo sucedido con Grant, de alguna forma me las ingenié para lavar los cinco platos que había sin quebrarlos, acomodar la sala de estar y recalentar lasagna sin quemarla. No está nada mal para ser mi primera vez cocinando. Y aunque técnicamente no cuenta como cocinar, uno tiene que estar muy seguro con los grados a calentar que debe poner en el horno. A decir verdad iba hacer sándwiches, pero Grant no tenía todos los ingredientes. Era lasagna o pizza tiesa de hace sólo Dios sabe cuándo.

—Sí, ¿lo conoces bien? Nunca lo he visto y cuando me llegó a recoger a la Universidad se encontró con Ian. Pero todo fue muy extraño —le explico mientras los dos seguimos comiendo tranquilamente en la sala de estar. Divertida observo como los celos pasan por su rostro pero al instante vuelve a ser una expresión pensativa.

—Bueno, es algo de esperar. Los Harris arruinaron la vida de su familia.

—¿Eh? ¿De qué hablas? —pregunto sorprendida. Porque para todos —menos para mi madre, tal vez— los Harris es una familia intachable que tiene una buena posición en la élite neoyorquina.

—Digo esto y no es por celos, pero los Harris es una familia llena de escorias que se esconde detrás de su posición en la alta sociedad —dice con un rostro serio y un tono igual de sombrío—. Suhander antes de pertenecer a la mafia disfrutaba de una buena posición socioeconómica por increíble que suene, su padre Matthew Lowell fue jefe de la D.E.A antes que Karl Harris. A decir verdad no sé mucho sobre el tema y es un tema algo tabú para Lobo. Pero lo que sí sé es que Karl Harris además de arrebatarle la posición a Matthew hizo que toda la familia Lowell cayera en desgracia.

Observo fijamente a Grant el cual sigue comiendo, ajeno al revoltijo de pensamientos que llena nuevamente mi mente. La curiosidad de saber más del tema pica por todo mi cuerpo. Sin embargo, soy consciente que no puedo meterme en la vida ajena de los demás. ¡Pero maldición! ¡Yo quiero saber!

—No tienes que preocuparte por Lobo, a pesar de como se ve es un buen tipo. Y sobre todo su lealtad con la señora Atheris es tal, que estoy seguro daría su vida para protegerte —la voz de Grant llama mi atención. Y no puedo evitar fruncir ligeramente el ceño.

No creo que quiera volver a experimentar una situación donde alguno de los seguidores fieles de mi madre dé la vida por mi seguridad. Sólo hay que ver el estado de Grant para hacerse una idea.

—Si tú lo dices —recogo los trastes sucios que usé y los dejo en el lavaplatos. Ah, sí otro dato importante. No sabía que Grant tenía lavaplatos, y que él decidió o consideró necesario decirme cuando ya había lavado el último plato. A veces no se si matarlo o qué—. Tengo que irme. Mi madre ha decidido que Wyatt y yo seamos los sustitutos de ella y mi padre, así que tengo que ir a una cena.

—No me sorprende para nada que tu madre haya planeado algo. Pero no creo que sea tan malo, ya que tú querías desenvolverte en ese tipo de ambiente. El único que tendrá problema es Wyatt —suelta una sonora carcajada—. Usar traje, codearse con la alta sociedad. ¡Demonios! ¡Lo que pagaría por ver eso!

Inevitablemente se escapa una carcajada al imaginar a mi hermano. Si ya es suficiente malo que mi madre se la tenga jurada, tendrá que pasar por el calvario que él más odia; que es como bien dijo Grant, relacionarse con la alta sociedad. Y es que el problema no es que tenga que usar traje —aunque él los encuentre sofocantes— sino el hecho de mantener una conversación artificial o hipócrita con la élite neoyorquina. Mi hermano no es conocido por guardarse sus pensamientos cuando tiene algo que decir, pero sobre todo, no es de los que les gusta sonreír o hablar con personas que no le caen bien.

Legítimo hijo de Dakota. Mentalmente pongo los ojos en blanco. Con un suspiro escapando de mis labios, me vuelvo a poner la chaqueta de cuero negra que me había quitado para más comodidad y busco con la mirada mi bolso; que encuentro en un asiento al lado de Grant. Me acerco y antes de colgarlo en mi hombro me cercioro de que tenga todo, mi celular incluido ya que suelo dejarlo en todos lados. Asiento conforme de verificar que todo está en orden y volteo para despedirme de Grant, sin embargo, en el momento que mi mirada hace contacto con la suya es como si me hubiera paralizado en ese momento.

—Grant.

—¿Sí?

—Deja de verme así.

—¿Así cómo?

—Tú sabes muy bien cómo.

Con el ceño ligeramente fruncido, pero con los latidos de mi corazón acelerados, lo observo levantarse con una agilidad —que repito, no debería de tener— con ayuda de las muletas y poco a poco se acerca hasta casi tocarnos. Al comprender que él lo que trata de es de intimidarme, no me muevo y me enfrento a su mirada.

—¿Que no te mire —musita en un tono de voz bajo—, como si quisiera besarte?



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En el texto hay: drogas narcotraficantes mafiosos

Editado: 09.10.2020

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