Marina regresó a su pequeña casa en la madrugada,caminó por las calles desiertas,sentía que cada paso que daba la alejaba más de Lucía y la llenaba de un vacío por dentro que no podía soportar.Era dificil de aceptar,había dejado a su bebé,la única personita en el mundo que realmente le pertenecía,la había abandonado por la desesperación,y sentía que su alma se desgarraba.
Al entrar en la casa,el olor a humedad y el tabaco viejo,la hizo volver a la realidad,ella no podía darle un buen hogar y un buen futuro a su bebé.
Su madre,Ana,estaba ya despierta,preparando su delantal para salir al amanecer a limpiar las casas de gente que nunca sabría su nombre ni entendería su agotamiento,de gente de poder,empresarios bien posicionados.
Desde la cocina,su padre,con el rostro surcado de arrugas profundas,mantenía la mirada fija en el vaso de licor que no se había vaciado desde la noche anterior.Eran las constantes de su vida,una madre que trabajaba hasta no poder más,y un padre perdido en el alcohol.
—¿Dónde estabas?—preguntó su madre con voz áspera,sin levantar la vista de sus manos agrietadas que enrollaban el delantal.
Marina apenas pudo sostenerle la mirada.Sintió cómo el nudo en su garganta crecía y la apretaba,pero no podía decir la verdad,no podía hablar del sacrificio que acababa de hacer.
—Salí a dar una vuelta.Necesitaba despejarme—murmuró,intentando sonar tranquila.
Ana suspiró,observándola.
—Tienes que ser fuerte,Marina.La vida no es fácil,pero esa niña que trajiste al mundo te necesita.Tienes que ofrecerle todo lo que puedas de tí,y darle mucho amor.
Marina sintió cómo aquellas palabras, aunque eran pronunciadas con buenas intenciones,se clavaban aún más profundo en su herida,en su corazón echo pedazos.Si su madre supiera lo que había hecho...pero,¿cómo podría entenderlo?
Ana había pasado toda su vida soportando la dureza de la pobreza,sin rendirse nunca,sin alejarse ni un solo día de su familia,pese a su agotamiento de trabajar tanto, de vivir con un hombre sumido en el alcohol,de criarla a ella.
Con el corazón roto,Marina se dirigió a su pequeña habitación.Era un espacio reducido,con paredes viejas y un colchón desgastado en el que tantas veces había soñado con poder escapar de ahí.Se sentó en el borde,abrazándose a sí misma mientras su mirada vagaba por la ventana que daba al patio trasero,donde los árboles parecían murmurar secretos al viento.
Intentó calmarse,pero cada recuerdo de Lucía llegaba como una ola que amenazaba con arrastrarla.La imagen de su bebé,envuelta en la mantita en el umbral de aquella casa,la golpeaba una y otra vez.
Había soñado con ser enfermera,con construir un futuro para ambas,pero ahora sabía que sus sueños se habían evaporado como el rocío en la mañana.
Horas más tarde,cuando la luz del sol apenas empezaba a iluminar el pueblo,Marina salió en silencio de la casa.No podía permanecer allí,atrapada en las miradas de sus padres,en el peso de su decisión.Necesitaba un momento de paz,un lugar donde sus pensamientos pudieran fluir sin sentir el juicio de los demás.
Caminó hasta un pequeño arroyo,oculto entre los matorrales,un lugar que conocía desde niña y que había sido su escondite en momentos de tristeza.Se sentó junto al agua,observando el reflejo de su rostro,notando los ojos enrojecidos de llorar y se preguntó si alguna vez podría perdonarse a sí misma por lo que había hecho.
Al tocar el agua con la punta de los dedos,cerró los ojos y dejó que el silencio la tranquilizara.Era la única manera de calmar la culpa,de intentar convencerse de que había echo lo correcto.Su mente le traía el recuerdo de Lucía,su llanto suave en la cuna de su habitación,sus manitas pequeñas que la agarraban con tanta inocencia y confianza.
Marina rompió a llorar como nunca antes lo había echo.Aquella decisión, fue con el amor más grande de su vida,su bebé buscándole un futuro,un mejor hogar,una mejor vida,donde no le iba a faltar de nada a Lucía, pero abandonarla la había dejado en pedazos,totalmente destrozada.No sabía si algún día su hija entendería el sacrificio que había hecho, y si ella misma podría hallar paz en el futuro.Sentada junto al arroyo y abrazada por el dolor de su pérdida,Marina se dio cuenta de que su vida jamás volvería a ser la misma.
Se quedó allí,inmóvil,dejando que las horas pasaran,sintiendo que su corazón se partía en miles de pedazos.
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Editado: 14.11.2024