Hija del Fuego

Capítulo 4

Amy

Estamos llegando a las montañas volcánicas, Araid, Ari y yo, estamos llevando cada uno su propio huevo de dragón, huevos que llevan sin ser incubados más de 20 años, son muy grandes, del tamaño de todo mi dorso, y pesados, el mío es completamente negro, el de Ari es de color rojo rubí, y el de Araid es negro, rojo y dorado. Son tan hermosos que desearía tener una cámara fotográfica para sacarles una foto, como una madre que se saca fotos cuando está embarazada, o como una de esas ecografías.

Han estado escondidos, enterrados, en las arenas desde hace muchos años, nuestros padres, mucho antes de morir, los habían escondido, para protegerlos de las demás criaturas y de las demás personas que querían destruirlos, habían sido elegidos especialmente para nosotros por ellos mismo. Eso los hace más especiales.

Todos los de fuego tienen una criatura correspondiente, a diferencia de los otros elementos, somos los únicos que tienen ese vínculo y unión con nuestro elemento y todo lo que sea de fuego, es como si tuviéramos una conexión, como si todo el fuego que viene de nosotros, viniera de una sola fuente.

Los dragones eran ahora la criatura que le correspondía a cada uno, y cada uno debía incubar al suyo.

Como había recordado todo, recordaba cuando mi padre me había traído mi huevo de dragón, ahora recordaba a mi verdadero padre, con su cabello igual que el mío, con una barba espesa y rojiza, con los ojos grises, él me había enseñado como tenía que incubarlo, como tenía que decidir si deseaba que fuera hembra o macho, y la intensidad de mi fuego definiría el sexo que tendría, como debía cuidarlo, y como seria mi compañero alado.

Recuerdo el dragón de mi padre, tan grande como un edificio de 10 pisos, con las escamas del color de la sangre, con una cola en forma de lanza, y con cuatro alas gigantes saliendo de su espalda, sus enormes ojos rojos y la fila de dientes en su boca.

Recuerdo a mi madre, con la forma de mi rostro, pero con unos ojos azules, con su dulzura y su carácter tan cambiante, pero me amaba, a veces creo que me amaba más a mi que a Neileen, o tal vez sabia que debía protegerme más a mi por ser fuego o simplemente porque era la menor.

Y recuerdo a Neileen, sus malvadas palabras, sus bromas mal intencionadas, su mirada de envidia, como iba detrás de Ari todo el tiempo, como nos peleábamos, nunca nos hemos llevado bien, aunque yo sea menor que ella por un año, recuerdo como me mordía, hasta sacarme sangre, era tan mala, tan pequeña y tan mala.

Y recuerdo a las demás criaturas que existen en este mundo, no ha todas, porque no conocí a todas de niña, pero si a todas las del reino de fuego.

 

Ahora vamos caminando hacia la lo más profundo de las montañas, es el lugar más seguro para incubarlos, y para que crezcan.

Las montañas volcánicas, son muy inconstantes, siempre haciendo erupción, pero en lo profundo de estás hay lugares seguros, cavernas que se asemejan a un horno prendido a 100 grados, secas y oscuras.

Cuando estamos entrando a las cavernas y ya no podemos ver nada, Ari y Araid se prenden fuego así mismo, como antorchas vivientes, el fuego sale de sus cuerpos, alumbrando el camino, decido hacer lo mismo, y lo logro sin ningún esfuerzo, como cuando era niña y me prendía fuego a mi misma para que Neileen no pudiera tocarme, pegarme o morderme. Eran buenos tiempos.

Dejamos los huevos y nos formamos en círculo, nos sentamos cada uno en frente de su huevo y ponemos las manos sobre ellos.

-¿Ya has elegido que va ser tu dragón, hembra o macho?- me pregunta Ari.

-No estaba segura, pero creo que lo correcto es que sea hembra, ¿y tú?

-Macho obviamente.- me rió.- ¿Tu Araid?- le pregunta mirándolo.- ¿hembra o macho?- Tampoco debo ignorarlo todo el tiempo seria muy obvio.

-Macho.- responde secamente, y comienza a transmitir todo el fuego de su interior hacia el huevo, se ve como el fuego sale de sus manos, solo de sus manos y es dirigido hacia el huevo. Calentando la capa dura del caparazón en una zona especifica, luego el calor se va expandiendo.

Cada uno de nosotros comienza a hacer lo mismo, para que el dragón sea hembra tiene que tener una temperatura no muy alta, continua, y sin cambios, en cambio para que sea macho debe tener una temperatura más elevada, y tienen que mantenerla, porque si disminuye mucho, tendrán una hembra.

Así que mi trabajo es fácil, no necesito invertir tanta energía y fuego como Ari o Araid, el problema es que la incubación dura horas, en la cuales no debemos movernos de aquí, y al cabo de la primera hora siento que mis brazos comienzan a entumecerse. Esto podría compararse al momento del parto, pero sigo pensando que lo segundo debe ser más doloroso.




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