Hija del Paraíso

Capítulo 1

En el reino de Vresrelia, ubicado en la pequeña ciudad peregrina de Aurilun, se encontraba la Iglesia del Santo Sepulcro, donde habían yacido los restos mortales de la Diosa Atia, justo antes de que hubiera ascendido a los cielos.

Entre sus paredes vivía la joven Santa Bonnie, encerrada entre lujo y plegarias. Sin embargo, pese haber sido su casa y no haber salido más que una vez cada año desde que tenía memoria, no lo podía llamar hogar. Solo había un lugar al que podía huir cuando sentía que aquel lugar se la comía viva, un espacio al que solo ella y el arzobispo, el hombre que lo había mandado construir, podían acceder.

Un pequeño invernadero colocado en el jardín, con suelos de piedra, paredes de cristal, un bonito lugar para tomar el té y, lo más importante, muchísimas flores tanto locales, como exóticas, traídas de reinos lejanos como Sheonad y Lolivia. Incluso algunas plantas extrañadas llegadas del oscuro territorio de Qerean.

Allí se encontraban sus dos dueños, paseando momentos antes de que la gran celebración del reino empezara. Bonnie había estado nerviosa durante toda la mañana, esperando que su acompañante tuviera bien a escuchar su petición sin enfadarse por tener la osadía de pedir algo así.

—Quería pedirle un favor, arzobispo. Dado que es mi decimoctavo cumpleaños, había pensado que podría salir del templo. Mi única conexión con el mundo exterior es este día, desfilando sobre una carroza. No quiero que me mal entienda, estoy agradecida de que mi aniversario coincida con el Día del Paraíso y poder bendecir a tantas personas pero... El príncipe Ealar me habló de lugares increíbles, más allá de la ciudad de Aurilun, donde los mares no tienen fin y las personas bailan a la luz de las hogueras.

«Nunca debí aceptar su amistad con el príncipe —pensó Talfryn—. Ese niño solo inculca ideas peligrosas en el cerebro de Bonnie. Debería entender cuan peligroso es el mundo exterior para una chica como ella».

—También me habló de otros reinos... —siguió diciendo—. Pero sé que no puedo excusar mis deberes de Santa, me debo a la Diosa, en cuerpo y alma. Tan solo estaba pensando que tal vez mi bendición debería llegar a más lugares.

—¿Sabías que la Pleurisy posee cualidades curativas? Creo que nunca te he hablado de ello, pero el Hellion está compuesto en gran parte por ella. Mi bisabuelo, que en paz descanse, estuvo muy enfermo antes de engendrar a mi padre, si no hubiera sido por esta medicina, no hubiera sobrevivido. Sin embargo, has de saber que la Pleurisy solo nace en cautividad, no es una flor natural. Quien la viera pensaría que es un desperdicio tenerla en invernaderos especializados, y tal vez es verdad, pero si no fuera así, la flor moriría y toda la gente que está destina a salvar, perecería, pues las condiciones del mundo natural son nefastas para ella.

Bonnie no dijo nada más, agachó la cabeza y jugó con sus manos nerviosamente. El ambiente se había vuelto extraño. El arzobispo mantenía su mirada en las flores, intentando ocultar su ferviente odio hacia el príncipe.

«¡Salir al exterior! Jamás se le hubiera ocurrido tal insensatez a ella sola. Cuan peligroso es el mundo tras las paredes de este templo. Le he dado la vida a mi Diosa, no permitiré que me la arrebaten por un deseo tan banal. Cuando al fin me convierta en Papa, la llevaré a la capital conmigo y la mantendré cautiva para siempre en el mayor palacio que haya podido llegar a imaginar nunca, rodeada de lujos que ni los más altos nobles pueden llegar a desear. Entonces no volverá a pedirme algo tan arriesgado jamás».

Alguien llamó a la puerta de cristal. Al otro lado se encontraba la joven Mona Davies, quien había servido desde muy temprana edad a Bonnie. Como criada principal de la Santa, era la única que podía acercarse al invernadero para llamarla.

—Su Santidad, arzobispo, el Papa y el arzobispo de Slyridge ya han llegado, los esperan en la sala de reuniones. La familia real también está al caer.

—¿El príncipe estará junto a su familia para el desfile?

—Así es, Su Santidad.

Los ojos de la chica brillaron con tan solo escuchar la respuesta.

«Limitaré los encuentros de esos dos a partir de ahora. Ahora que es adulta no es raro que la familia busque aumentar su poder con un matrimonio político para su heredero. Si consiguen que la Santa demuestre sentimientos románticos hacia él no dudarán ni un momento en comprometerlos».

—Espero que tengas en cuenta nuestra conversación durante el día de hoy. —Se acercó a ella y susurró en su oído—. Recuerda que pese a que estés fuera de la casa de la Diosa, no has de olvidar sus dogmas. No olvides quién eres, ni siquiera frente al príncipe.

Bonnie empezó a temblar inconscientemente mientras veía como el arzobispo se iba a pasos largos. La voz de aquel hombre la perturbaba. Pese a que lo consideraba un padre, su respeto se basaba en un terror atroz que confundía con amor desmedido. Aquellos ojos oscuros siempre la habían mirado de manera posesiva, pero para Bonnie, que no había conocido otra manera de amar, era una protección necesaria, pese a que su cuerpo reaccionara de aquella palabra cada vez que se encontraba con él.

Intentó calmarse antes de entrar a la sala de reuniones. No solo estaría el Papa y el arzobispo de la capital, muchos otros altos cargos de la Iglesia habrían llegado ya y estarían esperándola. No estaba acostumbrada a estar rodeada de muchas personas, por lo que aquella reunión le causaba un especial nerviosismo.

—Su Santidad, si me lo permite, ¿me dejaría tomar su mano? Sé que solo soy una mera sirvienta, pero mi madre siempre hace esto para calmarme cuando estoy pasando un mal momento. —Bonnie alargó su mano sin dudarlo—. Madre dice que tomar la mano de un amigo es lo mejor para los nervios. Por supuesto usted es una Santa y yo su devota criada, pero déjeme recordarle que, y no quiero sonar como una hereje, los Dioses me libren, usted es la persona más importante de la religión, hija Atia, Diosa del Paraíso, ni el Papa, un mero humano, es capaz de alcanzar su poder. No se deje intimidar ante nadie, señorita, usted nació para ser divina. La Iglesia está a sus pies, no lo olvide.




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